El peor vecino del mundo

Volver a vivir: EL PEOR VECINO DEL MUNDO

Dirección: Marc Forster (USA 2022)

Guion: David Magee.

Música: Thomas Newman

Fotografía: Matthias Koenigswieser Reparto: Tom Hanks, Mariana Treviño, Manuel García-Rulfo, Rachel Keller, Cameron Britton.

En 2015 la película sueca “Un hombre llamado Ove” se convertía en candidata al óscar a la mejor película internacional. Años después el eficaz director estadounidense Marc Foster realiza un remake del film anterior en el que cuenta con una extraordinaria baza: el actor Tom Hanks.

Excepto en rarísimas excepciones (“Elvis” y “Camino a la perdición”), Hanks ha representado en el cine a personajes honestos, buenos, morales y coherentes. La elección de Hanks para interpretar al cascarrabias Otto, es garantía de éxito. Y, efectivamente, estamos ante una buena película.

Otto Anderson (Tom Hanks) es un viudo malhumorado y obstinado. Recién jubilado de su trabajo, pasa su vida controlando que, en su calle, todos cumplan las normas de circulación, de orden y de limpieza. Todo este control lo hace de modo obsesivo y solitario, manifestando una actitud permanentemente agresiva y antisocial.

Otto no quiere vivir. No soporta la muerte de su amada esposa y en varias ocasiones intenta poner fin a su vida. Pero, a pesar de la minuciosidad con la que va planeando sus intentos de suicidio, todo le sale mal.

Un día una alegre y joven familia hispana se muda a la casa de al lado, Otto encuentra la horma de su zapato en la espabilada, y muy embarazada, Marisol, lo que conlleva a una muy improbable amistad que pondrá su mundo patas arriba.

El film acierta en irnos desvelando poco a poco la historia de Otto y los motivos que le han llevado a su tristeza y amargura. La historia de amor y fidelidad de Otto va apareciendo poco a poco en los recuerdos del protagonista. El espectador va descubriendo que, tras el insoportable carácter de este vecino insoportable, hay una historia de aflicción que necesita ser comprendida. Con frecuencia visita la tumba de su esposa Sonya y le va contando sus novedades.

La relación con la nueva familia, como no podía ser de otro modo, hace que Otto empieze a mirar el mundo con otros ojos. Poco a poco va descubriendo la bondad de las personas, la dignidad de cada vecino, la necesidad de perdonar y perdonarse, la belleza de la vida y la donación. Ante sus ojos va desfilando el vecindario de siempre, la familia nueva con niñas juguetonas, un joven transexual y hasta un gato solitario. Otto empieza a ver a los demás y a él mismo con otros ojos. Con la ayuda de todos, se convierte en un héroe que luchará contra el desahucio de unos vecinos enfermos.

La película se ve con agrado desde el inicio. El tono de comedia es ciertamente divertido y arranca la sonrisa y hasta la risa del espectador. Conforma avanza el metraje, el film se va volviendo más profundo y emotivo, pero no desentona con lo visto hasta entonces.

Pero si hay algo memorable es la actuación de Tom Hanks. Hanks compone un personaje rico en matices que presenta con una gesticulación tan controlada como eficaz. Su rostro habla y nos lleva a una montaña rusa de emociones: el odio, el asco, la tristeza, el humor, la pena, el amor, el arrepentimiento. Esta memorable actuación está secundada extraordinariamente por Mariana Treviño, que da vida a la nueva vecina Marisol, la extrovertida, alocada, buena madre y esposa, que irrumpe en la vida de Otto como un auténtico torbellino y removerá su tristeza haciéndole exteriorizar todo el dolor que le consume por dentro.

“El peor vecino del mundo” es tan previsible como hermosa, tan tierna como humana, tan simpática como profunda. Es un auténtico canto a la vida, la familia y la buena vecindad. El mensaje es muy claro, sólo podemos cambiar y ser felices si nos damos generosamente a los demás. Una bellísima historia de redención, en nada empalagosa.

Después de verla, el espectador sale deseoso de ser mejor persona.

JOSAN MONTULL

NAVIDAD 2020: DIOS TIENE EL COVID

Desde la Antigüedad, el ser humano ha adorado dioses. Normalmente eran dioses lejanos, distantes, serios, que daban, más que respeto, miedo; dioses a los que había que rendir culto de una manera difícil y que necesitaban sacrificios para aplacar su ira.

Hoy, en Navidad, celebramos lo contrario, no que el hombre hace dioses sino que Dios se hace hombre, uno de los nuestros. A quién se le hubiera ocurrido inventar a un dios bebé. Sólo Dios es tan grande que, en Belén, nos invita a admirable contemplando con respeto la fragilidad humana.

