Rogue One, Una historia de Star Wars.
Título original: Rogue One: A Star Wars story.
Dirección: Gareth Edwards. País: USA.
Año:2016. Duración: 134 min.
Género: Acción, ciencia-ficción, fantástico.
Interpretación: Felicity Jones, Forest Whitaker,
Mads Mikkelsen, Ben Mendelsohn,
Alan Tudyk, Donnie Yen, Diego Luna.
Guion: Chris Weitz;
basado en los personajes creados por George Lucas.
Música: Alexandre Desplat.
No sé a qué edad Gareth Edwards, director de este film, vería la primera “Star wars”. Cuando se estrenó en 1977, Edwards tenía dos años. Lo cierto es que desde aquel 1977 hasta ahora “Star wars” se convirtió en un fenómeno cinematográfico extraordinario y hoy la Historia del Cine no puede entenderse sin esta saga.
A partir de la trilogía original se han ido sucediendo precuelas, secuelas e historias derivadas del primer guion y han sido todas ellas –con mayor o menor acierto artístico- un éxito de taquilla y de público.
En esta entrega, que antecede en la narración a la primerísima del 77, se nos cuenta la historia de unos héroes marginales y valientes que alían sus fuerzas para robar los planos de la Estrella de la muerte, arma definitiva para destruir el Imperio.
Poco importa la historia, el espectador ya está predispuesto a aceptar lo que venga puesto que sabe qué va a ver. Sorprende, eso sí, que la tecnología digital cada vez nos deja más boquiabiertos con escenas memorables, vertiginosas y apasionantes.
No falta de nada, una joven heroína (Felicity Jones) llena de idealismo y valentía, un joven guerrero (excelente Diego Luna) enamorado y entregado a la causa, un invidente místico, otros personajes simpáticos que se incorporan a la rebelión y unos robots androides, excesivamente prudentes e irónicos. Todos los personajes forman un equipo compacto con el que nos es fácil sintonizar y acoger.
No faltan tampoco los malos malísimos, los canallas perversos a los que no les importa la vida (es curioso, ni la riqueza) y que sólo buscan el poder absoluto, el dominio de todo lo existente, estos no son robots, son seres humanos que se endiosan y, como tal, se deshumanizan. Aquí aparece el malvado jefe imperial Orson Krennic, el Emperador, Moff Tarkin y hasta fugazmente el mítico Darth Vader. Buenos y malos viajan con naves que surcan el espacio rebasando la velocidad de la luz y disparando sus rayos destructores que provocan explosiones y sustos.
No le falta a la película el tono místico de la saga. El mundo de “Star words” está ambientado en ese mundo parareligioso al que denominan “La Fuerza”, un campo de energía cósmica, metafísico y ordenador del Universo, que sostiene todo lo que hay en él. Esa Fuerza es asumida con sacrificio y compromiso por los caballeros Jedi, que, debido al conocimiento y asunción de la misma, entregan generosamente su vida al servicio de la paz. Los otros, los que se han pasado al lado oscuro, son los que la utilizan perversamente para el mal y satisfacción del egoísmo. Tener el don de asumir la Fuerza no es pues un privilegio, es un compromiso que lleva con frecuencia a dar la vida; no se posee la Fuerza, se está al servicio de ella.
Todo este Universo, místico y lleno de aventuras, ya es conocido por el espectador. Y con estos ingredientes, tan manidos, la película funciona y funciona muy bien. Es un estupendo film de aventuras, simpático y divertido, cuya única intención es entretener saludablemente. El ritmo es ágil y entretenido (sobre todo en la segunda parte), los personajes están bien dibujados con ese trazo grueso que hace distinguir
a buenos y malos en una concepción del cine que no pide grandes reflexiones sino pura diversión. Es cine de aventuras, ni más ni menos, con una factura técnica extraordinaria (increíble la “resurrección digital” de Peter Cushing), con música inspirada en la de Jonh Williams y con secuencias de acción que recuerdan al mejor cine bélico. Es “Star Wars”, simplemente eso.
Los amantes del cine de aventuras están de enhorabuena. Vayan a verla, disfrútenla y que la Fuerza les acompañe.
JOSAN MONTULL