El pan de la guerra

Una flor en el inferno: EL PAN DE LA GUERRA

Dirección: Nora Twomey

Guión: Anita Doron, Deborah Ellis. Libro: Deborah Ellis

Música: Jeff Danna, Mychael Danna

Género: Animación

País: Irlanda 2017

Los recientes y tristes acontecimientos de Afganistán me invitan a revisar un film que, a pesar de tener cuatro años, reviste una penosa actualidad.

Parvana es una chica de once años que vive en la capital de Afganistán, Kabul, durante el periodo de dominio de los talibanes. Al ser su padre detenido, los miembros de la familia se quedan sin recursos y, debido a que las mujeres tienen prohibido ganar dinero, deciden transformar a Parvana en un chico para poder trabajar.

Estamos ante un film de animación. Normalmente hemos considerado la animación como cine mayoritariamente para un público infantil, pero no es ésta una película para niños, aunque esté protagonizado por unas niñas que deben luchar con ingenio y esfuerzo para sobrevivir en una sociedad violenta e inhumana, que considera a las mujeres como objetos sin ningún tipo de derecho.

En la sociedad talibán ser mujer es prácticamente un delito. Las mujeres son maltratadas y golpeadas. Obligadas a vestir el burka, tienen que pasar la mayor parte del tiempo en su casa. No pueden salir a la calle sin sus maridos y las bodas son forzadas, obligando a las chicas a casarse con personas a quienes no conocen, aunque sean unas niñas. Las fotos están prohibidas y cualquier atisbo de humanidad es reprimido. Por otra parte, los niños aprenden el odio hacia las niñas y las humillan y pegan en las calles.

En medio de este terror inhumano, Parvana debe disfrazarse de chico porque, como dice su amiga (también disfrazada de varón), “Cuando eres chico puedes ir donde quieras”

La animación es muy sencilla pero el estilo de los dibujos dota a la película de un halo poético en los diversos escenarios que presenta: las calles, con las casas semiderruidas y huellas de las balas en las paredes, la cárcel, la paupérrima vivienda –que es otra prisión para las mujeres-, el desierto… todo denota tristeza y desolación con una mirada conmovedora.

La inocencia de Parvana corre paralela a su tenacidad. Es valiente frente a todas las dificultades y nunca pierde la esperanza de reencontrar a su padre para entregarle la muleta que le facilite caminar teniendo la pierna amputada por la guerra.

Frente a este ambiente desazonador la narración de historias se convierte en una referencia educativa para evadirse, entender la vida y afrontarla con esperanza. El padre contaba la historia del país a Parvana y le explicaba que “Nuestro pueblo siempre ha contado historias…nuestra tierra ha tenido paz cuando los Imperios se olvidan de nosotros”.

La violencia no puede matar los sueños de los niños. El mar se convierte en una aspiración de libertad para la amiga de Parvana, cuyo único sueño es reencontrarse con su bondadoso padre y reunir a toda la familia, que ya había perdido a un hijo en circunstancias misteriosas.

Pero, en medio de este dolor infinito, la película deja lugar para la esperanza. Particularmente emotivo es el momento en que Parvana, disfrazada de niño, lee una carta a un buen hombre analfabeto, explicándole que su esposa ha muerto. El hombre aprende a escribir y acariciar el nombre de su esposa con una ternura hermosísima.

La película, bella y durísima, tiene una banda sonora magnífica en la que Jeff y Mychael Danna subrayan líricamente el dolor y la heroicidad que conviven en la narración.

“El pan de la guerra” se convierte así en un canto a la vida, a la dignidad humana, a la esperanza; una lección -en fin- de que el amor es más potente que las bombas porque, a pesar de todo, como dice la niña protagonista en medio de sus penalidades, “Somos una tierra cuyo mayor tesoro es su gente…Es la lluvia lo que hace crecer las flores, no los relámpagos”.

Tan bella como incómoda, tan perturbadora como necesaria.

JOSAN MONTULL

The Mauritanian

Elogio de la conciencia: THE MAURITANIAN

Dirección: Kevin Macdonald

Guion: Rory Haines, Sohrab Noshirvani, M.B. Traven. Libro: Mohamedou Ould Slahi

Música: Tom Hodge

Fotografía: Alwin H. Kuchler

Reparto: Tahar Rahim, Jodie Foster, Shailene Woodley, Benedict Cumberbatch.

