El libro de la selva

Cachorros de hombre: EL LIBRO DE LA SELVA

Película: El libro de la selva.

Título original: The jungle book.

Dirección: Jon Favreau.

País: USA. Año: 2016.

Duración: 105 min.

Género: Aventuras.

Reparto: Neel Sethi (Mowgli).

 

La novela “El libro de la selva” de Rudyard Kipling ha sido llevada a la gran pantalla en diversas ocasiones. Desde la primera versión dirigida por los hermanos Korda en 1942 y protagonizada por el entonces popular actor Sabú, han sido varios los directores que se han atrevido con la historia del joven Mowgly que, abandonado en la selva, es criado entre lobos y acogido como un animal más en la fauna de la floresta.

La versión más celebre es la versión en dibujos animados de 1967. Fue la última película dirigida por Walt Disney y sus imágenes y canciones han pasado ya a la memoria colectiva haciendo que todos conozcan la historia y las canciones del film.

Esta vez es el realizador John Fabreau, director de varios films espectaculares de aventuras, el que toma la batuta para darnos la que quizás sea mejor versión de la obra de Kipling.

Fabreau ha tenido el mérito de rodar una obra en la que la imagen digital es absolutamente extraordinaria y se funde perfectamente con la imagen real.

Los paisajes, los árboles, las fuerzas naturales, los animales, todo tiene un realismo fuera de serie. Sólo el personaje de Mowgli es real. El joven Neel Sethi, seleccionado en un casting con miles de niños, da vida a este niño casi entrado en la adolescencia que se interroga sobre sí mismo conforme va creciendo.

Ya en los primeros minutos, Fabreau nos sumerge en un vértigo bellísimo de carreras y aventuras en plena naturaleza. Esas primeras imágenes con un ritmo impetuoso son el prólogo de un film que no da tregua. Todo el metraje va a mantener esa tensión brutal que sumerge al espectador en una historia fascinante.

Pero, contra lo que podríamos pensar, no es ésta una obra vacía y pueril; la película ahonda en temas serios: el crecimiento, la amistad, el valor de la naturaleza, el ligar de cada cual en la vida…y están tratados con la sintaxis de un cuento pero con seriedad y madurez.

Por eso “El libro de la selva” no es una película infantil, es –eso sí- una película parta niños, para jóvenes y para adultos. Todos disfrutarán de esta historia. En cada animal que aparece iremos descubriendo, con los ojos tan abiertos como los de Mowgli, actitudes que tenemos los humanos en nuestro vivir cotidiano. Entre nosotros hay embaucadores como la serpiente Ka, buenazos como el oso Baloo, racistas y excluyentes como el tigre Shere Khan que arrastra las cicatrices de hombre, buenos compañeros como la pantera Bagheera, personas profundas y nobles como el lobo Akela, caprichoso y déspotas como Loui, el rey mono.

En esa fauna estamos reflejados cada uno de nosotros. Todos tenemos algo de las actitudes son que encarnan esos animales.

En la selva va descubriendo Mowgli el valor de la amistad, de la familia, de la riqueza de la diversidad, del sentido de dar la vida por los demás y del sinsentido del egoísmo y la violencia. Como Mowgli, todos somos cachorros humanos necesitados de abrir los ojos y de aprender.

Estamos, pues, ante una obra excelente, el tratamiento no sólo técnico sino también narrativo del film hace de este nuevo Libro de la Selva una autentica gozada. La música, el paisaje, los diálogos divertidos y el realismo espectacular son absolutamente deslumbrantes. Y todo al servicio de una historia que se nos antoja exquisitamente humana.

No lo duden, vayan a verla. Ideal para ver en familia y para reflexionar sobre el lugar que ocupamos en nuestra fauna humana.

JOSAN MONTULL

http://www.youtube.com/watch?v=B8hcEeMiqs8

El pasado

Todos somos culpables: EL PASADO

Película: El pasado. Título original: Le passé.

Título internacional: The past.

Dirección y guion: Asghar Farhadi.

Países: Francia e Italia.

Año: 2013. Duración: 130 min.

Género: Drama.

Interpretación: Bérénice Bejo (Marie)

, Tahar Rahim (Samir), Ali Mosaffa (Ahmad),

Pauline Burlet (Lucie), Elyes Aguis (Fouad).

Producción: Alexandre Mallet-Guy.

Montaje: Juliette Welfling.

El director iraní Asghar Farhadi triunfó hace unos años con el film “Nader y Simin, una separación”, en el que trataba el difícil tema de la familia y las separaciones con toda la carga de dolor que éstas van dejando. Con “El pasado” retoma el mismo tema y lo aborda con otra mirada: la de las causas que llevan al desamor y las consecuencias que provocan las rupturas.

