Llena de gracia

Los claroscuros de la fe: LLENA DE GRACIA

Full of grace. USA 2015

Dirección y guión: Andrew Hyatt

Fotografía: Gerardo Mateo Madrazo

Reparto: Bahia Haifi, Noam Jenkins, Kelsey Chow, Merik Tadros, Taymour Ghazi, Eddie Kaulukukui, Maz Siam, Noelle Lana, Ahmed Lucan, Noelle Romberger, Arti Sukhwani

Productora: Justin Bell Productions, Outside Da Box, ReKon Productions

Muchas películas se han aventurado a mostrar la figura de María de Nazaret. Normalmente el acercamiento artístico desde el cine a la figura de María se ha hecho en películas sobre su hijo. Las muchas vidas de Jesús llevadas al cine han tenido, lógicamente, que retratar a su madre. En menos ocasiones la Virgen se ha convertido en la protagonista del film.

En LLENA DE GRACIA los protagonistas absolutos de la obra son María y Pedro. Si bien, como diremos, se trata de una película difícil y no para cualquier público, su director Andrew Hyatt hace un acercamiento teológico excelente a la figura de María. Ahí está el gran mérito del film a la vez que la gran dificultad para el gran público.

Estamos en el año 43 DC, Hace unos 10 años de muerte y resurrección de Jesús. María vive retirada con la joven Sara, quien la cuida y atiende. Consciente de que es madre de la comunidad, llama a Pedro para que se reúna con ella.

Pedro está abrumado por los problemas que empiezan a surgir en el seno de la comunidad con la rápida expansión del cristianismo. Hay que elegir los textos fundantes, además tienen que definir el rumbo y discernir sobre el significado de la figura de Jesucristo como Hijo de Dios. Está muy preocupado por cómo interpretar la verdad de la que es testigo. Está sobrepasado ante la diversidad de culturas por las que el cristianismo se está extendiendo, Pedro no deja de preguntarse cómo hay que acercar a Jesús ante tantos y tan distintos hombres y mujeres. Tiene la responsabilidad, -que le recuerdan insistentemente los discípulos-  de decidir sobre importantes cuestiones, y se siente superado y bloqueado. Pedro reza y se presenta a visitar a la madre con una gran carga en el corazón. Está seguro de que ella podrá devolverle la serenidad

Y este encuentro es precisamente el meollo de la película. Gran parte de su metraje está dedicado a esos diálogos pausados de María y Pedro. Pedro trae preocupaciones y angustia, María aporta maternidad y recuerdo permanente de Jesús. Pedro, ante María, se desahoga. “Creen que conocen la verdad, pero no le conocen a él”.

Los diálogos son de una riqueza religiosa extraordinaria. El tono tranquilo invita a la meditación. Las frases se suceden y, con Pedro, nos sentimos invitados a reflexionar sobre la esencia de nuestra fe en un contexto cultura difícil, en el que el mensaje de Jesús parece no calar.

Pronto el espectador va haciendo suyas los interrogantes de Pedro. ¿Qué es la fe?, ¿Dónde queda el mensaje de Cristo en medio de la maraña eclesial?, ¿cómo ser fieles a Jesús sin aislarnos de este mundo?; ¿Cómo aceptar la Tradición y ser fieles a la novedad del evangelio?, ¿qué queda de la ilusión primera cuando ahora estamos en medio de preguntas teológicas para argumentar desde la razón nuestra fe? Estas preguntas de Pedro son, en definitiva, las preguntas de la Iglesia de todos los tiempos. La encarnación supone precisamente esto, no es únicamente que el Hijo de Dios se encarnara en un momento de la Historia determinado. Cristo encarnado se sigue haciendo carne en Historia en todos los tiempos. El Evangelio tiene que inculturarse en todos los tiempos y en situaciones diversas y cambiantes. ¿Cómo armonizar los tiempos actuales con el amor a Jesús?… esa es la pregunta clave. Pedro, en definitiva, se pregunta cómo hemos podido llegar hasta aquí.

Si las preguntas no son fáciles para cualquier cristiano, menos lo son para aquel que tiene la responsabilidad de animar y orientar a la comunidad. Y aquí aparece una de las genialidades de la película, María es la referencia perfecta para encontrarnos con Jesús en los momentos de dolor y de incertidumbre. María aparece como Madre (así la llaman los discípulos), que intercede y orienta.

