UNA BOFETADA AL CINE

No sé cuántos lectores sabrán qué película recibió el óscar al mejor film de este año, o cuál fue el óscar a la mejor actriz, o al mejor film extranjero, por ejemplo. Tampoco sé si recordarán que en esta ceremonia se reunieron el director y los protagonistas del primer “Padrino”, 50 años después de su estreno: allí estaban los italoamericanos; Coppola, De Niro y Pacino, que nos han enseñado como pocos a amar el cine.

Todo eso y mucho más quedó ensombrecido porque esta ceremonia ha sido la del guantazo. Curiosamente, la ceremonia de los Óscar de Hollywood de 2022 no fue protagonizada por el cine sino por el enorme sopapo que Will Smith le propinó al presentador Chris Rock por un grosero chiste que éste contó, sin ninguna gracia, en relación a la alopecia de la esposa de Smith.

Las imágenes pasarán a los anales de la historia por motivos nada cinematográficos. Rock, en el escenario, hace una ironía desafortunada sobre la mujer de Smith. Éste se levanta, se acerca al escenario y le suelta un mandoble tremendo al pretendido gracioso. Al volverse a sentar, le grita al presentador que jamás vuelva a salir ni una palabra de su “puta boca” sobre su esposa. El público queda desconcertado, Rock salva la papeleta y sigue con su discurso…la ceremonia continúa. Minutos después Will Smith recibe el óscar al mejor actor. Vuelve a subir al escenario, ya no con intenciones agresivas, y –entre lágrimas- lanza un alegato en favor de la unión de la familia, del respeto y el amor. Aplausos. Sigue la ceremonia.

A las pocas horas se desató una oleada de comentarios sobre la cuestión; unos, afirmaban que Smith se había pasado; otros decían que la culpa era de Rock, por esos chistes sobre una enfermedad; había quien comentaba que Rock se lo merecía; muchos afirmaban que quien dice una inconveniencia se arriesga a que le partan la cara. Yo, como educador, me quede un poco estupefacto.

Imagine, amigo lector, que usted es profesor de una Escuela. En un emotivo acto de final de curso, muchos alumnos se despiden del Centro Escolar y van a ser obsequiados con una banda que recuerda su estancia en el Centro. Allí está todo el alumnado, profesores y familias de los chicos y chicas que terminan su andadura en la escuela. Imagine que, además, en el acto se homenajea a una profesora muy querida que se jubila. El claustro ha pedido a unos alumnos especialmente dotados para estar sobre las tablas, que presenten el acto y lo amenicen con su humor.

Continúe imaginando; uno de los alumnos elegido por el Claustro para presentar dice una inconveniencia que ofende a otro alumno que, sentado en el patio de butacas, espera que le impongan la banda. Éste, ofendido por el comentario del compañero presentador, se levanta, sube al escenario y le asesta un bofetón de campeonato al presunto gracioso elegido por el profesorado.

Y ahora, ¿qué? … ¿Cómo continúa la gala?… pregúnteselo. Seguramente, el alumno agresor será inmediatamente expulsado del patio de butacas, el presentador no volverá a aparecer en el escenario y algún profesor o profesora tendrá que salir a pedir excusas por ese desatino que empaña el buen hacer del Centro Escolar. Obviamente, en el acto no se le impondrá la banda al chaval del tortazo y, posiblemente, no se la impongan ni en privado.

La polémica que se suscitó posteriormente de la ceremonia de los Óscar fue totalmente inconcebible. Smith profanó un escenario, ofendió a todos los asistentes, reventó una ceremonia, faltó al respeto a los homenajeados y menospreció, en definitiva, al cine con un acto de violencia en público. No sólo fue una bofetada a un mal e irrespetuoso presentador; fue una bofetada a todos.

Sus emocionadas palabras en defensa de la familia sonaron absolutamente falsas. Que alguien, en el papel violento de machirulo ofendido, que defiende el honor de su esposa a mamporros, hable del amor y la familia, resulta absolutamente hipócrita. La benévola actitud del público aplaudiendo, condescendiente, este discursito entre lágrimas, no hizo más que agravar más la sonrojante ceremonia.

