El gordo y el flaco

El show debe continuar: EL GORDO Y EL FLACO

Reino Unido 2018

Dirección: Jon S. Baird

Guion: Jeff Pope

Música: Clint Mansell

Fotografía: Laurie RoseReparto: John C. Reilly, Steve Coogan, Shirley Henderson, Bentley Kalu, Nina Arianda, Danny Huston.

Una de las sorpresas más gratas del año cinematográfico ha sido la llegada a las pantallas de “El gordo y el flaco”, dirigida por un desconocido John S. Baird, que cuenta el ocaso artístico de estas dos felices estrellas de las primeras décadas del cine.

Stan Laurel y Oliver Hardy (El gordo y el flaco en España) fueron uno de los dúos cómicos más importantes de la historia del cine. Su primer film lo rodaron en 1920. Tuvieron que adaptarse a la rápida evolución de la técnica cinematográfica: la llegada del cine sonoro y la irrupción del color.  Su gran versatilidad hizo que la pareja fuera ajustando su humor a las diversas innovaciones que iban llegando. Su última película se estrenó en 1951. A lo largo de esos más de 30 años, fueron muchas las personas que en las pantallas rieron las inocentes ocurrencias de una pareja a la que vieron en blanco y negro, en cine mudo, en color y en cine sonoro.

Su comicidad era de una sencillez abrumadora. Los pequeños gags –a los que ellos llamaban rutinas- se basaban en las peripecias y apuros a los que la mala fortuna sometía a nuestros protagonistas. Estos discutían y organizaban enrevesadas soluciones a los problemas más sencillos que les iban desbordando cada vez más. La discusión, las tortas, las patadas en el trasero y los golpes inocentes aparecían en la pareja, pero al final primaba la amistad y el perdón entre aquellos dos personajes tan distintos y la vida continuaba feliz.

La película recoge los últimos años de vida artística de esta pareja de cómicos que, por encima de todo, fueron grandes amigos. En un momento de decadencia de su humor, cuando nuevos cómicos aparecen y su gracia se ve excesivamente inocente, su productor les obliga a hacer una gira por teatros ingleses para de nuevo promocionarse y relanzarse. La gira les hace experimentar la fragilidad, el talento, al afán por seguir adelante y, sobre todo, la amistad. Las viejas rencillas saldrán a la luz, los deseos de vivir una vida artística por separado les pasarán factura en ese último tramo de su historia. Con la vejez y la enfermedad asomando, descubrirán que sólo juntos son capaces de ser artistas y que la amistad multiplica lo que de bueno hay en cada uno.

La película trata con un cariño extraordinario a sus personajes, interpretados magistralmente por John C. Reilly y Steve Coogan, que se convierten físicamente en los auténticos Laurel y Hardy y que además retratan el alma, los sentimientos y el interior de estos dos grandes amigos.

Mezclando alguna vez la ficción artística con la dureza de la vida, los dos amigos experimentan la traición, el remordimiento, el perdón y la fidelidad permanente.

La película tiene un corte de cine clásico y su ritmo es entretenido desde el minuto uno. Todos los decorados y la ambientación son de una verosimilitud extraordinaria fruto de una producción más que cuidada.  

Tan divertida como tierna, tan deliciosa como humana, “El gordo y el flaco” en una muy bonita película que elogia la amistad de una forma bellísima.

“El show debe continuar” se dicen Laurel y Hardy en los momentos de dificultad.

Ahí está el misterio de los seres humanos, desde que se abre el telón de la propia historia, continúa el show de las tablas, el show de la amistad, el show de la vida.

Una pequeña joya.

JOSAN MONTULL

La revolución silenciosa

El sueño de la libertad: La revolución silenciosa

  • (Alemania 2018)

Dirección: Lars Kraume

Música: Christoph Kaiser, Julian Maas

Fotografía: Jens Harant

Reparto: Jonas Dassler, Judith Engel, Tom Gramenz, Michael Gwisdek, Max Hopp,Rolf Kanies.

En 1956 Hungría vivió un episodio revolucionario para liberarse de la antigua Unión Soviética. Esta “primavera de Praga” pretendía vivir un socialismo más tibio y más humanitario que el que se estaba imponiendo en los países del eje soviético. La aventura terminó con la invasión de los tanques rusos que volvieron a instaurar la dictadura acabando violentamente con la ilusión de un pueblo esperanzado. Faltaban entonces cinco años para la construcción del muro de Berlín.

Más allá de Hungría, en la Alemania del Este, un grupo de jóvenes estudiantes se entera clandestinamente de la esperanza que surgía en Hungría y de la represión soviética. Sintiendo admiración por la gesta del pueblo húngaro y una profunda indignación contra la represión de la URSS, deciden los estudiantes mostrar su solidaridad con las víctimas y hacen un minuto de silencio durante las clases.


grupo de estudiantes de la zona oriental de la capital alemana que organizan la protesta

El episodio, que bien podría ser insignificante y hasta anecdótico, es considerado como antirrevolucionario por la dirección del Centro y desata al principio toda la sospecha del profesorado y luego la ira de la Administración comunista contra aquellos chicos y chicas que de pronto ven amenazada su vida y la de sus familias por expresar libremente su solidaridad.

La película, inspirada en un hecho histórico, se convierte en una lección tan dura como hermosa de los mecanismos que desatan los totalitarismo para acabar con cualquier pensamiento de signo crítico.

Lo que empieza pareciendo un correcto melodrama juvenil se convierte en una parábola contundente y pedagógica que va desgranando los mecanismos de las dictaduras para controlar, desde el miedo, la vida de las personas.

Así, a los jóvenes se les pide la delación, se intenta dividirles con falsas acusaciones, la Administración no duda en amenazarles con la imposibilidad de terminar sus estudios, las familias se ven obligadas a posicionarse y remueven un pasado oscuro y sangriento dominado por el miedo; tampoco faltan las noticias falsas, la persecución de las convicciones religiosas, la tortura sicológica y hasta la cárcel para homosexuales y disidentes.

Los jóvenes, por su parte, viven como grandes valores la fidelidad entre ellos, la amistad, la aspiración de la verdad y el sueño de la libertad. Su conducta es tan coherente y valiente que pone al descubierto cómo los adultos se han sometido y han bajado la cabeza por el terror; los que argumentan cómo lucharon contra el nacismo han terminado asimilando sus sistemas de represión.

El director, Lars Kraume, que ya habíarodado otro film político, “El caso de Fritz Bauer” consigue con “La revolución silenciosa” una obra interesante, con una reconstrucción histórica y ambiental meritoria, dotada de un ritmo que va avanzando con intensidad a lo largo del metraje y con una interpretación coral más que correcta.

“La revolución silenciosa” se convierte así en una llamada a la tolerancia y a la libertad y en un hermoso y esperanzado canto a la amistad y la grandeza de los jóvenes cuando estos aspiran a un mundo mejor.

Josan Montull