CONSTRUIR LA VIDA

Desde hace un tiempo se está hablando del suicidio. Ha sido un tabú y hemos intentado esconder el tema para no provocar estigmas en las familias que han vivido en su seno este drama, pero lo cierto es que la cuestión está ahí y cada vez preocupa más, sobre todo sabiendo que es la mayor causa de mortalidad entre los jóvenes de 15 a 29 años, por encima, incluso, de los accidentes de tráfico. La realidad es así de fría y dura: en nuestro país están creciendo preocupantemente los suicidios de niños y jóvenes.

No podemos mirar a otro lado, hay adolescentes y jóvenes en nuestros ambientes que manifiestan poco apego a la vida, menosprecio de sí mismos y la certeza de que son una carga para los demás.

El bulling, la despersonalización de las redes sociales, el culto a la estética y al dinero, la falta de buenos modelos de identificación, la banalización de la vida… no sabemos dónde está la causa. Por otra parte, nuestro modelo cultural está arrinconando la trascendencia y menospreciando lo religioso, de modo que la vida humana no tiene una visión que mira al más allá.  Por eso deberíamos preguntarnos qué es lo que le pasa a una sociedad del bienestar cuando aumenta el número de chavales que no quieren vivir.

Incluso se detectan cada vez más trastornos psiquiátricos y mentales en los adolescentes. Si, además, hay utilización de estupefacientes, las conductas tienen más peligro.

Habrá que revisar qué estamos haciendo mal, qué valores transmite nuestra sociedad, qué modelos de referencia tienen nuestros chavales y cuáles son sus expectativas de futuro.

Urge que en nuestros ambientes educativos detectemos esta problemática. El nihilismo y la falta de sentido de la vida se están instalando en muchos ámbitos sociales. La intolerancia a la frustración que tienen muchos jóvenes a los que todo se les ha consentido lleva a algunos a la depresión y el abatimiento ante las contradicciones y dificultades que la vida presenta.

Creador: stefanamer | Imagen propiedad de: Getty Images/iStockphoto

Un gran educador, Don Bosco, decía que no sólo había que amar a los jóvenes, sino que estos debían sentirse amados. Tal vez en los sistemas sociales y educativos se haya relegado el amor. Un niño que no se siente querido no se querrá a sí mismo. Es necesario que los chicos y chicas se sientan queridos, animados, comprendidos. Urge dejarles hablar, ayudarles a que descubran lo mucho que valen. Hay que hacer posible que descubran en sus educadores a hombres y mujeres que dan testimonio, con sus acciones, de que la vida es un don maravilloso que hay que cuidar y construir.

Cada suicidio infantojuvenil es un signo terrible que pone de manifiesto las deficiencias de un estilo social que hemos creado y que va estigmatizando y dejando de lado a numerosos adolescentes. No podemos cerrar los ojos; tenemos que preguntarnos qué está pasando.

Atrevámonos a construir la vida. Atrevámonos a vivir.

JOSAN MONTULL

Un pequeño mundo

Terrores cotidianos: UN PEQUEÑO MUNDO

Guión y dirección: Laura Wandel (Bélgica 2021)

Fotografía: Frédéric Noirhomme

Reparto: Maya Vanderbeque, Günter Duret, Karim Leklou, Laura Verlinden, Léna Girard Voss, Thao Maerten, Laurent Capelluto

El acoso escolar ha sido un tema muchas veces llevado al cine con distinta fortuna. La debutante Laura Wandel con “Un mundo pequeño” aborda el tema del bulling de una manera tan angustiosa como certera.

Dos hermanos, Nora y Abel, llegan a un Colegio nuevo. Ambos están muy asustados, sobre todo Nora. Poco después la niña descubre horrorizada el acoso que sufre su hermano mayor. Pronto se debate entre la necesidad de integrarse y el apoyo a su hermano, que le pide que guarde silencio.

El film nos sumerge en el drama con las primeras imágenes. Nora abraza a su padre y llora por el miedo que le produce ese mundo pequeño y desconocido que es su nuevo colegio. Poco sabemos de la vida de este padre a excepción de que está parado y solo. No sabemos dónde está la madre de los niños, no sabemos por qué van a un colegio nuevo. Sólo sabemos que las dos criaturas se sumergen en un ambiente hostil con la promesa de encontrarse en los recreos.

Pero esto no será posible, Abel comienza a ser agredido y sometido por unos chicos más mayores que le humillan permanentemente. Nora lo ve, se estremece, sufre y no deja de preguntarse por qué esos niños hacen eso.

La cámara sigue y persigue a los niños, cuya gestualidad es contenida y extraordinaria. La fotografía hace participe al espectador de una situación claustrofóbica aterradora. La profundidad de campo sólo permite ver la espada de los protagonistas dejando sin nitidez lo que ocurre pocos metros más adelante, insinuando sólo imágenes turbias que sugieren lo que está pasando y lo dotan de espanto.

