Salesiano, cura, profesor, licenciado en teología, twittero, educador, cinéfilo, teatrero, tertuliano, remo a contracorriente y apuesto a perder, uso el micro en la radio, el show en las tablas, la pizarra en el aula, el juego en el patio, la broma en la calle, la pluma en la prensa y todo lo que sea menester para acercar a Jesús a los chavales y construir una Iglesia sencilla y profunda donde todos puedan sentirse queridos y en casa.
Reparto: Carmen Machi, Paula Usero, Dairon Tallon, Nuria González, Pablo Chiapella, Manolo Solo, Anis Doroftei
En el inicio de los años 90 llegó a un orfanato amenazado de cierre de Madrid una religiosa, la hermana Marina, una monja avanzada en su forma de entender la vida, con una formación recibida en Francia y en Roma. A su llegada al colegio, los niños están fuera de control, pero Marina capta su atención con su carisma y desparpajo. Los chicos comienzan a mirar con curiosidad a esta nueva monja inmune a sus gamberradas. Sobre todo, Valdo, con el que Marina conecta de una manera especial. Cuando Marina descubre las escapadas nocturnas de los chavales, algo prohibido, da con la idea que cambiará para siempre El Parral: formar un equipo de fútbol.
Tras el fracaso del portero del orfanato como entrenador del nuevo equipo, la misma hermana Marina, con otras dos religiosas, se pone al frente del grupo de chavales y consigue éxitos deportivos y humanos en medio de un mundo hostil.
La película está basada en un hecho real. Uno de aquellos niños es el futbolista profesional Valdo Lópes que, tras marcar un gol con el Osasuna, se levantó la camiseta y mostro una inscripción que decía “Gracias, germana Marina”, homenajeando agradecido a la que había sido su descubridora. El film rebosa una comicidad excelente. Los valores humanos brotan a lo largo del metraje y, si bien en algún momento el lenguaje de los niños es grosero, estamos ante un film familiar que anima a la generosidad, la amistad y la superación.
Tal vez se le eche en falta a la película una mirada más profunda a las motivaciones vocacionales y religiosas que mueven a la hermana Marina para optar contra viento y marea por esos chavales tan desfavorecidos.
Los críos son espontáneos y divertidos…pero es una gigantesca Carmen Machi la que, con una frescura extraordinaria, da vida a esta arriesgada y valiente monja esclava del Sagrado Corazón, que contaba con 94 años cuando se filmó la película.
No es, ni mucho menos, una película religiosa, pero es recomendable, simpática, familiar y …llena de gracia.
Matvey Novikov, Marina Vasilyeva, Andris Keishs, Alexey Fateev
Fotografía: Mikhail Krichman
Duración: 128 Min.
La última película del realizador ruso Andrey Zvyagintsev fue nominada al óscar al mejor film de habla no inglesa. Si bien no alcanzó el premio, no dejó indiferente a nadie.
Asistimos a la historia de un matrimonio en descomposición que se maltratan sicológica y verbalmente de un modo cruelísimo. Él tiene una joven amante embarazada, preocupada de agradar a su madre en todo lo que hace. Ella tiene relaciones con un hombre acomodado, que vive en un ambiente suntuoso y es padre de una hija adolescente.
En la primera parte el film va presentando la vida de esta descomposición familiar; las discusiones, los gritos, los insultos y los reproches son oídos por el único hijo de ambos que, ahogado en lágrimas, ve cómo su vida es un estorbo para sus progenitores.
Mientras los padres se sumergen en un mundo vacío y egoísta, el niño llora escondido. A los mayores sólo les interesa su propio bienestar, sus relaciones sexuales, su deporte, su adición al móvil; no cabe duda, el hijo de 12 años se ha convertido en un obstáculo para sus apetencias hedonistas. La pareja se va degradando y el niño va sumiéndose en una dolorosa y silenciosa soledad difícilmente indescriptible.
Un día el niño se va de casa y no vuelve. La pareja tiene que unir sus fuerzas para intentar encontrar a su hijo. La policía y mediadores sociales van a ayudarles pero los padres tienen necesariamente que unirse para dar con el niño, que no aparece en ninguna parte.
En esa tensa búsqueda del hijo, los padres siguen siendo incapaces de reflexionar sobre sí mismos para encontrar qué es lo que han hecho mal; el egoísmo prevalece y ambos se echan la culpa el uno al otro cada vez que la búsqueda se hace infructuosa.
Zvyagintsev hace un relato demoledor del capitalismo inhumano que ha antepuesto el placer personal a la donación y el amor. La fotografía, opresiva y angustiosa, y la frialdad de la narración hacen de la película una obra difícil e incómoda de ver. A la vez que nos angustia la pérdida del hijo, crece un terrible rencor contra una pareja tan deplorable. Pero conforme va avanzando la narración, el espectador va tomando conciencia de que parejas así están muy cerca de nosotros.
