La reciente celebración del día internacional de la mujer me ha hecho pensar, como cristiano, en la realidad que vivimos en este tema en el seno de la Iglesia.
No es una exageración decir que las religiones monoteístas tienen importantes rasgos machistas. La Historia, la tradición, la cultura…vete tú a saber por qué, lo cierto es que las mujeres en estas religiones han llegado a ser personas con mucha menor capacidad de decisión colectiva que los hombres. La misma Iglesia, tan avanzada en muchos temas, tiene en el tratamiento de la mujer una situación anacrónica difícilmente comprensible en el mundo de hoy. Paradójicamente, las mujeres en el cristianismo manifiestan una mayor fidelidad y protagonismo que los hombres.
Todo esto es además más extraño porque en los evangelios las mujeres aparecen con una mayor capacidad de seguimiento y compromiso que los hombres, más llamativa, si cabe, porque los tiempos de Cristo eran abiertamente machistas y consideraban a las mujeres como seres con mucha menos dignidad que los hombres.
Los mismos rabinos, por ejemplo, rezaban diariamente una oración que decía “Gracias, Señor, por no haberme hecho mujer”. La menstruación femenina era consideraba por la Religión como un hecho que hacía que las mujeres estuvieran permanente en una situación de impureza. Incluso en lengua hebrea no había en femenino para los adjetivos “justo”, “santo”, piadosos”…ya que se consideraban cualidades exclusivas de los hombres.
En un contexto así, la narración evangélica es absolutamente inaudita.
En María de Nazaret ya se rompen los estereotipos de la época; María acepta ser madre de Jesús y se compromete radicalmente con Dios. Y toma esta determinación sin pedirle permiso a su novio, sin ni siquiera consultarle; le comunica, eso sí, la decisión tomada pero sin pedir permiso a ningún varón para elegir su forma de vida.
Jesús tuvo una relación con las mujeres absolutamente rompedora y provocativa porque las trató con la misma dignidad con la que trataba a los hombres.
La samaritana, por ejemplo, siendo de otra raza, cultura y religión, teniendo un pasado sentimental más bien turbio, acogió el mensaje de Jesús, con el que dialogó abiertamente en público (cosa totalmente prohibida por la Ley) y anunció eficazmente a los suyos que ha encontrado al Mesías.
Las mujeres son también puestas como modelo de fe en alguna ocasión; así Jesús alabó públicamente la fe de la pobre anciana que echó lo poco que tenía en el cepillo del Templo dejando en segundo plano la prepotencia de los hombres ricos que echaban mucho dinero para ser vistos.
También hablan los evangelios de mujeres que formaban parte del grupo de Jesús y que le seguían siendo sus discípulas.

Además Jesús llega a impedir la lapidación de una mujer a la que habían encontrado con un hombre que no era su marido. Jesús se pone en medio, desafiando la Ley de Moisés y el la ira de aquellos justicieros de Dios y les avergüenza. Acoge a la mujer que había estado a punto de morir y la anima a creer en sí misma y a caminar con la dignidad que merece.
Pero lo que más llama la atención es que al pie de la cruz de Cristo hay tres mujeres y sólo un hombre, el joven apóstol Juan; allí están María de Nazaret, María de Cleofás y María Magdalena…el resto, los apóstoles, se han perdido por el camino, han desertado, incluso de la vida, o han negado a Jesús.
No queda ahí la cosa, dos días después los evangelistas dicen que las primeras personas que se acercan a la tumba de Jesús y salen a proclamar su resurrección son también mujeres. Esto es si cabe más sorprendente porque en aquellos tiempos la palabra de las mujeres no tenía ninguna validez legal.
Así pues se puede decir que el evangelio es abiertamente feminista e inclusivo en un contexto cultural en el que la mujer no tenía prácticamente ningún derecho.
Todo esto entra en un profundo contraste con la realidad actual de nuestra Iglesia. Como cristiano, creo que deberíamos reflexionar muy seriamente este tema. Sueño con una Iglesia en la que mujeres y hombres tengamos los mismos derechos y la misma capacidad de ejercer los ministerios. Cada paso que vayamos dando en esta dirección nos hará ganar credibilidad en un mundo en el que lo religioso es muchas veces irrelevante…y si surgen dudas, no tenemos más que mirar a los evangelios.
JOSAN MONTULL
Loveless (Rusia 2017)


Le ha tocado el turno ahora a Russell Crowe, protagonista de grandes películas, que debuta en la dirección con “El maestro del agua”, una narración épica y hermosa, realizada con una factura muy clásica.
Crowe afronta una historia que tiene una vocación épica importante. Tal vez un director más experimentado hubiera sacado más tajada de un film espectacular con momentos pensados para el lucimiento del actor-director. Pero lo cierto es que la película se ve con gusto a lo largo de sus dos horas de metraje y aborda temas que bien merecen ser destacados. El amor, la búsqueda de la paz, el sinsentido de la guerra, la amistad, el honor, la familia y –sobre todo- la posibilidad del perdón son temas que van apareciendo en el film casi de una forma didáctica y pedagógica. Hay miradas, abrazos, frases y guiños que subrayan valores humanos con los que Crowe va salpicando todo el metraje.
Pero el amor y la amistad –ý está es la gran lección de la película- hacen posible la búsqueda compartida. Desde allí es más fácil encontrar y encontrarse. El encuentro de dos hombres, Connor y Hassan, en apariencia condenados a odiarse, les va trasformando a ambos y juntos experimentan la fuerza redentora del perdón. En el fondo, ambos personajes buscan y, cuando se unen, pueden reconstruir sus emociones descubriendo lo mejor de sí mismos, como quien encuentra agua fresca en el desierto.
Director: Tate Taylor
Pero entre los contrastes entre blancas y negras, el más interesante sin duda, es el de su concepción de Dios. Las blancas utilizan a Dios para justificar su estilo de vida cómodo y, más aún, para justificar el racismo: “Dios no da caridad a los ineptos” dirá una ama blanca a su criada negra que necesita dinero para la educación de su hijo. Pero para las mujeres negras Dios es su compañero en la pena, el consuelo en el dolor (“Dios me ayudó a superar la pérdida de mi hijo”) y el acicate para la lucha por la dignidad. Será precisamente en la Iglesia cuando Aibileen supere el miedo y se decida a contar la verdad de sus sufrimientos para que sea desvelada en un libro. El pastor les dice “El valor no es sólo ser valientes, es hacer lo correcto a pesar de las dificultades. Dios nos dice, nos manda, nos insta a amar. Amad. Amad al estilo de Cristo. Está dispuesto siempre a comprometerte por tus amigos. Y ama a tus enemigos, porque si les amas, ya tienes la victoria”.