OTRA LEY EDUCATIVA, UNA MÁS

Hace pocos meses hemos inaugurado el curso con una nueva Ley de Educación. Es la octava en los años de democracia. En 1980, la LOECE; en 1985, la LODE; en 1990, la LOGSE; en 1995, la LOPEG; en 2002, la LOCE; en 2006, la LOE; en 2013, la LOMCE y ahora, la LOMLOE

Una vez más, se consigue un follón organizativo en el que los abnegados profesores tienen que echarle horas sin cuento para volver a ordenar su trabajo con la sensación de que lo hecho últimamente no sirve para gran cosa. Lo que hace muy pocos años era una innovación extraordinaria ahora parece que ha quedado obsoleto.

Amén del hartazgo, más que justificado, de los claustros, las familias y las editoriales, nuestros chavales se ven sometidos a un vaivén legal que no hace más que evidenciar que la educación en nuestro país es, fundamentalmente, un problema político, que no pedagógico. Un adolescente que termine 4º de a ESO este año habrá vivido la friolera de cuatro leyes educativas en su corta vida. Un profesor que se jubile a final de este curso habrá trabajado con nueve leyes distintas (si empezó a trabajar antes de 1980).

No hace falta ser un intelectual para entender que esto no puede ser. No hay tiempo físico para aprender y aprehender este complejo sistema legal. Además del sonsonete cansino del debate de escuela pública y escuela concertada, está claro que tras estos cambios legales se esconden intereses más preocupado por la ideología que por la pedagogía, de lo que se trata, piensan los legisladores de turno, es de echar por los suelos la Ley anterior que fue aprobada por el partido al que ahora le toca estar en la oposición.

En aras de una permanente renovación pedagógica que presume de querer estar a la última, todo este cambio de leyes de educación -se mire como se mire- es una absoluta vergüenza.

Tres reflexiones se me ocurren con una cierta rapidez.

  • Las víctimas de este desaguisado son los alumnos, que sufren –aunque no sean conscientes de ello- un vaivén absolutamente incomprensible. Es imposible que una Ley se asiente con una vida tan efímera.
  • Urge, ahora más que nunca, un pacto educativo que garantice la pervivencia de unos mínimos en nuestro sistema de enseñanza. No es de recibo que cada grupo político que llega al poder cambie a su antojo una Ley tan importante. La educación está por encima de los partidos políticos.
  • Hay que homenajear al colectivo de docentes que dan lo mejor de sus vidas para el crecimiento y la maduración de nuestros chicos y chicas. Gracias a los maestros se sostiene la educación en nuestro país, por más que los permanentes cambios de leyes, sean un obstáculo, que no un estímulo, para enseñar. Sólo la talla humana de nuestros educadores y educadoras puede soportar sin desfallecer tantos vaivenes y desvaríos legales.

Es difícil ofender más a los enseñantes, es difícil menospreciar más a las familias y a los estudiantes. Sólo sentarse, ponerse de acuerdo y acordar la educación entre todos puede tener futuro. Hay que llegar a consensos para pensar una Ley de Educación que, por fin, ponga a los niños y niñas en el punto de mira.

JOSAN MONTULL

EDUCADORES EN LA PANTALLA

Una de las aficiones que más ha marcado mi vida es el cine. Desde niño me sentía hechizado cada vez que me sentaba ante una pantalla y veía desfilar ante mis ojos universos de fascinación y sentido con los que aprendí a soñar, a reír y a disfrutar de la diversión, a la vez que reflexionaba sobre la grandeza y la miseria de la persona a través de las grandes historias, espectaculares o mínimas, en las que los seres humanos se convertían en auténticos protagonistas. El cine me ha ayudado a comprender más el misterio humano y a acercarme al Misterio de Dios. Para muestra de lo que digo, este blog es un ejemplo.

Ha habido tres películas recientes que tratan sobre educación y me han ayudado a reflexionar sobre mi vida y mi compromiso educativo. Son películas pequeñas, desiguales en calidad, pero interesantes las tres.

La primera es FAMILIA AL INSTANTE (de Sean Anders. USA 2018). El film cuenta la historia de Pete y Ellie, una joven pareja que no pueden tener hijos y deciden compartir su felicidad adoptando a Juan, Lita y Lizzy, tres niños de entre cuatro y catorce años) que son hermanos entre sí. Junto a la alegría y la satisfacción que comporta la acogida de los tres críos, también comienzan muchos berrinches, portazos, cenas accidentadas, responsabilidades desbordantes y … sobre todo, una gran familia. La hasta entonces vida sosegada y ordenada del matrimonio se convierte poco a poco en un caos.