Tras cuatro duros años de vivir separados, Ahmad regresa desde Teherán a París, a petición de Marie, su esposa francesa, para empezar con los trámites de su divorcio. Puesto que no se ha reservado ninguna plaza hotelera, Ahmad tiene que hospedarse en su antigua casa, en la que su ex esposa ha vuelto a organizar su vida. Marie vive con otro hombre, Samir, que está en la casa con su hijo Fouad, de cinco años. En realidad la esposa de Samir está en coma desde que meses antes intentó suicidarse y la relación con Marie le sirve para atenuar el dolor de la enfermedad de su esposa.

En la casa, también hay otras dos niñas, Lea y la adolescente Lucie, hija de Marie y fruto de la rekación de ésta con otro hombre que vive ahora en Alemania. Cuando Ahmad llega a la casa descubre la relación conflictiva que Marie tiene con su hija, Lucie. Ahmad intentará con todas sus fuerzas mejorar esta relación pero también dará a conocer el pasado secreto que ha escondido durante todos estos años.

Una vez en la casa, se pone al descubierto la dura situación familiar y ya no hay escapatoria. La confluencia de personajes heridos y relacionados entre sí, que comparten pasado y desamor va urdiendo una situación en la que mirar atrás es imprescindible.

Y allí surge lo terrible: todos tienen motivos para pedir perdón, todos han cometido errores terribles que cuesta reconocer, todos ha sido egoístas. La película va explorando todos los rincones oscuros de ese pasado, de los porqués de los adultos para engañarse y ser infieles y de las heridas profundas que les deja a ellos y a sus hijos.

Con una sobriedad impecable, Farhadi va narrando una historia utilizando la cámara, la fotografía sin brillo y el trabajo de los actores, de un modo contenido y admirable. No hay efectos especiales ni grandilocuencias, no hay siquiera un melodrama lacrimógeno, hay –eso sí- la historia muy bien contada de un drama humano, tan inmenso como frecuente. El espectador se va adentrando poco a poco en la desdicha y en el pasado de los personajes. El director, sin música y con el ruido de fondo de los coches y los trenes, va tomándose su tiempo para explicarnos la trama en la que se ven envueltos estos personajes.

Los lugares cotidianos se convierten en escenarios donde examinar la conciencia: la cocina, el coche, el baño, el bar…Conforme se va avanzando en el reconocimiento de la propia culpa y vamos conociendo las causas del drama, los personajes tienen la tentación permanente de huir, de la casa, de la esposa, de la madre, de los hijos…de sí mismos. Pero hay, a la vez, una necesidad de escucharse una y otra vez. Quieren

pedirse perdón, y no lo saben hacer, quieren ser felices pero no aciertan. Marie está esperando un hijo, pero la esposa de Samir se está muriendo.

En medio de tanto desatino están los niños. Su mirada y sus lágrimas manifiestan que están sufriendo desamparo y sintiéndose perdidos. Pero estos hijos de la infidelidad son a la vez víctimas y verdugos de la situación. Fouad manipula a su padre y a Marie para hacer lo que quiere, es caprichoso y reclama la atención provocando el desconcierto y el disgusto de sus mayores. Lucie tiene escondido un acto que ha desencadenado un drama enorme y que golpea sin piedad a los adultos que le han hecho daño.

La maleta extraviada y rota de Ahmad se convierte en un símbolo de esas vidas de ida y vuelta, rotas, perdiendo contenido a cada paso. Es como si Asghar Farhadi nos dijera una y otra vez que la familia, como la maleta, no hay que soltarla de la mano, que hay que asirla con fuerza, que hay que acompañarla y no puede dejarse olvidada porque acaba rompiéndose.

En la última escena, Samir se pone en el Hospital el perfume que le gustaba oler a su esposa, y se acerca a ella para estimular cualquier resquicio de amor en aquel cuerpo que vegeta conectado a las máquinas. En ese plano escuchamos música por primera vez en el film. Es una llamada a la esperanza, a buscar el pasado no para recriminar sino para arrepentirse, a acercarse al otro con el mejor de los perfumes para decir “te quiero” y pedir perdón, a creer que el amor, cuando se cuida, puede resucitar…

En una época como la nuestra, en la que la fidelidad no es un valor en alza y en el que las separaciones, el divorcio y las rupturas sentimentales están a la orden del día y tienen una cierta pátina de modernidad, “El pasado” aparece como un film valiente, humano y hermoso, que hay que ver con calma y con ganas de aprender. Una película, en fin, que es una magnífica lección de buen cine.