Permanentemente María invita a mirar a Jesús, a recordar el primer encuentro con Jesús. Sugerentemente el rostro de Cristo no aparece nunca en la pantalla; en los flash backs en que se recuerda el primer encuentro, sólo aparece el rostro de Pedro o de los discípulos sintiéndose atrapados por la figura de Cristo, a quien han encontrado. Esta insistente referencia a Jesús que hace María queda perfectamente reflejada en una conversación que tiene Pedro con Sara, la joven que cuida a la Virgen. Pedro, algo avergonzado, le pregunta a Sara cómo puede ella tener tanta fe si no vivió con Jesús -como él- ni tan siquiera le conoció. Sara responde que “Yo estaba perdida y sola. María me abrió los brazos y se ocupó de mí cuando quedé huérfana. Me amó, aunque no tenía por qué hacerlo y por ella sé todo lo que ocurrió. Pero no fue eso lo que despertó mi fe.  No conocía a Jesús, pero, cuando le miro a ella a los ojos, o cuando observo cómo vive, es cuando sé que todo es verdad, lo veo a él en ella, lo oigo a él a través de ella”.

Esta sutileza poética y profunda de Sara se repite a lo largo del metraje del film. María le expresa a Pedro la dificultad de tener fue “La fe no es algo que se pueda expresar en unas cuantas palabras, es necesario que la vivamos, que la respiremos, y –sobre todo- que llevemos a la vida esa luz que es derramada sobre nosotros… aunque también se sufre en la luz… Pero la luz nunca desaparece del todo, el camino de la fe trae consigo una promesa, “la dulce promesa de que nunca seremos abandonados

En la reflexión sobre el dolor y la esperanza que comporta la fe, Pedro recuerda el martirio de Santiago, el primer apóstol asesinado. María recuerda a su vez el dolor de la muerte de los niños inocentes a manos de Herodes, dolor que quedó fijado en su memoria y que aún le persigue. Con la comunidad le rezan a Santiago pidiendo que interceda por ellos.

María sigue animando a mirar a Jesús en medio de las dificultades: La cuestión no es dejar de luchar -dice- sino a dónde miraremos mientras luchemos…hay que dejarse llevar por Jesús, el camino está marcado.

En una escena muy hermosa, la comunidad presidida por Pedro da la unción a María y celebra la Eucaristía. María aún tiene tiempo de dar los últimos consejos a sus hijos animándoles a recordar el día de la llamada, guardarlo en el corazón y cuidar ese recuerdo porque, como dice ella, Cuando os miro a vosotros veo el mismo rostro de mi hijo resucitado…Recordad el primer instante en que él os miró.

Tras la muerte de la Madre, Sara le pregunta a Pedro “Ahora qué haremos” a lo que Pedro, con una renovada convicción de ser el animador y responsable de la comunidad, le contesta: Haremos exactamente lo que ella hizo: escucharemos, seguiremos y confiaremos. Es hora de contar al mundo la Buena Noticia. Pedro, gracias a la intervención de la Madre, ha recuperado su fortaleza e ilusión para seguir guiando a la Iglesia.

La película, de bajo presupuesto y rodada en tan sólo10 días, se convierte en una bellísima reflexión teológica sobre el papel de María en la Iglesia. Se trata de un film eminentemente contemplativo; con un lenguaje relajado, la película cautiva y emociona por la belleza y trascendencia de los diálogos. La música de Sean Johnson y la fotografía de Gerardo Mateo, rodada con cámara en mano durante todo el metraje y con un tratamiento exquisito de la luz, hacen que todo el film sea una oración en las que se van desgranando letanías obteniendo pleno sentido: Madre de la Iglesia, Madre de la misericordia, Madre de la divina gracia, Madre de la esperanza, … Virgen fiel, Trono de la sabiduría… Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos…” 

Todo en el film destila espiritualidad. En la pantalla van desfilando los personajes tocados por un aura de luz que quedan sumergidos en el Misterio y que invitan al espectador a apropiarse de las respuestas porque comparte las preguntas.

“Llena de Gracia” entronca con los grandes de cine espiritual: Dreyer, Bergman, Bresson. Película tan hermosa como difícil, sólo apta para un público preparado y abierto a la reflexión. Pocas veces el cine ha reflejado con tanta profundidad la vida de María y el sentido de la auténtica devoción.

No es una película para ver, es una película para contemplar.

JOSAN MONTULL

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