Pero después de haber sorteado mil dificultades humanas, familiares y legales, y ante todos los que desaconsejan al joven matrimonio que se queden con los niños, el improvisado padre dice “Amar es difícil, pero merece la pena porque la recompensa es extraordinaria”.

La segunda peli es MALA HIERBA (dirigida por Kheiron, un artista libanés refugiado. Francia 2018). El film nos habla de un estafador de poca monta con un pasado difícil que hace pequeños robos con su madre adoptiva y, para esquivar una denuncia, tiene que hacerse cargo de un grupo de estudiantes problemáticos, con fracaso escolar y conductas asociales. Esa relación va a cambiar a todo, a los chicos y a sí mismo. El improvisado educador tendrá que utilizar sus ardides de embaucador y trilero para sobrevivir entre los jóvenes que se le han encomendado. Cuando el joven pícaro protesta por tener que encontrarse con jóvenes tan difíciles, el director del proyecto le diceUn chico problemático es un chico que tiene problemas”.

Y la tercera es ESPECIALES (de Olivier NakacheEric Toledano. Francia 2019). Ésta es la última que pude ver, antes de la pandemia, en una sala comercial. La película narra las vicisitudes de Bruno y Malik dos amigos, un judío y un musulmán, fieles cada uno a su propia concepción religiosa, que durante veinte años han vivido en un mundo diferente: el de los niños y adolescentes autistas. Ambos lideran dos organizaciones sin ánimo de lucro y forman a jóvenes con dificultades sociales para que sean cuidadores de casos extremos de autismo. Cada vez que a Bruno le presentan un caso imposible, el de algún joven trastornado, disruptivo, ensimismado en su autismo que lleva a la desesperación de su familia y de la Administración, se queda en silencio unos segundos mientras piensa y termina diciendo Encontraré una solución”.

Las tres películas abordan la temática de educación en casos límite y las tres cuentan historias reales. Los protagonistas auténticos aparecen al final, incluso en “Especiales”, varios de los actores son destinatarios de los proyectos.

En estos tiempos de pandemia, de distanciamiento social y de prevención ante la relación; en estos tiempos en los que los educadores nos replanteamos cómo volveremos a ser lo que somos, cómo podremos volver a las Escuelas, a los Centros Educativos para –respetando las normas sanitarias- educar para la relación, compartir la vida en grupo y afrontar el conflicto de la convivencia, en estos tiempos en los que la nueva normalidad se nos presenta con muchos interrogantes, estas películas me han ayudado a reflexionar sobre mi papel de educador que -además- es creyente.

Constatamos que la educación no es fácil, nunca lo ha sido. A veces no sabemos cómo avanzar con chicos y chicas difíciles que ponen a prueba nuestra paciencia y parece que nos abocan al fracaso. Nos es más fácil creer en Dios que creer en los jóvenes más desajustados y vulnerables que la Historia nos pone delante. Los cristianos, que festejamos la resurrección, no tenemos a veces una mirada tan llena de esperanza en la vida de algunos jóvenes.  Es ahí donde, afianzando nuestra convicción, podemos afirmar que, como se dice en el film MALA HIERBA, “Un chico problemático es un chico que tiene problemas”; creemos que, como afirma el padre de FAMILIA AL INSTANTE, Amar es difícil, pero merece la pena porque la recompensa es extraordinaria. Y cuando estamos a punto de tirar la toalla tenemos que hacer nuestra la frase “Encontraré una solución” de Bruno en ESPECIALES.

Ser, como en mi caso, un educador cristiano no es sólo creer en Cristo resucitado… es también creer que, en cada joven, por más desajustado que esté, hay más vida que muerte, más futuro que desastre. La educación no es sólo una estrategia pedagógica… es una cuestión de fe y, por tanto, una cuestión de amor.

Qué maravilloso es sentarte ante una pantalla y embelesarte ante historias humanas que nos animan a ser mejores personas. Las enseñanzas de las buenas películas nos pueden ayudar incluso a ser educadores de cine.

