CARIBEÑAS

Durante un mes he estado en las Antillas. He visitado la República Dominicana y Cuba. Sus paisajes y sus playas son ciertamente maravillosos y no me extraña que ambos países se hayan convertido en lugares turísticos con un reclamo extraordinario.

Cuando iba anunciando que me iba a estos países, los comentarios generalizados hacían alusión a un turismo sofisticado y glamouroso: Punta Cana, Baradero, Resort, mojitos, playas vírgenes, relax…por no hablar de las ironías con respecto a la belleza de las mujeres caribeñas, las mulatas y demás. Recordé la canción de Sabina en la que decía “…mulatonas caribeñas que…ponen a la peña de pie…”.

Lo cierto es que mi estancia en las Antillas no respondía a ningún interés turístico sino a la petición que un año antes me habían formulado animándome a vivir una experiencia en la que tenía que compartir la fe y la vida con religiosas que estaban entregando la vida en ambientes poco favorecidos. Así las cosas, después de preparar concienzudamente mis intervenciones, charlas y ponencias, y con un cierto susto en el cuerpo, crucé el charco.

En mi estancia pude comprobar emocionadamente que la Iglesia de las periferias de la que habla Francisco es una realidad punzante en la América Latina.

Conocí a hermanas dominicanas que, ataviadas con su hábito blanco, se paseaban como ángeles en barrios de niños semidesnudos mientras repartían sonrisas, besos y saludos, multiplicaban bendiciones y se detenían y charlaban con muchas personas. Estas mismas mujeres animaban el “Proyecto Canillitas” para sacar a las niñas de la calle y darles ternura, educación y futuro.

Escuché absorto el relato de hermanas portorriqueñas que contaban emocionadas cómo, tras el huracán María que se llevó la vida de 5.000 personas y dejó sin hogar a miles de familias en ese país, decidieron abrir las puertas de su escuela y su casa a la gente, para acogerles sin límites y cuidar de los niños, compartiendo totalmente su vida con personas que lo acababan de perder todo, desviviéndose por traducir el amor en gestos concretos, asombrando a los soldados americanos que acudieron a auxiliar al país y que vieron en aquellas mujeres una valentía extraordinaria.

Y conocí luego en Cuba a hermanas que han llegado a la isla de muchos países: Polonia, España, Chequia, Venezuela, México…y comparten la pobreza de tantos hombres y mujeres que, en medio de un calor sofocante y de carteles grandilocuentes con soflamas revolucionarias, se esfuerzan por arrebatarle a la vida una rendija de luz. Allí las hermanas cuidan de niños y niñas pequeños cuyos padres tienen que salir diariamente a buscarse la vida. Ellas acogen, sonríen, protegen…aman. El sistema político poco les permite hacer…pero nadie les impide amar y ser samaritanas de los pobres. Hay entre esas mujeres doctoras en música, biólogas, pedagogas… Un buen día, fascinadas por el evangelio, decidieron cambiar de aires, decir adiós a sus familias y países, y entregar la vida para compartirla con los más desheredados.

Descubrí en ellas, además, una profunda alegría que contrastaba con la frugalidad de las comidas y el trabajo incesante de cada día. Fui testigo de cómo compartían la pobreza con todos y acogían sin preguntar.

Me emocioné cuando, al llegar a las siete de la mañana, a celebrar la Eucaristía en un barrio humildísimo de una ciudad costera, la gente se saludaba y besaba (también a mí) antes de comenzar la celebración, rompiendo así protocolos y formalismos litúrgicos. Para llegar a la capilla aquella feligresía había tenido que transitar por calles con casas desvencijadas y cloacas al aire donde los mosquitos campaban a sus anchas chapoteando en aguas fecales combatiendo quizás el sofocante calor del trópico.

Yo había ido a predicar, qué ironía, y aquellas mujeres me estaban hablando del Dios de Jesús sólo con el testimonio de sus vidas.

No puedo hablar, sólo faltaría, de las misioneras, la Iglesia de la América Latina y de todas esas cuestiones, no he tenido tiempo de vivirlo. Pero les puedo asegurar que ese mes en las Antillas me ha hecho descubrir un poco más mi mundo. Hoy veo muchas de las realidades cotidianas de mi historia y mi país con una cierta ironía. Las mediocridades políticas de nuestros partidos se me antojan irresponsables; muchas (que no todas) proclamas feministas, hoy tan en boga, las veo aburguesadas y de diseño; la educación de nuestros hijos me parece leguleya y poco comprometida; la realidad de nuestra Iglesia se me muestra trasnochada y conservadora; nuestras celebraciones religiosas las percibo más frías y desvitalizadas que antes; la masculinidad eclesial la intuyo ahora más indefendible y anacrónica; los viajes turísticos a países pobres que ocultan al extranjero la indigencia, me parecen sencillamente impúdicos. 