Efectivamente, hemos ido creando una sociedad que, en aras de una pretendida libertad personal, ha convertido al amor en un estorbo para el propio crecimiento. En la exaltación de ese individualismo brutal, en la búsqueda de esa falta libertad egoísta está la raíz de todos los males en donde las víctimas suelen ser lo más vulnerables, los niños.
Los personajes van deambulando por paisajes fríos y por edificios abandonados que se convierten en símbolos de vidas vacías y existencias huecas. La calidad (que no calidez) de la fotografía es arrolladora y provoca una creciente desazón.
La película no deja indiferente, hace pensar; y hace pensar porque la historia es muy cercana. Vivimos tiempos en los que la familia, la entrega, la generosidad y el amor parecen expulsados de la vida ordinaria.
Los divorcios, las separaciones, los fracasos, la ausencia de compromiso, la violencia de género, la infidelidad, la superficialidad en las relaciones…van siendo características que definen una concepción de la vida que cada día nos está impregnado y que es presentada como moderna y progresista.
El mensaje de Zvyagintsev es terrible. Da igual la procedencia social, nos puede pasar a todos; si de la propia existencia se expulsa el amor, la vida se convierte en un deambular por paisajes vacíos en los que no se encuentra nada, ni tan siquiera a uno mismo, que necesariamente deja tras de sí víctimas inocentes, incapaces de ser reconocidas.
Dura, despiadada y difícil pero necesaria. Con una fuerza visual admirable, “Sin amor” es un retrato sombrío de una sociedad moralmente agonizante.
Las nuevas formas de terrorismo están resultando cada vez más desconcertantes y salvajes. Al hecho de que a los terroristas no les importe perder la vida, se une la utilización de medios cada vez más rocambolescos: atropellos, autoinmolaciones, disparos indiscriminados, martillazos, apuñalamientos…
Este terrorismo no elige víctimas con una relevancia política o social; lo único que busca es provocar muertes, cuantas más, mejor. Por eso los concurridos espacios se han convertido en lugares en los que la seguridad y el miedo se están incrementando.
Pero cada vez que el terrorismo saca lo peor de los verdugos, saca también lo mejor de la mayoría de las personas. Y es que las personas son fundamentalmente buenas.
Así hemos sabemos de gentes que se han apresurado a abrir las puertas de sus casas para refugiar a hombres y mujeres que huían del horror, hemos visto consolar, abrazar, a los que estaban sufriendo la pérdida de un ser querido; los hospitales ha recibido con frecuencia en de gente que hacía cola para dar sangre a los heridos de los atentados. Otros se han acercado a los heridos para estar a su lado hasta que llegaran las asistencias. Ha habido quien ha dejado su móvil, su coche, su casa…para paliar el mal que unos habían sembrado.
Es cierto que el terrorismo hace que muchas personas desconfíen de la nobleza de la condición humana. Y es que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. Pero esas expresiones de odio sin sentido no tienen que hacernos perder el norte: la gente es mayoritariamente buena.
Hoy el mundo entero se ha fijado en un español que, armado con un monopatín, se lanzó a defender la vida de una mujer que estaba siendo agredida por terroristas. Lejos de huir, corrió hacia los violentos y les plantó cara. Ignacio Echeverría murió a consecuencia de las puñaladas que recibió en esa acción.
La actitud de la familia ha sido encomiable; ni un reproche, ni una condena, sólo han tenido palabras de agradecimiento sin excepción a todos los que se han volcado: al gobierno, a la policía, a los amigos. Por más que se tardó cuatro días en identificar el cadáver de Echeverría, su familia fue capaz de agradecer con serenidad y entereza todo el esfuerzo que unos y otros habían puesto para descubrir qué había pasado con Ignacio. No buscaron responsabilidades, no solicitaron dimisiones. Simplemente agradecieron.
Echevería era un cristiano militante. En el seno de su familia fue educado en los valores del evangelio; el amor, la trascendencia, el perdón, la misericordia y la defensa de los oprimidos, características del mensaje de Jesús de Nazaret, los había asimilado por la ósmosis de la transmisión en casa, de la participación en la Eucaristía y de la militancia en un grupo de Acción católica de Adultos. Su actuación el día de su muerte fue el signo de una coherencia extraordinaria con el credo que profesaba.
A Ignacio le han llamado el héroe del monopatín. Creo que es hoy una referencia, un símbolo de tantos y tantos hombres y mujeres que, armados de sencillez se encaran con la fatalidad para salvar la vida de otros. Ahí les tenemos, educadores y educadoras, monitores y monitoras de tiempo libre, voluntarios y voluntarias, ONGs, organizaciones solidarias, profesionales de la sanidad, del periodismo y de muchas disciplinas que se desviven entre refugiados y víctimas, parroquias que acogen a indigentes y mendigos, misioneros y misioneras que dejan todo y van a vivir donde nadie quiere vivir, jubilados que regalan su tiempo a causas justas…Son gente buena, personas que entienden la vida desde la donación, la entrega y la generosidad.