JOSAN MONTULL

Adú

Preguntas desde el infierno: ADÚ

Título Original: Adú (España 2020) 

Guion: Guillermo Calderón, Alejandro Moreno, Pablo Larraín 

Fotografía: Sergi Vilanova

Dirección: Salvador Calvo

Reparto: Luis Tosar, Anna Castillo, Álvaro Cervantes,

Jesús Carroza, Miquel Fernández, Ana Wagener, Nora Navas

El segundo film de Salvador Calvo nace de un viaje que éste hizo a Canarias para el rodaje de “1898 Los últimos de Filipinas”; allí conoció de primera mano la situación de los menores inmigrantes ilegales que llegaban a nuestro país.

“Adú” se estructura como un tríptico de narraciones con un punto de partida y de llegada comunes: la valla de la frontera de Melilla. En torno a ese punto son tres las historias, inconexas en principio, que confluyen geográficamente al final del film.

La primera historia es la de un guardia civil con problemas de conciencia (Álvaro Cervantes) que, rechazando una entrada masiva de inmigrantes ilegales, es testigo de la muerte accidental de un africano cuando un compañero repele con su porra al colectivo.

La segunda historia es la de un activista medioambiental (Luis Tosar) que lucha contra la caza ilegal de elefantes y que recibe a su hija (Anna Castillo) que vive un importante desequilibrio emocional marcado por el uso de drogas y por sus devaneos afectivos.

La tercera historia, que es la que articula las otras dos, es la de Adú (Moustapha Oumauru), un niño camerunés que tiene que escapar junto con su hermana para huir de la violencia de su tierra y llegar a la soñada Europa.

La historia de esta criatura es la realmente importante. A su lado, las otras dos (la del guardia civil y la del ecologista) palidecen y no tienen tanto interés.

El Vía Crucis que vive Adú es estremecedor. Cuando aparece su historia en la pantalla, la intensidad del film es terrible. Las penurias de tantas personas que se ven obligadas a huir del miedo y la miseria buscando un futuro de paz son retratadas con la fuerza de la narración conmovedora del éxodo de este pequeño.

Salvador Calvo va describiendo, a través del largo camino de Adú, el horror al que miles de personas se ven sometidas buscando un refugio mientras en Europa se mira hacia otro lado. La selva, los narcotraficantes, las mafias, el desierto, la prostitución, las ONGs, el mar, las tripas de los aviones, los barcos miserables…todo ese mundo de dolor y esperanza va desfilando en la pantalla de forma estremecedora. El espectador es consciente que lo que ve no es una narración de terror sino una realidad actual y silenciada. La huida de Adú nos hace ver que el infierno existe cerca de nosotros…el infierno está junto a un supuesto paraíso cerrado por una valla.

Las otras dos historias sólo encuentran sentido a la sombra de la del pequeño camerunés. Ambas historias obligan al espectador a hacerse preguntas. La historia de Tosar y su hija nos hace preguntar ¿Cuáles son las preocupaciones de los jóvenes en nuestra cultura europea? ¿No es hipócrita una protección de la Naturaleza cuando se olvida la protección del ser humano? ¿Qué sentido de familia, qué valores son los que están marcando en una cultura postmoderna marcada por el individualismo?, ¿De qué nos quejamos en este Primer Mundo, rico en bienes y pobre en sentido? (interesantísimas las quejas y reivindicaciones burguesas del personaje interpretado por Anna Castillo).

Los conflictos morales del guardia civil también nos llenan de preguntas: ¿qué solución política tiene este problema?, ¿no deberían nuestros Estados invertir en el Tercer Mundo?, ¿Qué responsabilidad tiene el Norte con la explotación del Sur? ¿Es moral la venta de armas a estos países para que siga siendo fuente de ingresos entre nosotros?, ¿No son también víctimas de un sistema injusto los guardias que están en las fronteras?, ¿Son éticas las devoluciones en caliente?, ¿No son insultantes los sueldos de muchas personas en nuestro primer Mundo?

Todas estas preguntas y muchas más se las puede hacer el espectador viendo al pequeño protagonista Moustapha Oumauru, un auténtico descubrimiento. Su presencia en la pantalla es absolutamente deslumbrante. Sus ojos reflejan todo el horror, la pena, la esperanza y la ternura de una criatura de cinco años. En la mirada del pequeño Adú nos mira el Tercer Mundo y esa mirada hace que nos sintamos interrogados y hasta avergonzados.

“Adú” es una película tan incómoda como necesaria, tan terrible como hermosa, tan descarnada como pedagógica. Cine didáctico y de calidad. Una molesta llamada a la solidaridad.

