El viejo roble

EL VIEJO ROBLE: Acoger para sr felices

Reino Unido. 2023.

Dirección: Ken Loach

Guión: Paul Laverty.

Música: George Fenton.

Fotografía: Robbie Ryan.

Reparto: Dave Turner, Ebla, Mari, Debbie Honywood,.

El cineasta británico Ken Loach ha plasmado como nadie, en su extensa filmografía, el retrato de temas sociales punzantes e incómodos que obligan al espectador a observar su realidad próxima sin esquivar la mirada. La marginación, la adolescencia, el paro, las madres solteras empobrecidas, la militancia política, el terrorismo… han sido temas que ha tratado en sus películas. Ahora, a sus 86 años Loach afronta, con una absoluta maestría, otro asunto muy candente: los refugiados en la vieja Europa.

El último pub que queda en un pueblo del noreste de Inglaterra es “El viejo roble”. El local está a punto de cerrar; cada vez hay menos clientela y las dificultades económicas se hacen notar. Los clientes habituales del pub exhiben su pesimismo y desilusión en sus conversaciones, mientras ahogan en cerveza su desesperanza.

El pueblo está en franca decadencia, la gente va abandonando la tierra a medida que se cierran las minas. Las casas son baratas y están disponibles, por lo que el gobierno británico ha elegido el pueblo para reubicar a un grupo de refugiados sirios que huyen de la guerra.

La llegada de los sirios supone una provocación para la triste vida de la localidad. Algunos residentes, afectados por el desempleo y la falta de oportunidades, ven a los refugiados como una amenaza a su ya precaria situación. Otros, como TJ, el dueño del pub, y Janine, una voluntaria local, abren sus corazones y hogares a los refugiados, ofreciendo apoyo y amistad.

T.J. y Yara, una joven refugiada siria, van haciéndose amigos; comparten sus historias tristes y, apoyándose mutuamente, imaginan un futuro distinto, dándole una nueva vida al “Viejo Roble”.

Loach nos regala una película conmovedora y profundamente humana. Las convincentes interpretaciones emocionan al espectador, que es invitado a pensar en el sentido de su propia vida.

La conclusión es muy clara: sólo el amor y la acogida hacen que nos entendamos a nosotros mismos. Reconocer al otro con su dignidad de persona, independientemente de su procedencia, es el único modo de ser lo que realmente somos. La xenofobia, nos dirá Loach, es una perversión abyecta que destruye en primer lugar al xenófobo. Estamos llamados a la comprensión y la misericordia; el egocéntrico egoísta nos destruye.

Una amalgama de emociones va apareciendo en el film tocándonos el corazón con la delicadeza y la sabiduría de un gran cineasta. La escena final es memorable y constituye una llamada a la esperanza.

El viejo maestro Loach ha hecho en “El viejo roble” una película tan hermosa, como necesaria.

Josan Montull

HASÉL, ECHENIQUE Y MEDINA

Pertenezco a una generación que luchó por la libertad de expresión. Nuestra vida universitaria estaba alterada con frecuencia por manifestaciones, comunicados, huelgas y otras luchas que reivindicaban muchas cosas…entre otras, la libertad de expresión.

Eran tiempos extraños. Había que ver las películas comprometidas (si eran autorizadas por la censura) en versión original –en los llamados cines de arte y ensayo-; así por ejemplo pudimos ver “El gran dictador” de Chaplin 40 años después de su estreno. Los que hacíamos teatro éramos obligados a enviar los textos de las obras al Gobierno Civil, que siempre recortaba frases o las modificaba, obligando a las compañías a hacer auténticos malabarismos para que no se perdiera el sentido original de los libretos.

Teníamos muchas cosas que decir…y no nos dejaban. Pero, poco a poco y con la lucha pacífica de todos, llegaron las libertades, también la de expresión, regresaron artistas exiliados y la palabra libre volvió a hacerse presente en nuestra sociedad. Fue el triunfo de la cultura por encima de la brutalidad.