La fragilidad este año la hemos experimentado mucho. Desde hace 9 meses la pandemia ha provocado mucho dolor. Han muerto en el mundo más de un millón de seres humanos y la pobreza ha llegado a muchas familias.

En España han fallecido por esto miles de personas. Otros han quedado con secuelas muy fuertes. De entre los más afectados ha habido un buen colectivo de trabajadores de la sanidad. Los ancianos han sido especialmente golpeados por la enfermedad. Muchas actividades han tenido que suspenderse y la vida social nos ha cambiado radicalmente.

Ante todo ese sufrimiento, ha habido quien que ha culpado a Dios, diciendo que Él castigaba a las personas con esta enfermedad. Nada más lejos de eso. Dios no castiga nunca a sus hijos… les anima, eso sí, para que ayuden a los demás y combatan el sufrimiento. Por eso ha estado al lado de los médicos, farmacéuticos, sanitarios y de tantas personas voluntarias. Ha compartido la vida sacrificada de transportistas, reponedores, militares, funcionarios de la seguridad, tenderos y gente buena que han podido proveer de lo necesario en las casas. Ha estado junto al esfuerzo de los científicos que investigan vacunas y medicamentos.

También ha estado junto a los educadores, educadoras y tantos profes que se han tenido que multiplicar para ayudar a que muchos chicos y chicas pudieran seguir aprendiendo.

Ha estado cerca de los curas, que –aunque mucha gente no lo sepa- han llevado consuelo y esperanza a numerosas personas.

Y también he permanecido en silencio junto a la cama de los moribundos, junto al dolor de sus familias… junto a todas las víctimas de esta enfermedad. También ha estado y está cercano de los que han perdido el trabajo, de aquellos que han visto cómo la pobreza llegaba a sus hogares, de aquellos que lo han maldecido por desesperación.

Aunque en esos momentos de tanto dolor muchos no se dieran cuenta, Dios estaba allí, en la cruz del sufrimiento de los enfermos y de sus familias, en el esfuerzo de los que querían curarles, en las lágrimas de alegría por las curaciones y en las de impotencia cuando no se podía vencer a la enfermedad. Las manos de los que se han esforzado por combatir la pandemia han sido una prolongación de las manos de Dios. Los pulmones agonizantes de los enfermos han sido los pulmones de Dios. Dios se ha hecho hombre. También Dios ha tenido el COVID.

Estamos en Navidad. La Iglesia nos invita a mirar al hijo de María, al pequeño Jesús, al Rey de la fragilidad… allí late el corazón de Dios. No, Dios no envía castigos ni males… qué padre podría desear el mal a sus hijos. Él sufre con sus hijos que más sufren y está al lado de los que se esfuerzan por humanizar la vida y luchan contra toda enfermedad y pandemia.

Hay que acoger la humanidad de Dios. En cada ser humano vulnerable y necesitado nos encontramos el latido de Jesús en Belén. En Jesús Dios se parece a nosotros y nosotros nos parecemos a Dios. En Navidad descubrimos que ya no podemos mirar a Dios sin mirar a los seres humanos.

Hoy es Navidad. Navidad es un tiempo de regalos. Regalemos humanidad. Acojamos a Jesús, acojámoslo en los que sufren y en los débiles, en las personas solidarias y en los que luchan por humanizar la vida.

Dios no envía el mal…Dios envía a un bebé en Belén para combatir el mal. Acojamos a Jesús y convirtámonos también nosotros en un regalo divino para una humanidad herida.

Feliz novedad, feliz humanidad, feliz Navidad,

JOSAN MONTULL

MI CARTA A LOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos :

Espero que al recibo de ésta estén bien. Yo, bien, gracias a Dios. Os escribo un año más para pediros aquellas cosas que más ilusión me hacen. Yo no he sido muy bueno, para qué vamos a engañarnos. Cada Enero por estas fechas me hago muchos propósitos, pero luego, con el ritmo del año, lucho contra mis defectos y limitaciones y…a veces tiro la toalla. Bueno, no obstante, un año más, intentaré cambiar.