Existen películas destinadas a golpear la conciencia del espectador, son películas cuyas imágenes y secuencias se nos quedan dentro, películas cuyos diálogos recordamos y repasamos porque tienen un contenido que trasciende al argumento de la misma. Cuando, además, la película cuenta un hecho histórico reciente, el espectador se siente interrogado y vuelve con frecuencia a reflexionar sobre el film.

Tal es el caso de “The mauritanian” (El mauritano) historia real de Mohamedou Ould Slahi (Rahim), capturado en Mauritania por el gobierno de los Estados Unidos y conducido a la prisión de Guantánamo donde vivió -malvivió- durante años sin cargos ni juicio. A lo largo de esos años Mohammedou fue sometido a vejaciones y torturas ignominiosas con el fin de arrancarle una confesión. Tras haber perdido toda esperanza, Slahi encontró aliados en la abogada defensora Nancy Hollander (Jodie Foster) y su asociada Teri Duncan (Shailene Woodley). Juntos se tuvieron que enfrentar a innumerables obstáculos en una búsqueda desesperada de justicia.

La película tiene un arranque extraordinario y muestra a los personajes poco a poco. La expectación que el director busca para presentar al terrorista sorprende al espectador que se encuentra son un hombre bueno, pacífico y religioso, incapaz de pensar mal de la justicia norteamericana.

A medida que la historia va avanzando, asistimos a la brutal deshumanización de los carceleros que contrastan con la aparente bondad del preso. ¿será un asesino?, ¿un miembro de Al Khaeda responsable del atentado de las Torres Gemelas?

El director, Kevin McDonald, muestra su oficio y construye una película sólida, dramática y profundamente humana. La pantalla se estrecha para mostrar las secuencias de tortura queriendo así manifestar la opresión que vive el reo y vuelve al ancho normal para presentar la vida en libertad. Las escenas de la investigación discurren con rapidez y tensión. Los encuentros de las abogadas con Mohammedou tienen un pulso narrativo estupendo.

A lo largo de la película asistimos a un proceso interesante: todos los que se acercan al presunto terrorista van sintiéndose interrogados sobre la moralidad de sus propios actos y van teniendo problemas de conciencia. Las abogadas van evolucionando y se implican humanamente en el caso; el militar Stuart Couch, abogado del estado que lleva la acusación contra el mauritano, hace objeción de conciencia desde su fe cristiana al ver lo que pasa en Guantánamo.

La película -sólida y contundente- emociona y conmueve. Las interpretaciones son sobresalientes, Jodie Fostert está impecable en su papel de tenaz abogada, los primeros planos de Benedict Cumberbatch consiguen transmitir todo el debate moral interior que vive este soldado. Tahar Rahim, dando vida al reo, es un auténtico descubrimiento, está sencillamente genial.

Concebida con un corte clásico, la película toca muchos temas, y todos los toca bien: la dignidad humana, el estado de derecho, la fe como motor de libertad, la objeción de conciencia…todo tratado con un montaje impactante y acompañado de una música excelente.

“The mauritanian” es una muy buena película. Ideal para verla de un tirón, hacer luego silencio, pensar y finalmente hablar de ella. Es sencillamente la conmovedora historia de un acusado que se convirtió en testigo.

PARA TRABAJAR EN GRUPO

  • Comenta la evolución de la conciencia de

Nancy

Terry

Stuart Couch

  • Comentad las siguientes frases:
  • Stuart Couch: Dios siempre nos recompensa; de una forma un otra, todo saldrá bien.
  • Nancy Hollander:  He descubierto por qué construyeron la base allí, no es para alejar a los detenidos de los tribunales… sino a los carceleros.
  • Mohamedou Ould Slahi: Mis captores no pueden perdonarme por algo que jamás he hecho pero yo intento perdonar, quiero perdonar porque eso es lo que Allah, mi Dios, quiere. Por eso y no guardo rencor a aquellos que me maltrataron, no señor. En árabe la palabra libertad y la palabra perdón se dicen igual, así es como incluso aquí puedo ser libre. Durante 8 años he estado soñando con estar en un tribunal y ahora que estoy aquí estoy muerto de miedo, pero espero encontrar la paz porque creo que este tribunal se rige por la ley, no por el miedo, así que cualquier cos que decida su señoría la aceptaré. Que Allah nos perdone y esté con nosotros.