Ahora veo estupefacto que se reivindica la libertad de expresión total, incluso para aquellos que no creen en ella. La surrealista defensa que de Pablo Hasél hacen muchos grupos me resulta incomprensible. ¿Cómo se puede defender como libertad de expresión la apología de la violencia y el odio, las amenazas de muerte a personas concretas con nombres y apellidos? ¿Cómo se puede pensar que es libertad de expresión defender la vuelta de ETA, de los Grapo, del tiro en la nunca, de las bombas lapa en un país que, como el nuestro, ha sufrido el horror del terrorismo? ¿Cómo se puede utilizar como bandera de libertad en nuestro país a un tipo que, en sus … ¿canciones?… canta a la violación y a la violencia machista? Es absolutamente surrealista; es como si las gallinas defendieran que, para ser más libres, debían tener al zorro conviviendo entre ellas.

Por otra parte, la defensa legítima de este pretendido artista ha sido acompañada de actos de pillaje, vandalismo y violencia absolutamente escandalosos de los que la organización de la protesta ha querido desligarse.

En medio de este caos, un representante político, Pablo Echenique, afirmaba que “Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles”. Pero ni el autor de este tuit ni nadie de su partido, que -paradójicamente- está gobernando, ha salido a condenar enérgicamente los destrozos y la violencia en las manifestaciones ni a defender a las fuerzas del orden, que se ven permanentemente asediadas por chavales, amparados por la irresponsabilidad de muchos políticos que, con sueldos millonarios, han hecho del populismo un permanente y cansino discurso.

Días antes del encarcelamiento de Hasél, otra joven, Isabel Medina, decía en una manifestación madrileña “El enemigo siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío. Porque nada hay más certero que esta afirmación: el judío es el culpable”. Se dice esa barbaridad amenazante, xenófoba y llena de un odio incomprensible, y no pasa nada, absolutamente nada, ahí queda. Es cierto que en esta concentración no hubo disturbios, pero las palabras de la joven eran una mentira nazi para echarse a temblar.

Yo creo firmemente en los jóvenes, en su capacidad de bondad, en su capacidad de ser buenos y solidarios. Sé que su futuro es difícil y que se les están robando muchas posibilidades. Creo que se les manipula sin rubor aprovechando su frustración. Creo, y ahora más que nunca, en la libertad de expresión, en la capacidad de manifestar los sentimientos e ideas, sean cuales sean, desde el respeto y la tolerancia. Y creo en la cultura como antídoto a la intransigencia, como instrumento de libertad, de capacidad crítica, de resistencia a las imposiciones de los fuertes, de posibilidad de expresión racional.

Por eso, como educador de jóvenes y apasionado de la cultura, ante este marasmo de situaciones me hago muchas preguntas. ¿Hemos perdido el sentido común?, ¿todo vale?, ¿no hay ningún tipo de límite? ¿Se puede consentir la amenaza pública?, ¿Esto es la libertad de expresión?, … mucho me temo que esto es el germen de la tiranía, una tiranía en la que -poco a poco- solo los fuertes se podrán expresar haciendo callar a base de patadas, pedradas, barricadas y tuits, las voces de los más vulnerables.

Tal vez sea que Hasél, Echenique y Medina sean distintas caras de una misma moneda. Una moneda falsa.

JOSAN MONTULL

UN VIRUS PARA EDUCAR

De pronto se paró el reloj. Se cancelaron proyectos y se anularon las agendas. Lo cierto es que nos lo veíamos venir, pero fue un mazazo: llegaba una pandemia, había que confinarse en casa. De nada valían las excusas y las justificaciones; había que estar recluido las 24 horas del día. La responsabilidad y la solidaridad llevaban a meterse en la vivienda de cada cual –vete tú a saber hasta cuándo- y cambiar el ritmo de vida.

Y tuvimos que ingeniárnoslas para, en lugar de ser prisioneros del tiempo, llegar a ser dueños de nuestro propio tiempo…y no era tarea fácil.

Los mayores, reos de mil compromisos, teníamos que organizarnos en casa. Los chavales, con una agenda complicadísima en cuanto abandonan la Escuela, tenían que convivir con sus familiares las 24 horas del día. Ya no había extraescolares, ni fútbol, ni idiomas, ni música… De nada servían los abuelos, que tantas veces solucionan la papeleta, esta vez eran los progenitores los que debían estar en casa, armándose de paciencia, organizando los tiempos y los espacios, obligados a compartir, en una especie de Gran Hermano nacional, una situación de entrada angustiosa.

Y en esas estamos.

