PÚGILES DOMÉSTICOS

PÚGILES DOMÉSTICOS

La reciente batalla campal entre unos padres espectadores de un partido de fútbol alevín en Mallorca ha disparado todas las alarmas. Las imágenes han llenado de estupor a los que las han visto y de sonrojo a los directivos de esos equipos.

Ciertamente es inconcebible que en un partido de niños sus padres, en lugar de animar a sus retoños, se aticen mandobles como bestias y provoquen el horror en las criaturas.

Las imágenes se han convertido en virales pero no han hecho más que poner de relieve una realidad profunda que nos recorre el alma y está en nuestro RH. Somos violentos, agresivos, despiadados y canallas. Hacemos del odio un signo de identidad y en nuestra historia más atávica llevamos el estigma del rencor en nuestro corazón.

En los campos de fútbol se grita, se insulta, señores de bien lanzan descalificaciones brutales y burradas pretendidamente graciosas para los amiguetes. Entre sorbo y sorbo, entre bocado y bocado, el grito, el aullido y la virulencia se convierten en normales.

Los deportistas famosos se enfadan en el terreno de juego, chocan las testuces amenazantes ante un público que grita y jalea a los nuevos gladiadores bien pagados que cobran una pasta por calentar a la peña.

Mientras tanto, en otro terreno de juego, en las bancadas políticas se insulta, se utilizan malos modos y se hace de la descalificación sin ideas todo un estilo.

La prohibición de la retransmisión dominical de la eucaristía se usa como pretendida bandera de libertad; los rabos de los perros se convierten en tema de agrios debates, la persecución -cansina y ancestral- de la escuela concertada vuelve otra vez a la palestra; los cargos electos rompen órdenes judiciales delante de los ayuntamientos jaleados por algunos y escandalizados por otros que quieren romper las multas de aparcamiento con la misma vehemencia e impunidad; los amantes de los toros (pienso en Lorca, en Miguel Hernández, en Picasso) son llamados asesinos; la sede de algún partido es ocupada –válgame el cielo- por parlamentarios adinerados; el tufillo antirreligioso de algunos se convierte en un elogio de la incultura; los escándalos de corrupción se han convertido en un culebrón televisivo permanente. Mientras, emigrantes, pobres, mendigos, y excluidos asisten atónitos al espectáculo de un mundo que se chilla y se descalifica mientras diviniza a los ases de fútbol.

Así las cosas, no me extraña que padres descerebrados se líen a mandobles ante la mirada aterrada de aquellos hijos a los que deben querer y educar. No son más que el reflejo vergonzante de un país desnortado y cainita en donde los valores humanos quedan con frecuencia despreciados y tachados de rancios.

A este paso no me extrañaría que Jorge Javier Vázquez se convierta en portavoz del Gobierno y la mismísima Belén Esteban en Ministra de Cultura.

JOSAN MONTULL

(artículo publicado en El Cruzado Aragonés, Barbastro)

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