Hoy, más que antes, veo que la fe no es solamente una creencia hermosa; estoy convencido de que o la fe se hace vida y trastoca la propia historia o no deja de ser un refugio piadoso para ir aguantando una existencia mediocre. 

Algo ha cambiado en mí. La visita a mis hermanas salesianas de las Antillas no me ha hecho entender esos países –Dios me libre de tal pretensión- pero sí ha hecho que me interrogara sobre el mío, sobre mi propia vida y sobre mi propia fe.

Han sido esas caribeñas, sí; esas mujeres aventureras y apasionadas, que, convencidas de que el amor trasforma la Historia, se han lanzado a la aventura de amar contra viento y marea iluminadas por la Cruz.

Tenía razón Sabina con lo de las “mulatonas caribeñas que ponen a la peña de pie”. Esas mujeres, afroamericanas algunas, caribeñas todas –de nacimiento o de adopción- han conseguido ponerme de pie… emocionado y de pie.

Muchas gracias por su testimonio. Gracias por seguir ahí. Gracias hermanas.

JOSAN MONTULL

(26-7-2019) Artículo publicado en el Diario del Altoaragón: https://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasDetalle.aspx?Id=1173845

MUJERES

La reciente celebración del día internacional de la mujer me ha hecho pensar, como cristiano, en la realidad que vivimos en este tema en el seno de la Iglesia.

No es una exageración decir que las religiones monoteístas tienen importantes rasgos machistas. La Historia, la tradición, la cultura…vete tú a saber por qué, lo cierto es que las mujeres en estas religiones han llegado a ser personas con mucha menor capacidad de decisión colectiva que los hombres. La misma Iglesia, tan avanzada en muchos temas, tiene en el tratamiento de la mujer una situación anacrónica difícilmente comprensible en el mundo de hoy. Paradójicamente, las mujeres en el cristianismo manifiestan una mayor fidelidad y protagonismo que los hombres.

Todo esto es además más extraño porque en los evangelios las mujeres aparecen con una mayor capacidad de seguimiento y compromiso que los hombres, más llamativa, si cabe, porque los tiempos de Cristo eran abiertamente machistas y consideraban a las mujeres como seres con mucha menos dignidad que los hombres.

Los mismos rabinos, por ejemplo, rezaban diariamente una oración que decía “Gracias, Señor, por no haberme hecho mujer”. La menstruación femenina era consideraba por la Religión como un hecho que hacía que las mujeres estuvieran permanente en una situación de impureza. Incluso en lengua hebrea no había en femenino para los adjetivos “justo”, “santo”, piadosos”…ya que se consideraban cualidades exclusivas de los hombres.

En un contexto así, la narración evangélica es absolutamente inaudita.

En María de Nazaret ya se rompen los estereotipos de la época; María acepta ser madre de Jesús y se compromete radicalmente con Dios. Y toma esta determinación sin pedirle permiso a su novio, sin ni siquiera consultarle; le comunica, eso sí, la decisión tomada pero sin pedir permiso a ningún varón para elegir su forma de vida.

Jesús tuvo una relación con las mujeres absolutamente rompedora y provocativa porque las trató con la misma dignidad con la que trataba a los hombres.

La samaritana, por ejemplo, siendo de otra raza, cultura y religión, teniendo un pasado sentimental más bien turbio, acogió el mensaje de Jesús, con el que dialogó abiertamente en público (cosa totalmente prohibida por la Ley) y anunció eficazmente a los suyos que ha encontrado al Mesías.

Las mujeres son también puestas como modelo de fe en alguna ocasión; así Jesús alabó públicamente la fe de la pobre anciana que echó lo poco que tenía en el cepillo del Templo dejando en segundo plano la prepotencia de los hombres ricos que echaban mucho dinero para ser vistos.

También hablan los evangelios de mujeres que formaban parte del grupo de Jesús y que le seguían siendo sus discípulas.

Además Jesús llega a impedir la lapidación de una mujer a la que habían encontrado con un hombre que no era su marido. Jesús se pone en medio, desafiando la Ley de Moisés y el la ira de aquellos justicieros de Dios y les avergüenza. Acoge a la mujer que había estado a punto de morir y la anima a creer en sí misma y a caminar con la dignidad que merece.

Pero lo que más llama la atención es que al pie de la cruz de Cristo hay tres mujeres y sólo un hombre, el joven apóstol Juan; allí están María de Nazaret, María de Cleofás y María Magdalena…el resto, los apóstoles, se han perdido por el camino, han desertado, incluso de la vida, o han negado a Jesús.

No queda ahí la cosa, dos días después los evangelistas dicen que las primeras personas que se acercan a la tumba de Jesús y salen a proclamar su resurrección son también mujeres. Esto es si cabe más sorprendente porque en aquellos tiempos la palabra de las mujeres no tenía ninguna validez legal.

