DIOS EN EL BANQUILLO
Casi no pude dar crédito a la noticia. La había escuchado somnoliento al levantarme, pero luego la prensa me la hizo llegar: Ernie Chambers, senador estadounidense, había denunciado a Dios por un sinfín de catástrofes en las que parece que Él hubiera tenido que actuar y no apareció.
A Dios le acusa el tal Chambers de las “nefastas catástrofes” que éste ha causado en el mundo. Y lo peor no es eso, sino que un juez de ese Estado admitió la demanda a trámite el pasado 14 de septiembre. Así que, si siguen los cauces estrictamente democráticos, tendremos que ver al acusado sentado en el banquillo –no sé si esposado o no- escuchando las acusaciones que el fiscal, en nombre del señor Chambers, le va a ir haciendo.
En estas circunstancias, no sé si alguien se atreverá a defender a Dios, porque si a un abogado, de oficio o no, el caso se le fuera de las manos, sufriría un descrédito terrible.
El caso es que el senador en cuestión cobra una pasta por hacer su trabajo y, consecuentemente, por denunciar a Dios. Al parecer pretende hacer una toma de conciencia de un algo que no entiendo, pero en todo caso, el senador por denunciar, cobra y por acusar, se lleva unos notables dividendos.
Un servidor, que empieza ya a tener una cierta edad que me lleva a ver el mundo con ironía y benevolencia, en parte se alegra de este desatino. Y lo hago por tres motivos que, respetuosa y brevemente, paso a exponer.
- La política de los Estados Unidos es algo surrealista. Los últimos presidentes han dado qué hablar. Así vimos a un actor de películas de serie B llegando a la presidencia del país y defender el orden internacional, protegiendo el emirato de Kuwait y asegurándose una posición estratégica envidiable en el Oriente Medio. Su sucesor anduvo en líos de faldas cuando una becaria, posteriormente famosa, le hizo una serie de favores que la promocionaron en la prensa. En el mismo tiempo en que la becaria se trabajaba al presidente, el ejército de su país bombardeaba por error una escuela en Sudán y provocaba una escabechina terrible, pero, ocupados como estaban los medios en el rollo del despacho oval, casi nadie dijo nada. Ahora el actual presidente lleva a cabo una cruzada multimillonaria contra el terrorismo internacional, haciendo infantiles los argumentos bélicos de su padre. Paradójicamente, y según dice, Dios es su garante. Así que, tal y como están sus jefes, no me extraña que ahora un senador le ponga a Dios una denuncia.
- Por otra arte, como cristiano que soy, creo que Dios ya ha estado en el banquillo. Fue en el asunto de Jesús de Nazaret, ¿lo recuerdan?. Pasó haciendo el bien, anunciando que el ser humano está llamado a vivir con la dignidad de saberse hijo de Dios, independientemente de su raza o condición, y por eso le detuvieron y le machacaron a golpes e ignominias en un juicio miserable. Al final, el poder imperial más fuerte del momento le condenó a la muerte. Ni tan siquiera murió sólo, heroicamente. Tuvo que compartir patíbulo con dos pobres desgraciados a los que les dio consuelo y aliento en aquel final tan triste.
- El mismo Jesús se había identificado de tal modo con Dios, que dijo que en los hambrientos, pobres y marginados él estaba presente. Es más, dijo que el mismo Dios Altísimo se encontraba misteriosamente vivo en la vida de todos los excluidos, de tal manera que tratar bien o mal a alguno de los que sufrían era tratarle bien o mal a Él mismo.
Por eso creo que a Dios hace tiempo lo han sentado en el banquillo; en las cárceles, en las vidas sesgadas por el terrorismo y por las guerras para defendernos del terrorismo, en Guantánamo, en los hijos de la droga, en los enfermos de SIDA, en las prostitutas que se arrastran sin amor, en los cayucos y pateras, en la antigua Birmania, en las cárceles, en los chavales sin familia, en los que mueren de hambre, en las mujeres maltratadas, en los niños soldado, en los alcohólicos, en los ancianos que no son queridos, en los jóvenes manipulados, en los dolidos por cualquier causa, en tantas y tantas personas que ven cómo sus vidas son condenadas a la exclusión en nombre de Dios, de la libertad, o de vete tú a saber qué.
Así que no me extraña que ahora Dios Nuestro Señor, al que creo Juez de vivos y muertos, se siente delante de un tribunal para ser enjuiciado. No sé yo cuál podrá ser la sentencia, pero -visto cómo van las cosas- no me extrañaría que lo encerraran en una prisión de máxima seguridad por ser un peligro público.
JOSAN MONTULL