No, la perversión del terrorismo no podrá hacernos dimitir de nuestra condición humana. Podemos ser buena gente…hay mucha buena gente…héroes de la bondad cotidiana, capaces de echarle valor y amor a la vida, enarbolando el corazón…como quien desafía la fatalidad blandiendo con orgullo un monopatín.
Josan Montull
"De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas" …de los cuchillos, monopatines. Gracias Ignacio por tu salto más espectacular. pic.twitter.com/uWg9KHvnLW
Guion: Peter Jackson & Guillermo del Toro; basado en el libro de J.R.R. Tolkien.
Producción: Peter Jackson, Carolynne Cunningham,
Zane Weiner y Fran Walsh.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Andrew Lesnie.
Montaje: Jabez Olssen.
Diseño de producción: Dan Hennah.
Casi como si de una tradición navideña se tratara, llega en Diciembre una película inspirada en el universo mágico del católico escritor inglés JR Tolkien. Como en su predecesora y como en la trilogía de los anillos, dirige el neozelandés Peter Jackson.
La película continúa la aventura de Bilbo Bolsón,(Martin Freeman) junto a Gandalf (Ian McKellen) y trece enanos, guiados por Thorin Escudo de Roble, en su difícil misión de reconquistar la Montaña Solitaria y Erebor, el reino perdido de los enanos. A lo largo del viaje tendrán que luchar contra un enjambre de arañas gigantes en el traicionero Bosque Negro, liberarse de la prisión de los elfos, llegar a la triste Ciudad del Lago y entrar en la Montaña Solitaria donde tendrán que hacer frente al devastador dragón Smaug.
Nos encontramos ante una película importante. Jackson consigue crear un clima mágico extraordinario a través de decorados, ambientes y paisajes que tan pronto retratan belleza como desolación o magia. Hay una perfección técnica magnífica. La fotografía, rodada a 48 imágenes por segundo (en lugar de las habituales 24), tiene una calidad y nitidez espectaculares. Su formato digital dota a toda la obra de una perfección técnica absolutamente deslumbrante.
La aventura es trepidante y, si bien tiene algún momento en que la acción se ralentiza en exceso, hay una agilidad de ritmo que supera con mucho a su antecesora. Aunque el espectador que no haya leído a Tokien pueda en algún momento sentirse confundido ante tanta persecución y tantas huidas, el ritmo consigue atrapar y apasionar en la correría épica que se nos describe.
Junto al peligroso viaje de los enanos, se van abriendo tramas menores que tienen su interés. Así conoceremos la historia de los elfos Legolas (Orlando Bloom) a quien ya vinos en “El señor de los anillos” y su tímido romance con Tauriel (Evangeline Lylli); también seguiremos la búsqueda del nigromante que hace Gandalf en medio de peligros.
Si alguna objeción hay que hacerle al film es que su metraje es excesivo. Jackson hizo brillantemente la trilogía de los anillos llevando a la pantalla tres voluminosos libros en los que Tolkien describía la historia de la Tierra Media y la búsqueda del anillo para obtener la paz. Pero ahora, y tal vez animado por el éxito del “Anillo”, vuelve a hacer una trilogía pero de un solo libro “El hobbit” que, además, es mucho más breve que cualquiera de los otros tres. Allí es donde el director estira y estira un argumento que no da más de sí para narrar con una técnica apabullante una historia que no da para tanto (la secuencia del encuentro con el dragón es excesivamente larga y reiterativa). Pero de nuevo la calidad fotográfica, musical y el montaje sincopado, atrapan al espectador fascinándolo por lo que está viendo…aunque en ocasiones se nos cuente poco.
A la historia no le faltan valores éticos: el sacrifico por el bien común, el grupo como lugar comunitario en donde uno se apoya y se conoce a sí mismo, la grandeza que nos aporta la entrega a los demás, la importancia del trabajo en equipo, la alegría de ser responsable, la generosidad y la búsqueda incansable de la libertad. Nuestros héroes, por más que pertenezcan a especies mágicas y fantásticas, retratan lo mejor de los humanos y su comportamiento moral es una constante en medio de tantas dificultades.
El film termina con las imágenes del malvado dragón lanzándose contra la ciudad para destruirla. La aventura continúa, la épica de los enanos buscando la paz no ha terminado, la intriga está servida, la operación comercial, también, puesto que las tres partes se rodaron de vez. “El hobbit: partida y regreso” está ya en avanzada fase de postproducción. Habrá que esperar al próximo 17 de Diciembre para conocer la conclusión de esta apasionante aventura.