Así pues se puede decir que el evangelio es abiertamente feminista e inclusivo en un contexto cultural en el que la mujer no tenía prácticamente ningún derecho.

Todo esto entra en un profundo contraste con la realidad actual de nuestra Iglesia. Como cristiano, creo que deberíamos reflexionar muy seriamente este tema. Sueño con una Iglesia en la que mujeres y hombres tengamos los mismos derechos y la misma capacidad de ejercer los ministerios. Cada paso que vayamos dando en esta dirección nos hará ganar credibilidad en un mundo en el que lo religioso es muchas veces irrelevante…y si surgen dudas, no tenemos más que mirar a los evangelios.

JOSAN MONTULL

ABUELOS Y ABUELAS

Abuelos y abuelas

Existen los abuelos. Los encontramos en muchas casas, en muchas familias, en muchos ambientes. Han acumulado años de historia, de vida, de sinsabores y esperanzas y aguantan el tipo con dignidad. La edad, canalla, les juega malas pasadas, y lo que antes eran reflejos rápidos y pasos decididos se convierten ahora en gestos tímidos y torpes, cargados de poesía y de profunda humanidad.

Un día, hace mucho tiempo, empezaron a hablarles de Dios a sus hijos. Era algo natural, sencillo. El ambiente y la vida de aquellos años favorecía una fe que la ósmosis transmitía. Fueron contando historias de Jesús, de su bondad y su amor, del drama de la cruz y de la alegría de la resurrección. Acompañaron a los hijos a su primera comunión con la ilusión a raudales e hicieron una fiesta sencilla, con canelones y pollo como manjar. Guardan la foto en la mesilla de noche y en el corazón. Se sentían orgullosos al ver a sus pequeños en la misa haciendo de monaguillos, muy formalitos ellos.

Y los más de ellos les llevaron al altar. Se emocionaron y recordaron en la Iglesia a los seres queridos que ya no estaban mientras celebraban la boda de sus retoños. Otros, sin entender el mundo que les tocaba vivir fueron al Juzgado o al Ayuntamiento y tuvieron que renovar la fe en sus hijos como la tenían en Dios del que tanto les habían hablado.

Y un día sus hijos les hicieron abuelos. Y el cariño, la ternura y el amor se renovaron con los hijos de sus hijos. Se estremecieron cuando los tomaron en brazos y, casi sin quererlo, les hicieron la señal de la cruz en la frente.

Sufrieron porque el bautismo de los nietos parecía que no iba a llegar nunca. Por fin, llegó, y renovaron la ilusión. Se desconcertaron al ver un banquete desmedido y un ambiente en el que en la fiesta se hablaba más del vino que de Jesús.

Y fueron creciendo con sus nietos. Y pasaron con ellos muchas horas, cuidando, acompañando, amando. Y siguieron testimoniando la fe. Volvían a hablar de Dios, de la Virgen, de los Santos…les empezaron a acompañar a la Iglesia, pero no daba la sensación de que a los padres de las criaturas les hiciera mucha gracia.

Y llegó la comunión de los nietos. Volvieron a encontrarles ante el altar, rodeados esta vez de fotógrafos y de cámaras…y en el Restaurante llenaron de agasajos y regalos a las criaturas en una fiesta en la que no faltaron los animadores y los agasajos.

Y, de nuevo, los padres de aquellos retoños se acomodaron en el silencio. Dios no aparecía en la casa…Los nietos crecían en medio de la indiferencia religiosa de sus progenitores. Y allí estaban los abuelos, volviendo a hablar de Dios, cada vez con la voz más queda y frágil. Aunque las criatura, más creciditas, les decían “abuelo, abuela…ya nos lo habéis contado”.

Existen los abuelos. Son héroes callados que anuncian a tiempo y a destiempo a Jesucristo en medio de un ambiente con frecuencia hostil o indiferente. Rezan, animan, acompañan, aman, dan, se emocionan…y testimonian a Jesús de Nazaret. Sus nietos son su parroquia, su testimonio es su predicación.

Cuando tantos educadores de la fe se desaniman, cuando los llamados agentes de pastoral quieren tirar la toalla, cuando tantos educadores cristianos ya no saben cómo hablar de Dios, el testimonio silencioso de los abuelos y abuelas se convierte en una lección de fidelidad extraordinaria.

Bendita Iglesia, que en estos hombres y mujeres tiene unos militantes extraordinarios.

Josan Montull

¡Muchas felicidades a todos los llamados Joaquín y Ana, y a todos los abuelos del mundo!