El espectador ve absorto la crueldad de los niños, pero ve –y esta es la grandeza del film- cómo estas agresiones deterioran también la vida de todos los que aman al niño agredido. El bulling no hace daño sólo a algunos niños sino también a sus familias y a sus seres amados.

Laura Wandel va haciendo que la película funcione como una precisa máquina de relojería dando a conocer que la violencia destroza moralmente a la misma víctima y la hace sacar lo peor de sí misma.

Relevancia especial tienen los abrazos que recibe y da Nora, con su padre, con su maestra y –finalmente- con su hermano, abrazo que tiene un carácter redentor.

Sin música, con el único fondo sonoro de las voces de los niños, “Un pequeño mundo” es una profunda reflexión sobre un entorno que banaliza el mal y que sólo se puede combatir desde el amor, la fe en el otro y el apoyo permanente.

Y es que todos necesitamos ser abrazados.

JOSAN MONTULL

De mayor quiero ser soldado

“Quien esté libre de pecado…”, DE MAYOR QUIERO SER SOLDADO

Dirección: Christian Molina.

Países: España e Italia.

Año: 2011. Duración: 89 min

Interpretación: Fergus Riordan,

Ben Temple,

Valeria Marini, Danny Glover,

Robert Englund, Andrew Tarbet,

Jo Kelly.

Distribuidora: Canónigo Films.

Uno de los temas que más están preocupando a todos los sectores sociales es el de la violencia infantil. Los medios de comunicación traen con frecuencia casos espeluznantes de acoso, bulling y extorsiones entre menores. A veces estos actos son grabados por los agresores de modo que las víctimas viven además la humillación de que su agresión es vista por muchas personas una y otra vez.

¿Por qué? nos preguntamos sin dar crédito a lo que vemos. ¿Cómo es posible que haya ese sadismo inexplicable en tantos niños y adolescentes?

El catalán Cristian Molina nos ofrece en DE MAYOR QUIERO SER SOLDADO una reflexión sobre este tema.

La película cuenta la historia de Álex, un niño de diez años hijo único en una familia acomodada. Cuando su madre da a luz gemelos, Álex empieza a sentirse solo y desatendido, eclipsado por la llegada de sus hermanos. Traicionado y herido, consigue que su padre le recompense con algo que siempre había deseado: una televisión en su cuarto.

A través de la televisión, Álex descubrirá un nuevo mundo, se sentirá fascinado por lo que ve y experimentará una creciente obsesión por las imágenes de guerra y destrucción.

El film tiene una clara vocación didáctica. Las secuencias idílicas que son grabadas por el padre al principio muestran una familia modélica, feliz, en la que Alex es el rey, coronado y agasajado. Esas imágenes contrastan con las que luego muestra el director y que se corresponden con las que ve Alex en la pantalla: secuencias de violencia brutal en las que con habilidad se mezclan fragmentos de films agresivos con imágenes de violencia real mezcladas a una velocidad tal que nos va haciendo partícipes, incluso físicamente, del desajuste que empieza a vivir Alex y que le llevará a ejercer la violencia con sus padres, sus compañeros y sus hermanos.

El director introduce dos personajes interesantes: el Capitán Harry, valiente y abnegado astronauta, y el sargento Cluster, entrenador militar despiadado que enseña conductas racistas y de menosprecio a la vida. Ambos personajes, interpretados por el mismo actor, Ben Temple, son imaginarios, amigos inventados por la imaginación de Alex y que representan la bondad y la maldad innatas en cada ser humano. Los diálogos de Alex con sus amigos ficticios manifiestan el conflicto moral que vive el niño y que desemboca en una auténtica esquizofrenia.

¿Dónde está la culpa de esta conducta? ¿Es la tele la que provoca ese desajuste mental? La película no da una respuesta maniquea. Hay muchos sospechosos de culpabilidad: la televisión en el cuarto, sí, pero también un padre obsesionado por el trabajo, una infidelidad conyugal, unos educadores que no conocen a sus chavales… y, sobre todo, un estilo de entender la educación en el que todo vale, no hay normas, no se estimula para superar la frustración y los niños deben ser consentidos en todo.

Pero hay algo más, en el film no hay ninguna mención a la visión trascendente de la persona. Los educadores son profesionales de la psicología y el psicoanálisis…pero lo cierto es que Alex tiene, una educación técnica pero absolutamente in-trascendente.

Con un ritmo sostenido y tenso, DE MAYOR QUIERO SER SOLDADO es un film de visión imprescindible para educadores de todo tipo. A pesar de sus defectos formales, que los tiene, la película puede ser un buen instrumento para debatir sobre el tema de la violencia juvenil. Particular mención merece la estupenda guía didáctica que en la Web http://iwanttobeasoldier.com/ (ACTUALMENTE NO DISPONIBLE) puso a disposición la distribuidora. Su visión no deja indiferente. El debate está servido.

JOSAN MONTULL