JOSAN MONTULL

HASÉL, ECHENIQUE Y MEDINA

Pertenezco a una generación que luchó por la libertad de expresión. Nuestra vida universitaria estaba alterada con frecuencia por manifestaciones, comunicados, huelgas y otras luchas que reivindicaban muchas cosas…entre otras, la libertad de expresión.

Eran tiempos extraños. Había que ver las películas comprometidas (si eran autorizadas por la censura) en versión original –en los llamados cines de arte y ensayo-; así por ejemplo pudimos ver “El gran dictador” de Chaplin 40 años después de su estreno. Los que hacíamos teatro éramos obligados a enviar los textos de las obras al Gobierno Civil, que siempre recortaba frases o las modificaba, obligando a las compañías a hacer auténticos malabarismos para que no se perdiera el sentido original de los libretos.

Teníamos muchas cosas que decir…y no nos dejaban. Pero, poco a poco y con la lucha pacífica de todos, llegaron las libertades, también la de expresión, regresaron artistas exiliados y la palabra libre volvió a hacerse presente en nuestra sociedad. Fue el triunfo de la cultura por encima de la brutalidad.

Ahora veo estupefacto que se reivindica la libertad de expresión total, incluso para aquellos que no creen en ella. La surrealista defensa que de Pablo Hasél hacen muchos grupos me resulta incomprensible. ¿Cómo se puede defender como libertad de expresión la apología de la violencia y el odio, las amenazas de muerte a personas concretas con nombres y apellidos? ¿Cómo se puede pensar que es libertad de expresión defender la vuelta de ETA, de los Grapo, del tiro en la nunca, de las bombas lapa en un país que, como el nuestro, ha sufrido el horror del terrorismo? ¿Cómo se puede utilizar como bandera de libertad en nuestro país a un tipo que, en sus … ¿canciones?… canta a la violación y a la violencia machista? Es absolutamente surrealista; es como si las gallinas defendieran que, para ser más libres, debían tener al zorro conviviendo entre ellas.

Por otra parte, la defensa legítima de este pretendido artista ha sido acompañada de actos de pillaje, vandalismo y violencia absolutamente escandalosos de los que la organización de la protesta ha querido desligarse.

En medio de este caos, un representante político, Pablo Echenique, afirmaba que “Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles”. Pero ni el autor de este tuit ni nadie de su partido, que -paradójicamente- está gobernando, ha salido a condenar enérgicamente los destrozos y la violencia en las manifestaciones ni a defender a las fuerzas del orden, que se ven permanentemente asediadas por chavales, amparados por la irresponsabilidad de muchos políticos que, con sueldos millonarios, han hecho del populismo un permanente y cansino discurso.

Días antes del encarcelamiento de Hasél, otra joven, Isabel Medina, decía en una manifestación madrileña “El enemigo siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío. Porque nada hay más certero que esta afirmación: el judío es el culpable”. Se dice esa barbaridad amenazante, xenófoba y llena de un odio incomprensible, y no pasa nada, absolutamente nada, ahí queda. Es cierto que en esta concentración no hubo disturbios, pero las palabras de la joven eran una mentira nazi para echarse a temblar.

Yo creo firmemente en los jóvenes, en su capacidad de bondad, en su capacidad de ser buenos y solidarios. Sé que su futuro es difícil y que se les están robando muchas posibilidades. Creo que se les manipula sin rubor aprovechando su frustración. Creo, y ahora más que nunca, en la libertad de expresión, en la capacidad de manifestar los sentimientos e ideas, sean cuales sean, desde el respeto y la tolerancia. Y creo en la cultura como antídoto a la intransigencia, como instrumento de libertad, de capacidad crítica, de resistencia a las imposiciones de los fuertes, de posibilidad de expresión racional.

Por eso, como educador de jóvenes y apasionado de la cultura, ante este marasmo de situaciones me hago muchas preguntas. ¿Hemos perdido el sentido común?, ¿todo vale?, ¿no hay ningún tipo de límite? ¿Se puede consentir la amenaza pública?, ¿Esto es la libertad de expresión?, … mucho me temo que esto es el germen de la tiranía, una tiranía en la que -poco a poco- solo los fuertes se podrán expresar haciendo callar a base de patadas, pedradas, barricadas y tuits, las voces de los más vulnerables.

