KIM PHUC

Con frecuencia soy testigo de disputas entre chavales. Jaleados por unos y animados por otros, lo que es una diferencia insignificantes se convierte para algunos en excusa para la agresión, la pelea y las grabaciones difundidas para humillar al vencido.

A veces, sólo algunas veces, cuando después de unos días las aguas se han calmado y los chavales me dan entrada a su amistad, les cuento la historia de Kim Phuc.

Tal vez lo recuerden los que ya peinen canas, Kim Phuc era la famosa niña vietnamita que aparecía huyendo desnuda de un bombardeo  con las lágrimas y horror en el rostro. La foto ganó muchos premios al mostrar el sinsentido de la guerra que destruía la vida de criaturas. Estremeció a occidente y parece que la foto fue clave para la retirada de los americanos de Vietnam y el restablecimiento de la paz.

La instantánea está tomada el 8 de junio de 1972. Kim Phuc con su familia se había refugiado en el templo  al oír que se acercaban aviones norteamericanos. Acababan de desayunar. Vieron que un avión se acercaba cada vez más. Ella y otros niños salieron aterrorizados del templo; entonces el avión dejó caer cuatro bombas. La criatura se vio rodeada de fuego por todas partes; según contaba tiempo después, sintió fuego en su brazo izquierdo y pensó “Ya no seré normal, ya tengo quemaduras”, las ropas ardieron en un santiamén, pero Kim agradeció a Dios que sus pies no se habían quemado y podía seguir corriendo desnuda junto con sus hermanos y su primo. Su abuela corría junto a ella con un nieto despellejado por el Napalm. Llegó la niña hasta donde encontró un soldado y, tras pedirle agua, se desmayó.

Mucho tiempo después despertó en un Sanatorio; Nick Ut, el reportero que captó la famosa fotografía, la llevó -ya inconsciente- en su coche al Hospital. Allí estuvo 14 meses y fue sometida a 17 operaciones. Todo era dolor y picazón. Su brazo, axila y cuello se contrajeron, quedó discapacitada y tenía que hacer rehabilitación a todas horas.

Se bañaba en una solución especial que hacía que saltara la piel muerta y que las enfermeras la fueran cortando para prevenir infecciones. Sufría dolor y pesadillas mientras alimentaba el odio y se preguntaba por qué le había tocado a ella.

Fue en esa época de rencor y rabia cuando se reencontró con la historia de Jesús de Nazaret, apaleado y crucificado. Al ver a Jesús crucificado, descubrió su propia dignidad de persona humana. Su fe encontró en el drama luminoso de Jesús una referencia permanente. Comenzó a ayudar a las víctimas del napalm, se convirtió al cristianismo y, siempre según lo que ella cuenta, Dios tocó su vida y a través de la solidaridad con otras víctimas, empezó a albergar sentimiento de paz y de perdón.

Se casó en Cuba con un vietnamita con quien ha tenido dos hijos. Estudió en la universidad de La Habana y se graduó felizmente.

En 2002 Kim pudo realizar un sueño. Le quedaba la lección más grande de su vida: perdonar al que años atrás la dejó sin nada. Fue al encuentro del piloto estadounidense John Plumer, que era quien había lanzado las cuatro bombas sobre su pueblo y su templo 30 años atrás. El piloto se acercó a ella llorando y, antes de que Kim abriera la boca, el soldado le preguntó si la perdonaba. Kim Phuk contestó que sí. Se abrazaron y lloraron juntos.

Luego ella dijo “Si la niña de la foto es capaz de perdonar, os aseguro que cualquiera puede hacerlo. Os aseguro que cuando cambié el odio por el perdón, me sentí como en el cielo”.

Pienso que en estos tiempos es importante recordar a Kim Phuk. Cuando parece que el odio, la violencia y la venganza se convierten en un lenguaje habitual en algunos medios, creo que es gratificante recordar el testimonio de la niña de la foto. Esa foto nos mira hoy a todos  y nos recuerda que nada nos hace tan humanos como el perdón.

Josan Montull

Los descendientes

Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden: LOS DESCENDIENTES

Dirección: Alexander Payne.

País: USA. Año: 2011. Duración: 110 min.

Género: Drama, comedia.