Quiero deciros que cada vez creo más en vosotros. Si en este mundo nuestro hay cosas realmente serias son la magia y la fantasía. Por eso estáis ahí, siendo tan necesarios, tan importantes. Vuestra imagen está asociada a la ilusión y la alegría…y en eso sí que creo. Hay quien dice que los Reyes son los padres; no me lo creo; muchos padres a sus hijos les compran las cosas para entretenerlos, para hacerles callar y que no molesten; eso no es lo vuestro. Me parece maravilloso que sigáis estando ahí, alentando la ilusión en Navidad, ayudándonos a redescubrir lo mucho que hay de niños en nuestra historia. No me creo mucho que seáis reyes. Magos, sí, desde luego, pero Reyes…

Bueno, vayamos a lo nuestro, vamos, a lo mío. Para este año sólo deseo que me traigáis una cosa: Tiempo.

Tiempo. Para perderlo, saborearlo, dedicarlo a los amigos, a Dios, a la gente que quiero, a los demás. Me gustaría que me trajerais un buen saco de tiempo para no andar todo el día de un lado para otro, haciendo cosas que luego no sé muy bien para qué sirven. Creo que mis amigos necesitan de mí y yo de ellos, y a veces el tiempo ejerce de tirano impenitente y no permite que nos juntemos. El año pasado os pedí un móvil nuevo para acercarme a los amigos en estos tiempos del estrés y la distancia. Qué desastre, el móvil me inmovilizó más y más, y me distanció de la gente a la que quiero. Cuando me di cuenta, llevaba meses sin verles y me dedicaba a mandarles mensajitos electrónicos como un robot. Si me trajerais un poquito de tiempo, también podría leer algo más y aprovecharía para ir al Hospital a ver algunos enfermos amigos…hasta dedicaría una tarde para ir a ver a una vecina viejecita que hace poco se cayó y se ha roto la cadera.

Os pido el tiempo para perderlo con los niños, con los ancianos, con los sencillos, conmigo mismo. Os pido el tiempo para saborearlo despacio junto a Jesús. Cuando pienso que vosotros os pusisteis en camino hacia vete tú a saber dónde en busca del Niño Dios. Vosotros sí que lo dejasteis todo para buscarle; atrás quedaron vuestro Reinos, o Repúblicas…o Países, o lo que fuera.

Con el saco de tiempo no hace falta que me pongáis el manual de instrucciones. Ya lo tengo. La teoría ya la sé…creo que soy yo el que no se aprovechar el tiempo que tengo ahora.

Me gustaría también, si no es mucho pedir, que me trajerais acierto para acercarme a los adolescentes y a los jóvenes con los que diariamente comparto mi vida. Yo cada día soy un poco mayor…y ellos tienen un lenguaje nuevo, unas maneras distintas y un estilo diferente. Traedme confianza inquebrantable en los chavales, paciencia y mucho cariño para caminar a su lado sin hacerme pesado contagiándoles ganas de ser alegres y buenos.

Casi no me atrevo a pediros que traigáis un poco de paz, porque sé que en vuestro Oriente querido, las cosas andan chungas, las bombas mandan; parece mentira, en estos tiempos Dios está en boca de todos para justificar las tropelías de unos y otros y no podéis casi ejercer de magos en vuestra tierra ; los balcones de las casas de los niños deben estar en ruinas para dejar juguetes…y muchas criaturas han perdido la expresión y la capacidad de soñar de tal manera que dudo incluso de que vosotros, con vuestra magia y vuestros camellos cargados de fantasía, podáis renovarles la sonrisa. Vosotros tenéis experiencia de esto,, tratasteis con Herodes que provocó una masacre de criaturas…hoy son muchas las personas  de todas las edades, también niños y niñas, que tienen que huir como lo hizo la Sagrada Familia en pateras y cayucos jugándose la vida para llegar a una Europa en la que puedan refugiarse del horror. Dejadles, por favor, carbón a los que acaban con la sonrisa de los niños y niñas a fuerza de fanatismos, guerras y terror. Oro, ya lo tienen; incienso, se lo dan a sí mismos, mirra…bueno, la mirra no sé muy bien qué es.

Queridos Reyes Magos: dadnos tiempo y ganas para buscar a Jesús, como vosotros lo buscasteis, dadnos valentía para no sucumbir ante reyezuelos que, como Herodes, intentan desviarnos del camino; dadnos sentido del humor y del amor para ilusionarnos por la vida. Que veamos vuestra estrella y que nos mueva en la misma dirección a la que vosotros fuisteis y de la que salisteis renovados, cumpliendo año tras año con la hermosa misión de alegrar la vida de los niños.

En el balcón, como cada año, os dejo unas naranjas y una botella de vino para el camino. También un poco de pienso para los camellos, los pobres.

Prometiendo que el año que viene cambiaré y seré más bueno, os manda un beso con todo el cariño

JOSAN MONTULL