Ignacio de Loyola

Militante en la brecha: IGNACIO DE LOYOLA

Dirección: Paolo Dy y Cathi Azanza

Música: Ryan Cayabyab

Fotografía: Lee Meily

Reparto: Andreas Muñoz, Javier Godino,

Julio Perillán, Gonzalo Trujillo,

Isabel García Lorca, Lucas Fuica,

Mario de la Rosa,

Producción: Jesuit Communications Foundation

Filipinas 2017

 

El género hagiográfico sobre los santos ha gozado de gran popularidad incluso en estos tiempos. Muchos de estos films han sido seguidos por miles de fieles cristianos que han saboreado la grandeza de la vida de creyentes que les han precedido. También personas sin fe en la Trascendencia han experimentado en estas películas el placer del acercamiento a vidas de una grandeza ética extraordinaria. Cineastas clásicos como Dreyer o Rosellini, cineastas actuales como Joffe o Cavani han abordado desde perspectivas muy distintas la vida de estos grandes personajes de la Historia.

Con frecuencia muchos de estos films han sido utilizados en ámbitos escolares o parroquiales con más fines catequísticos que artísticos.

Este “Ignacio de Loyola” se presenta como una película difícil y profunda, más para ser degustada por espectadores iniciados en lo religioso o filosófico que para niños o jóvenes catecúmenos.

La película comienza con la infancia de Íñigo, marcada por un padre exigente y por la muerte de su madre y de un hermano. El afán de nobleza y de aventuras lleva al joven Loyola a una vida militar licenciosa, lejos de Dios y con una importante ausencia de moral. El honor, las batallas, los placeres banales y la victoria sobre el enemigo son los únicos motores de su vida.

Cuando en la batalla de Pamplona el joven es herido gravemente en una pierna, su vida se sume en el sinsentido y el vacío. Postrado en una cama y sintiéndose tullido, los supuestos valores sobre los que había edificado su vida se le antojan vacíos e insensatos. La reflexión del pasado, el remordimiento y el arrepentimiento marcarán un itinerario moral que le llevará a la búsqueda de una vida auténtica y a un compromiso con el Evangelio que por coherencia le hará afrontar los calabozos de la misma Inquisición.

Los filipinos Paolo Dy y Cathy Azanza codirigen este ‘biopic’ protagonizado por actores españoles a cuya cabeza está Andreas Muñoz que interpreta convincentemente a un Ignacio atormentado y buscador.

Hay en el film dos partes bien diferenciadas; en la primera, el joven militar vive aventuras bélicas y seductoras con una rapidez vertiginosa. Cuando los cañones franceses abren una brecha en las murallas de Pamplona, el joven e idealista soldado se pone en medio de la brecha para intentar frenar al enemigo. Está parte del metraje está marcada por una evidente falta de presupuesto que deja escenas como la batalla de Pamplona con una gran pobreza visual. Quiere aquí ser una película de aventuras que no acaba de enganchar y ser creíble por una producción muy escasa.

La segunda parte narra el periplo existencial de la conversión de Ignacio. En esta parte el film gana mucho y resulta ser mucho más convincente. Los directores nos dan a conocer que acoger el misterio de Dios en la propia vida es una batalla mucho más difícil que las que se libran con la espada y las armas de fuego. Tener que combatir contra uno mismo y contra la misma Iglesia a la que se ama no es sencillo.

Las voces en off del propio Ignacio, las reflexiones filosóficas y teológicas en voz alta, el juicio al que es sometido y que termina haciendo que los propios jueces se sientan juzgados…todo este itinerario moral y religioso está relatado con interés e inteligencia. Las imágenes recurren a la metáfora y a una plástica con efectos especiales bien construidos.

Ignacio irá descubriendo que ser cristiano es formar parte de otra milicia. La redención por la fe no se obtiene por una obcecación personal…pasa por la Iglesia, por más que ésta viva mil contradicciones. “No somos enemigos, estamos en el mismo bando” le dice Ignacio a uno de los inquisidores.

Interesante y más que correcta esta propuesta cinematográfica en torno a la vida de San Ignacio. No es una película de estampita…no es una hagiografía al uso; es el retrato de la conversión tormentosa de un hombre que fue capaz de revolucionar la vida de la Iglesia desde un amor crítico y desde una propuesta espiritual valiente y comprometida.

La brecha que en esa época se abría en la Iglesia era mucho más grande que la que había en la destruida muralla de Pamplona. En esa brecha, como en la de la capital navarra, se planta Ignacio para hacer frente con su vida a un estilo cristiano intolerante y prepotente que amenazaba la identidad de la comunidad cristiana.

Aquí sí acierta el film presentándonos a un Ignacio, herido pero erguido, cansado pero en pie, militante en la brecha para defender la vida de la Iglesia con las armas de la inteligencia, de la espiritualidad y del amor.

JOSAN MONTULL

Para más información podéis visitar la web de la pelicula :  http://www.peliculaignacioloyola.es/

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