Interpretación: George Clooney (Matt King),

Judy Greer (Julie Speer), Matthew Lillard (Brian Speer),

Beau Bridges (primo Hugh), Shailene Woodley (Alexandra),

Robert Forster (Scott Thorson), Nick Krause (Sid),

Patricia Hastie (Elizabeth King),

Amara Miller (Scottie King),

Mary Birdsong (Kai Mitchell), Rob Huebel (Mark Mitchell).

Guion: Alexander Payne

Después de ver “Los descendientes” uno sale con la impresión de haber visto una película que aborda muchos temas serios de una forma tan contenida que invita a sonreír y a empatizar con las difíciles situaciones que tiene que afrontar sus personajes.

En la paradisíaca isla de Haway el millonario Matt King (George Clooney) tiene que afrontar de un día para otro un sinfín de problemas. Su esposa Elizabeth está en coma tras haber sufrido un accidente y urge desconectarla para que pueda morir en paz. Sus dos hijas (de 10 y 17 años) viven un momento muy difícil, agravado por la fatalidad del próximo final de su madre; la hija pequeña, Scottie, es complicada y deslenguada, y la mayor, Alex, ha comenzado a jugar con el alcohol, las drogas y el sexo. Por otra parte, Matt tiene que vender unas grandes propiedades de zonas vírgenes que su familia ha heredado, esta venta supondría un importante ingreso económico pero degradaría medioambientalmente el paraíso en que está situada.

 

Así las cosas, Alex le desvelará a su padre que la agonizante Elizabeth le era infiel y tenía relaciones con un poderoso magnate que está tras la operación de venta de tierras que tiene que hacer.

En esa isla, paraíso de paz, Matt y sus hijas vivirán una tormenta terrible. Todos se dan cuenta de que han sido engañados. Con la inminencia muerte de la esposa y madre, inician un viaje al encuentro del amante de Elizabeth que se convertirá en un viaje hacía el interior de una familia que debe ser reconstruida. En este viaje se les unirá el novio de Alex, un impresentable adolescente que también arrastra un drama familiar.

Con todo este material, que bien se prestaría a una comedia cruel o a un drama lacrimógeno, el director, Alexander Payne, autor de films tan humanos como “Entre copas” o “A propósito de Smith”, nos regala una película hermosa y sencilla que invita a reflexionar con una sonrisa cómplice sobre los errores que cometemos. Con una música pausada de ritmos hawaianos, el film va narrando una historia profundamente humana. Se trata de una película de personajes. Cada imagen, cada mirada, cada sonrisa, cada gesto adquieren un valor extraordinario.

A lo largo del metraje; Payne va reflexionando sobre el valor de las opciones que tomamos en la vida. Preferir el trabajo a pasar el tiempo con las hijas lleva a una situación familiar insostenible. Optar por ganar dinero sin escrúpulos conduce a una existencia vacía y sin sentido. Ser infiel a la familia y mantener relaciones adúlteras hace que los hijos sean víctimas y esas relaciones arrastren un dolor incalculable.

No hay duda, tras una existencia aparentemente cómoda, o se dedica tiempo a las personas a las que se ama o el fracaso y el infierno están a la vuelta de la esquina.

Y ante esto no hay más que una solución: pedir perdón; reconocer los propios errores y manifestarlo públicamente intentando reparar el mal hecho. Matt pedirá perdón a sus hijas, éstas abrazarán a su padre en un signo de reconciliación; la esposa del amante de Elizabeth acudirá a despedir a la que ha destrozado su propio matrimonio y dará la cara porque su esposo no se atreve a hacerlo.

No hay que temer a la vida ni huir de ella. Matt le hablará cara a cara al amante de su mujer y le hará sabedor de cómo la infidelidad destroza familias. Dará también la cara ante su familia negándose a vender el terreno que les haría más ricos a todos; su familia le menospreciará, pero él saldrá moralmente vencedor.

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Los últimos planos son magníficos, una auténtica lección de buen cine. Matt perdona a su esposa poco antes de la muerte y, con lágrimas en los ojos, le confesará su amor. También los harán las hijas. Luego, tras la muerte, y en una secuencia llena de luz y poesía, lanzarán sus cenizas al mar, al mismo mar que le arrebató la vida en el accidente. Y finalmente, aparecerán los tres supervivientes de la aventura familiar: el padre y sus dos hijas, viendo la televisión, tapados con la misma manta y compartiendo dos helados. El plano fijo, nos habla de la necesidad de pasar el tiempo con los seres queridos, compartiendo la vida que va pasando, saboreándola como un helado.