Tal vez sea que Hasél, Echenique y Medina sean distintas caras de una misma moneda. Una moneda falsa.

JOSAN MONTULL

CONCERTADA DESCONCERTADA

Otra vez. Como un mantra reiterado y sempiterno, la Escuela Concertada ha vuelto a salir a la palestra. Había estado dormido el tema durante la pandemia, pero, en cuanto se ha tratado de repartir dinero para que las escuelas puedan reabrir con garantías sanitarias, a la Concertada la han dejado al margen, orillada e ignorada. Y de nuevo se ha desenterrado el hacha de la descalificación y la mentira para justificar lo que es difícilmente comprensible. Y ha vuelto el desconcierto.

Se lo intento explicar a Clara, refugiada colombiana, cuyos hijos van a un centro concertado, ella también a un proyecto social animado por la misma entidad, y no entiende nada. También me lo pregunta Carlos, cristiano militante sindical cuyo hijo asiste a una escuela concertada y a un Centro Juvenil que depende de la misma Congregación. Y Farah, que huyó del miedo de la guerra y quiere que sus dos hijos crezcan como buenos musulmanes en un Centro Católico en el que se habla de Dios con respeto y se enseña la tolerancia religiosa. Lo hablo con Pepe, que –como cristiano- quiere que sus tres hijos se eduquen en una escuela cristiana. Y lo comento con militantes de todos los colores políticos –de todos- que han descubierto en la Concertada un ambiente educativo en el que quieren que crezcan sus hijos e hijas.

También me preguntan qué es lo que pasa para que varias familias cuyos hijos no han podido acceder a una Escuela Concertada se hayan quedado fuera porque ya no hay plazas.

La libertad para escoger un Centro educativo es una consecuencia lógica de un Estado que apuesta por las libertades y la tolerancia; la imposición de un único sistema escolar me parece propio de países que vulneran derechos elementales.

Veo el enorme esfuerzo de tantos profesionales de la Enseñanza que día a día se dejan la piel en Escuelas Concertadas y no acabo de entender este persistente menosprecio de algunas autoridades al trabajo de estos colectivos. Miro con esperanza posiciones políticas como la del Gobierno de Aragón, aún minoritarias, que incluyen a la escuela concertada en la dotación de recursos, el diálogo, el trabajo conjunto por la salud de todos y en especial por la de los más vulnerables.

En una sociedad como la nuestra, que constata la desorientación de tantos jóvenes, en lugar de alentar la unidad de todos los que trabajamos en el ámbito educativo, desde muchas Administraciones se fomenta la división y el desencuentro y se busca la contraposición y hasta el enfrentamiento entre la Escuela Pública y la Concertada.

Desearía un poquito de respeto, un cese radical de las mentiras y los prejuicios. Desearía que dejen de enfrentarnos con la Escuela Pública, en donde hay experiencias estupendas y profesionales fabulosos; desearía que, cuando se hable de la Concertada, se dejara de hablar de tópicos como el adoctrinamiento, la derecha, el clasismo y otras milongas propias de quienes, sin tener ni idea de educación, quieren controlar la Escuela y sienten un repelús innato a todo lo que suponga espiritualidad y libertad.

Porque estamos hartos, de verdad, hartos de la palabrería permanente de algunos políticos que, en lugar de agradecer lo que esta opción de Escuela hace por la sociedad, se esfuerzan en querer arrinconarla cada vez un poco más. Estamos hartos de tener que justificarnos por hacer el bien y trabajar con ilusión.

Pasen, por favor, a ver estos Centros y Escuelas. Vean su estilo educativo, los valores que mueven la docencia, los proyectos sociales que se llevan a cabo, la prolongación en el Tiempo Libre de las horas lectivas, la tolerancia a todos los credos, el estilo educativo con el que se trabaja, el voluntariado que generan estas experiencias, los valores que se trasmiten…Vayan a verlo y luego redacten leyes y distribuyan el dinero de todos, pero háganlo mirando a los ojos a personas que -como Clara, Farah, Carlos, Pepe y tantos otros- confían lo mejor de sus vidas, sus hijos, a unas instituciones concertadas en cuya bondad creen y cuya confianza han otorgado.

JOSAN MONTULL

Aquí una reflexión con fecha de Abril de 2017 https://josanmontull.com/2017/04/05/libertad/