JOSAN MONTULL

Green Book

Lo blanco y lo negro : Green Book

Dirección: Peter Farrelly

Guión: Brian Hayes Currie, Peter Farrelly, Nick Vallelonga

Casting: Rick Montgomery 

Dirección de Fotografía: Sean Porter

Diseño de producción: Tim Galvin

Música: Kris Bowers 

Intérpretes: Viggo Mortensen, Mahershala Ali, Iqbal Theba,
Linda Cardellini, Ricky Muse

El nuevo y discutido óscar a la mejor película es GREEN BOOK, una obra fresca, convencional y con un corte clásico que cuenta una historia real que resulta estimulante para el espectador.

Tony Lip (Vigo Mortensen) es un italoamericano del Bronx, tramposo, racista y canalla que, para sacar a su familia adelante, tiene que trabajar en los mundos oscuros del juego, las apuestas y la delincuencia.

En un momento de dificultad económica angustiosa es contratado como chófer del virtuoso pianista negro Don Shirley (Mahershala Ali). A pesar de su menosprecio por los negros, aceptará el servicio y se embarcará en un viaje viaje para una gira de conciertos por el Sur de Estados donde el racismo es más exacerbado. Tony deberá llevar y obedecer «El libro verde», una guía que indicaba los pocos establecimientos donde se aceptaba a los afroamericanos.

Los dos personajes, antagónicos y diferentes, se verán obligados a vivir unidos superando toda clase de dificultades relacionales a la vez que el viaje va avanzando.

Con una presentación ágil de los dos personajes antagónicos, el director, Peter Farelli, arranca pronto una historia más que tradicional que, a pesar de todo, se nos hace agradable y muy digna de ver.

Los dos personajes son de un carácter manifiestamente distinto: Tony, tramposo, agresivo, buen esposo y buen padre, racista, bruto, muy familiar, y acostumbrado a la violencia y a la mentira como forma de sobrevivir.

Don es delicado, sensible, artista, educado, sincero, luchador antirracista y con una orientación sexual que no le hace “suficientemente blanco para estar con los blancos ni suficientemente hombre para estar con los negros”. 

Dos mundos distintos, dos hombres con muchas causas para enfrentarse y con la necesidad de aguantarse mutuamente y superar juntos las adversidades.

Y en este viaje, como no podría ser de otro modo, surge la amistad. Y la amistad hace caer tópicos y estereotipos en la forma de mirar al otro, invitando a una mirada al interior de uno mismo para descubrir que, por encima del color, las opciones y las ideas…somos humanos…somos iguales.

Estamos ante una película tan sencilla como humana que ha levantado ampollas en un sector de la crítica siempre refractario a filmes con una pretensión moral.

Es cierto que “Green book” es previsible. Casi imaginamos, y hasta deseamos, lo que va a ocurrir, pero está tan bien contado que merece la pena verla.

De entrada la banda sonora y el ritmo son excelentes. La historia va hacia arriba, no decae, progresa siempre y nunca pierde el interés. Por otra parte la apuesta por la humanidad de la narración es valiente. Farrely no se esconde, habla descaradamente de la amistad, de la familia, y de la tolerancia con una naturalidad envidiable; hasta se atreve a cerrar el film con una cena de Navidad con un estilo propio de los clásicos. La película es pedagógica, mal que les disguste a algunos, comparte valores tradicionales que para muchos parecen en desuso y los defiende sin ningún rubor.

Hop in for a free ride with

Y los dos actores están en estado de gracia. Vigo Mortensen, alejado de sus papeles de héroe y con muchos kilos de más, interpreta a un Tony Lip estupendo ofreciendo una serie de recursos actorales absolutamente memorables en donde combina la profundidad con la vis cómica. Mahershala Ali, en una interpretación que le ha hecho acreedor de un óscar, da vida al artista Don Shirley que sorprende y emociona a la vez; está ciertamente sensacional.

El director maneja con astucia y buen humor todos los buenos ingredientes que tiene en sus manos. “Green book” es una buena película, hermosa y humana, que se saborea como un clásico sencillo, sin grandes pretensiones, que tiene su fuerza en dos actores estupendos y en una historia bienintencionada que nos invita a ser mejores personas mientras descubrimos que en la vida no todo es blanco o es negro.

Vivir es un viaje, sí, y sólo aceptando las diferencias de los demás y practicando la amistad y la donación, podremos avanzar…el orgullo y los prejuicios no llevan más que a tener una avería permanente que nos sume en un atasco de por vida con la convicción de que ya no hay camino ni futuro más allá.

JOSAN MONTULL