Algún chistoso decía que a Will Smith le hubieran podido dar el premio al mejor actor de “reparto” … o incluso el premio “Donostia”.

Impresentable, vergonzoso, una absoluta vergüenza. Una auténtica bofetada al cine.

JOSAN MONTULL

El blues de Beale Street

La revolución de la ternura: EL BLUES DE BEALE STREET

DIRECTOR: Barry Jenkins

GUIÓN: Barry Jenkins

MÚSICA: Nicholas Britell

FOTOGRAFÍA: James Laxton

REPARTO: KiKi Layne, Stephan James, Diego Luna, Pedro Pascal, Teyonah Parris, Regina King, Colman Domingo.

PAIS: USA AÑO: 2018


Nominada a tres estatuillas “El blues de Beale Street” se alzaba con el premio más que merecido al óscar a la mejor actriz secundaria.

La película se ambienta en los norteamericanos años 70, una pareja afroamericana: Tish (KiKi Layne), de 19 años y Fonny (Stephan James), de 22 se enteran de que están esperando un hijo. Casi al mismo tiempo, él es encarcelado arbitrariamente acusado de la violación de una mujer blanca

A partir de ahí Tish y su familia comenzarán una lucha contra reloj por demostrar la inocencia de Fonny frente a un sistema racista que falseará pruebas y dificultará la solución del caso.

Lejos de ser una película sentimental y epidérmica, Barry Jenkins nos regala un film muy hermoso y profundo. Desde un primer momento el tono es pausado; los diálogos, lentos y hondos, quedan subrayados por la fotografía de los primeros planos que transmiten toda la angustia de unas almas ante una situación irracional que no conoce misericordia. Todo se convierte en un vaivén terrible de emociones contrapuestas. Frente a la ilusión de esperar un hijo, se experimenta la angustia de ver a su padre encarcelado. Pero negándose al cruzarse de brazos, las víctimas se implican valientemente en la búsqueda de la justicia.

El montaje en paralelo, que mezcla escenas del pasado con momentos del presente y hasta del futuro, va implicando al espectador en lo terrible del drama que poco a poco se da a conocer.

La cámara se mece de un personaje a otro mientras investiga los sentimientos que explican o se callan.

Frente a un incomprensible e inhumano sistema judicial, Fonny y Tish encarnan la pureza del amor, el ansia de fidelidad y de respeto por el otro. Las escenas de carácter erótico están tratadas con una finura encomiable. Pocas veces el cine actual ha dibujado la relación de una pareja joven con tanta delicadeza y respeto.

La familia de Tish y el padre de Fonny celebran inmediatamente el embarazo de la hija y luchan denodadamente para que la criatura pueda nacer y pueda criarse también con su padre.

La película, por otra parte, no culpa a la mala suerte por la desgracia de los protagonistas. El racismo más rastrero está detrás de la perversión judicial. En el film aparecen fotografía reales de la violencia policial contra los negros; es el odio racista que muestran esas imágenes lo que ocasiona la separación de los dos enamorados.

La lucha de Tish por recuperar a su amado es, en definitiva, la noble disputa de los oprimidos contra los opresores. En la tenacidad de la joven Tish se atisba la dignidad de la batalla pacífica por los derechos civiles y por la igualdad de todos. Es la lucha de David contra Goliat. Mientras que el todopoderoso Goliat tiene el control de todas las estructuras de la justicia, la frágil Tish es el David que se enfrenta con la única arma que posee: el amor. A estos amantes les podrán arrebatar la libertad pero el sistema no puede robarles el amor.

Su ritmo calmoso, casi contemplativo, su música inspirada, su fotografía intimista y unas interpretaciones más que inspiradas hacen de esta película una hermosísima historia de amor.

En la escena final resuenan las palabras de San Pablo a los Corintios “…el amor no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”.

“El blues de Baele Street” se convierte por todo esto en una estupenda película, un alegato, en definitiva, de la fuerza revolucionaria de la ternura.