JOSAN MONTULL

Cuando todo está perdido

Con el agua al cuello: CUANDO TODO ESTÁ PERDIDO

Título original: All is lost.

Dirección y guion: J.C. Chandor.

País: USA. Año: 2013. Duración: 106 min.

Género: Drama.

Interpretación: Robert Redford.

Producción: Neal Dodson y Anna Gerb.

Música: Alex Ebert.

Fotografía: Fran G. DeMarco.

Montaje: Pete Beaudreau.

El Cine nos ha traído en ocasiones historias de supervivencia de hombres y mujeres que, en situaciones de soledad y aislamiento han tenido que superar mil dificultades para sobrevivir en entornos desconocidos y llenos de peligros. John Boorman en “Infierno en el Pacífico” colocaba en plena segunda guerra mundial a un soldado japonés junto a otro norteamericano en una isla desierta. Robert Zemeckis en “Náufrago” contaba la historia de un ejecutivo que llegaba tras un accidente aéreo a una isla desierta. Alfonso Cuarón en la reciente y excelente “Gravity” ha contado la historia de una pareja perdida en el espacio.

Llega ahora a nuestras pantallas “Cuando todo está perdido”, un film de J.C. Chandor, protagonizado por el veterano Robert Redfort, que interpreta a un hombre perdido en alta mar.

En un viaje solitario a través del Océano Índico, un hombre despierta sobresaltado por el impacto de su velero que ha colisionado  con un contenedor que flota a la deriva. Pronto se apresta a repararlo con gran experiencia marinera, haciendo un gran esfuerzo a pesar de su edad avanzada. Pero cuando todo aparentemente vuelve a la calma, llega una tormenta que inutilizará definitivamente la nave y haciendo que su vida quede a merced de la mar, los tiburones, la falta de agua y la comida cada vez más escasa. Todo esto provoca que el hombre afronte una historia de supervivencia brutal en la que deberá enfrentarse contra todos los elementos y contra sí mismo para eludir la muerte, que se va haciendo cada vez más próxima.

Nos encontramos ante una película que tiene ante sí un reto difícil: construir una historia con un único personaje y con el único escenario de una barca y luego un bote en alta mar. No se nos dice quién es este hombre, no sabemos por qué viaja solo y cuáles son sus intenciones, ni siquiera sabemos cuál es su nombre. Sólo vemos que es un hombre, un ser humano en la más angustiosa de las soledades que implican una denodada lucha para salvar su vida.

Al ser el espacio tan reducido, la acción no es espectacular. El dramatismo de la historia se va centrando en la dosificada sucesión de dificultades que el hombre va a tener que superar: reparar, la barca, la radio, buscar agua potable, consultar mapas, ir desde al bote a la barca a punto de hundirse para rescatar alimentos, pescar, curarse una herida abierta…cada uno de esos problemas son presentados con la fuerza heroica de una aventura para salir con vida.

Y con todos estos ingredientes narrativos, que pueden parecer insuficientes para construir una historia, la película engancha y mantiene al espectador atento a todas las vicisitudes que tiene que afrontar nuestro hombre. Dos son, a mi modo de ver, las herramientas de esta habilidad. En primer lugar, una banda sonora excelente, que consigue contagiar una sensación de soledad física y humana sobrecogedora. No hay una orquestación estridente propia de un film de aventuras; oímos las olas, el chapotear del agua tranquila, los ruidos inquietantes de la barca…mientras la música subraya inteligentemente el horror de la proximidad de la muerte en la inmensidad del océano.

En segundo lugar, la extraordinaria actuación de Robert Redford. Resulta increíble que este actor, con 77 años a sus espaldas, afronte un papel tan complicado. Él sostiene el peso de toda la película. Sin diálogos, Redford consigue mantener una fuerza dramática incontestable. El actor llena absolutamente la pantalla. Su rostro arrugado es capaz de transmitir el dolor, la contrariedad, la preocupación, el miedo y el afán de supervivencia de un hombre en una situación extrema.

El director J.C. Chandor ha hecho una brillante película en la que no hay en la película grandes reflexiones sobre el sentido de la vida y la trascendencia. Nos encontramos, eso sí, ante una historia apasionante sobre la lucha del ser humano por sobrevivir.

Será difícil olvidar esta historia tan dramática y potente y original. Será imposible olvidar al anciano Redford dando vida magistralmente a un hombre sin nombre empeñado en demostrar que “Cuando todo está perdido” la grandeza del ser humano le impide rendirse.

 JOSAN MONTULL