La vida, la muerte, la familia, el perdón, la autenticidad…son temas hermosos que “Los herederos” nos muestra de una forma extraordinaria con unos actores magníficos y con un Georges Clooney luminoso e inspiradísimo.

Somos poca cosa, sí, cenizas que son lanzadas al mar ante la mirada emocionada de los seres queridos. Pero somos humanos, capaces de lo más vil y de lo más noble. Capaces de pedirnos perdón y de decirnos “te quiero” mientras nuestras vidas se trascienden a sí mismas.

Josan Montull

Ma Ma, metástasis de amor

Metástasis de amor: MA MA

 

Dirección y guion: Julio Medem.

País: España. Año: 2015.

Duración: 111 min.

Género: Drama.

Reparto: Penélope Cruz, Luis Tosar,

Asier Etxeandía.

Producción: Penélope Cruz y Julio Medem.

Música: Alberto Iglesias.

 

 

 

 

Tras cinco años de inactividad, Julio Medem regresa a la pantalla con una obra que le distancia de su Cinematografía anterior,”Ma Ma”, film sobre el cáncer, la vida, la muerte, la esperanza y el alma protagonizado por una espectacular Penélope Cruz.

Magda, una maestra en paro recién separada y madre un preadolescente, es diagnosticada de cáncer de mamá. En medio de su desconcierto, su vida se cruza con la de Arturo, un profesional del fútbol que, poco después de conocer a Magda es informado de la muerte de su hija y de las heridas gravísimas de su esposa, que fallecerá poco después.

Las vidas de estos dos seres humanos, transidas por el dolor y la necesidad de buscar sentido, se ven de pronto entrelazadas; el azar de conocerse mutuamente les lleva progresivamente al acompañamiento en el dolor, a la amistad, al amor, al intento de reconstruir sus vidas y a dar razón de la esperanza diaria.

Magda, apoyada por Arturo, sacará fuerzas inimaginables para luchar por la vida y dejar para los suyos una extraordinaria herencia de amor. Incluso Julián, el ginecólogo que médicamente la acompaña, recibirá un extraordinario potencial de optimismo de Magda. Mientras ella se va apagando, la vida de los que la conocen crece con intensidad.

Nos encontramos con una película seria y profunda, que se acerca al dolor de las personas con un respeto extraordinario. El Medem de “Ma ma” es muy diferente al de “Lucía y el sexo”, “Tierra” o “Habitación en Roma”. Los personajes están tratados con una seriedad importante. Hay seriedad cuando se habla del cáncer, de lo que supone en la vida que quien lo padece, en la familia y en la del propio médico incapaz de curarlo. Hay también seriedad cuando se aborda el tema religioso; la oración, el alma, Dios, la inmortalidad…aparecen en la pantalla y en los diálogos con una normalidad encomiable.

Los personajes del film son humanos, se acercan, se quieren, se distancian, se perdonan. La cámara de Medem retrata el alma de estos personajes, se atreve a filmar los latidos del corazón en diversos momentos como si fueran latidos del alma, opta por fundir siempre en blanco subrayando lo que hay de luminoso en una historia que parecía condenada a la tiniebla.

Y en cuanto a la interpretación hay que descubrirse. Tosar está inmenso, alejado de los habituales papeles de canalla y hombre duro a los que nos tiene acostumbrados interpretando a un hombre profundamente religioso y bueno que no sucumbe al dolor y apuesta por seguir amando.

Lo de Penélope Cruz es punto y aparte. Está absolutamente inmensa. Qué esfuerzo físico y psicológico ha debido hacer la actriz para dar vida a Magda, esa mujer en la que confluye el cáncer y el embarazo y vive interiormente la convivencia de la muerte y la vida. Es absolutamente conmovedor su papel. La cámara la sigue permanentemente mostrando un intenso drama vital y una maravillosa historia de superación y de amor.