JOSAN MONTULL

Green Book

Lo blanco y lo negro : Green Book

Dirección: Peter Farrelly

Guión: Brian Hayes Currie, Peter Farrelly, Nick Vallelonga

Casting: Rick Montgomery 

Dirección de Fotografía: Sean Porter

Diseño de producción: Tim Galvin

Música: Kris Bowers 

Intérpretes: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Iqbal Theba,
Linda Cardellini, Ricky Muse

El nuevo y discutido óscar a la mejor película es GREEN BOOK, una obra fresca, convencional y con un corte clásico que cuenta una historia real que resulta estimulante para el espectador.

Tony Lip (Vigo Mortensen) es un italoamericano del Bronx, tramposo, racista y canalla que, para sacar a su familia adelante, tiene que trabajar en los mundos oscuros del juego, las apuestas y la delincuencia.

En un momento de dificultad económica angustiosa es contratado como chófer del virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali). A pesar de su menosprecio por los negros, aceptará el servicio y se embarcará en un viaje viaje para una gira de conciertos por el Sur de Estados donde el racismo es más exacerbado. Tony deberá llevar y obedecer «El libro verde», una guía que indicaba los pocos establecimientos donde se aceptaba a los afroamericanos.

Los dos personajes, antagónicos y diferentes, se verán obligados a vivir unidos superando toda clase de dificultades relacionales a la vez que el viaje va avanzando.

Con una presentación ágil de los dos personajes antagónicos, el director, Peter Farelli, arranca pronto una historia más que tradicional que, a pesar de todo, se nos hace agradable y muy digna de ver.

Los dos personajes son de un carácter manifiestamente distinto: Tony, tramposo, agresivo, buen esposo y buen padre, racista, bruto, muy familiar, y acostumbrado a la violencia y a la mentira como forma de sobrevivir.

Don es delicado, sensible, artista, educado, sincero, luchador antirracista y con una orientación sexual que no le hace “suficientemente blanco para estar con los blancos ni suficientemente hombre para estar con los negros”. 

Dos mundos distintos, dos hombres con muchas causas para enfrentarse y con la necesidad de aguantarse mutuamente y superar juntos las adversidades.

Y en este viaje, como no podría ser de otro modo, surge la amistad. Y la amistad hace caer tópicos y estereotipos en la forma de mirar al otro, invitando a una mirada al interior de uno mismo para descubrir que, por encima del color, las opciones y las ideas…somos humanos…somos iguales.

Estamos ante una película tan sencilla como humana que ha levantado ampollas en un sector de la crítica siempre refractario a filmes con una pretensión moral.

Es cierto que “Green book” es previsible. Casi imaginamos, y hasta deseamos, lo que va a ocurrir, pero está tan bien contado que merece la pena verla.

De entrada la banda sonora y el ritmo son excelentes. La historia va hacia arriba, no decae, progresa siempre y nunca pierde el interés. Por otra parte la apuesta por la humanidad de la narración es valiente. Farrely no se esconde, habla descaradamente de la amistad, de la familia, y de la tolerancia con una naturalidad envidiable; hasta se atreve a cerrar el film con una cena de Navidad con un estilo propio de los clásicos. La película es pedagógica, mal que les disguste a algunos, comparte valores tradicionales que para muchos parecen en desuso y los defiende sin ningún rubor.

Hop in for a free ride with

Y los dos actores están en estado de gracia. Vigo Mortensen, alejado de sus papeles de héroe y con muchos kilos de más, interpreta a un Tony Lip estupendo ofreciendo una serie de recursos actorales absolutamente memorables en donde combina la profundidad con la vis cómica. Mahershala Ali, en una interpretación que le ha hecho acreedor de un óscar, da vida al artista Don Shirley que sorprende y emociona a la vez; está ciertamente sensacional.

El director maneja con astucia y buen humor todos los buenos ingredientes que tiene en sus manos. “Green book” es una buena película, hermosa y humana, que se saborea como un clásico sencillo, sin grandes pretensiones, que tiene su fuerza en dos actores estupendos y en una historia bienintencionada que nos invita a ser mejores personas mientras descubrimos que en la vida no todo es blanco o es negro.

Vivir es un viaje, sí, y sólo aceptando las diferencias de los demás y practicando la amistad y la donación, podremos avanzar…el orgullo y los prejuicios no llevan más que a tener una avería permanente que nos sume en un atasco de por vida con la convicción de que ya no hay camino ni futuro más allá.

JOSAN MONTULL