“Ma ma” es cine para ahondar, para emocionarse y para creer en la existencia. Con esta película, sorprendente y conmovedora, Julio Medem nos dice que la vida, cuando se opta por el amor, el perdón y la donación, trasciende lo cotidiano, se abre al Misterio, y toca lo inmortal.

JOSAN MONTULL

El maestro del agua

La épica del perdón: EL MAESTRO DEL AGUA

Título original: The water diviner.

Dirección: Russell Crowe.

Países: Australia, USA y Turquía.

Año: 2014. Duración: 111 min.

Género: Drama.

Interpretación: Russell Crowe (Connor),

Olga Kurylenko (Ayshe), Yilmaz Erdogan (Hasan),

Cem Yilmaz (Cemal).

Guion: Andrew Knight y Andrew Anastasios.

Producción: Troy Lum, Andrew Mason y Keith Rodger.

Música: David Hirschfelder.

Fotografía: Andrew Lesnie.

Montaje: Matt Villa

A lo largo de la Historia del cine han sido muchos los actores y actrices que han decidido ponerse tras la cámara para convertirse en directores de films protagonizados o no por ellos mismos. Con más menos fortuna, artistas como Robert de Niro, Angelina Jolie, Kevin Kostner o nuestros Antonio Banderas y Ana Belén, por poner algunos ejemplos, han dirigido con mayor o menor talento. Otros, como en su día Orson Welles y en la actualidad el más que veterano Clint Eastwood han demostrado ser auténticos maestros tanto en la interpretación como en la dirección.

Le ha tocado el turno ahora a Russell Crowe, protagonista de grandes películas, que debuta en la dirección con “El maestro del agua”, una narración épica y hermosa, realizada con una factura muy clásica.

El maestro del agua cuenta la historia, con base real, de Joshua Connor, un granjero zahorí, que, poco después del final de la primera Guerra Mundial y tras el fallecimiento de su esposa, viaja a Turquía para localizar –y dar honrosa y justa sepultura- a los cuerpos de sus tres hijos caídos en la batalla de Gallipoli. La Turquía que conoce es un país marcado por la guerra en el que se encontrará con oficiales del ejército contra quien peleaban sus hijos. Será en ese país donde también conocerá a una mujer, Ayshe (Olga Kurylenko), que vive con su único hijo superando la muerte en guerra de su esposo. Además Connor se topa con el comandante Hassan (Yilmaz Erdogan), que mandaba la patrulla que luchó contra sus hijos desaparecidos. Todos estos personajes, marcados por la herida que la guerra les ha dejado, buscan afrontar el futuro con dignidad, superando la violencia y el odio del que han sido autores y víctimas.

Crowe afronta una historia que tiene una vocación épica importante. Tal vez un director más experimentado hubiera sacado más tajada de un film espectacular con momentos pensados para el lucimiento del actor-director. Pero lo cierto es que la película se ve con gusto a lo largo de sus dos horas de metraje y aborda temas que bien merecen ser destacados. El amor, la búsqueda de la paz, el sinsentido de la guerra, la amistad, el honor, la familia y –sobre todo- la posibilidad del perdón son temas que van apareciendo en el film casi de una forma didáctica y pedagógica. Hay miradas, abrazos, frases y guiños que subrayan valores humanos con los que Crowe va salpicando todo el metraje.

El esfuerzo titánico de Joshua Connor en busca de sus hijos es mucho más grande que el esfuerzo que comporta la búsqueda del agua. El experto zahorí, dotado de una profundidad psíquica que le lleva a descubrir agua fresca bajo la tierra parajes semidesérticos, se siente impotente para descubrir a sus hijos también bajo la tierra en medio del secarral estéril que deja la guerra.

Pero el amor y la amistad –ý está es la gran lección de la película- hacen posible la búsqueda compartida. Desde allí es más fácil encontrar y encontrarse. El encuentro de dos hombres, Connor y Hassan, en apariencia condenados a odiarse, les va trasformando a ambos y juntos experimentan la fuerza redentora del perdón. En el fondo, ambos personajes buscan y, cuando se unen, pueden reconstruir sus emociones descubriendo lo mejor de sí mismos, como quien encuentra agua fresca en el desierto.

Épica, entretenida, clásica y moral, “El maestro del agua” es una buena película de aventuras, que tal vez nos esté descubriendo a un buen director.

JOSAN MONTULL