Son muchas las reflexiones que en estos días nos estamos haciendo en este confinamiento. A mí hay una que me ronda la cabeza. Ésta es una situación que podemos aprovechar como una oportunidad para la educación. Y me explico.

La pandemia que nos relega a nuestras viviendas puede ser una experiencia vitalmente tan intensa que favorezca la maduración de nuestros chavales. Por una vez, las privaciones, las dificultades, las incomodidades de la vida no van a tener que verse desde una pantalla o a estudiarse desde la literatura, o a maquinarse desde un juego electrónico. Sin que lo pretendiéramos, he aquí una experiencia difícil que hay que superar como un reto muy arduo, una especie de Campo de Trabajo en el hogar en el que cada cual tiene que privarse de muchas cosas (que antes parecían imprescindibles) y centrase en lo esencial.

El confinamiento puede ayudar a que nuestros chavales entiendan el valor del sacrificio y a apreciar lo que nunca sale en los medios: los médicos, los carteros, los profesionales del transporte, las personas que hacen la limpieza o que recogen la basura, la entrega de las fuerzas de seguridad, el papelón de los reponedores en las tiendas y de las personas que están en una caja cobrando…Toda esa legión de héroes anónimos que hacen posible nuestra vida nos aportan mucho más que tantos famosos, deportistas millonarios o artistas excéntricos ante los que tantas veces nuestra sociedad se ha puesto de rodillas.

Nuestros chavales tienen ahora una posibilidad extraordinaria para entender que los programas del corazón, que exhiben infidelidad y desamor, que animan por dinero a la falta de entrega, son un insulto a la vida de unos padres o familiares que, también en los tiempos difíciles, siguen apostando por el amor y la donación.

Estos muchachos confinados tienen la oportunidad de acercarse –aunque desde muy lejos- al drama de los sin techo, de los refugiados, de todos aquellos hombres y mujeres que no pueden recluirse en sus casas sencillamente porque no tienen. Vista así, la casa, lejos de ser una prisión donde nos confinamos, es para nosotros un privilegio y un refugio. Así descubrirán que el confinamiento no es igual para todos porque las enfermedades -que no hacen distingos de razas ni clases sociales- no pueden ser afrontadas de la misma manera por los pobres que por los enriquecidos.

Estos jóvenes encerrados en sus viviendas tienen la posibilidad de ver el valor de la cercanía, de los detalles sencillos, de la ayuda mutua, de la llamada cariñosa del favor desinteresado, de tantos gestos humildes que antes pasaban desapercibidos y adquieren una grandiosidad magnífica en los momentos de apuro. La propuesta de aplaudir desde las ventanas a las ocho de la tarde reconociendo el trabajo ingente y generoso de tatos hombres y mujeres les puede unir a muchos vecinos a los que ni siquiera conocía y que participan de la misma preocupación.

Nuestros chicos y chicas tienen la oportunidad de valorar de nuevo la vida de los abuelos, de los familiares distantes, de aquellas personas que les han cuidado con un cariño extraordinario y ahora necesariamente tienen que estar lejos, añorando como nadie el beso y la caricia.

Pueden nuestros adolescentes apreciar la escuela, a los docentes, a la gente que se esfuerza con entrega y profesionalidad por su educación, aunque a veces hayan sufrido tanto desdén social.

El dolor existe, como existe el sufrimiento, la dificultad, las contrariedades, las privaciones y todo aquello que se les está hurtando a nuestros jóvenes aun a riesgo de hacer de ellos personas frágiles, almibaradas y en nada resistentes a todas las frustraciones que les tocará vivir. Tal vez puedan descubrir, cuando volvamos a la vida cotidiana, que cosas como tirar un papel al suelo, ser ingratos, enfadarse por minucias, tener mala educación, no aprovechar el tiempo o menospreciar el entorno, por ejemplo, se convertirán en un desprecio enorme a las personas que les cuidaron durante el confinamiento.

Aprenderemos todos porque para todos ésta va a ser una experiencia única, no deseada, pero única. La historia será distinta el día que salgamos a la calle. Nada volverá a ser como antes. Posiblemente valoraremos como nunca las cosas sencillas y, por fin. podremos entender el valor de lo inútil, de lo que no cotiza, de lo aparentemente irrelevante pero que da sentido a la vida.

Estos chavales, que han sufrido el ninguneo en sus currículums escolares de las asignaturas humanísticas, están viviendo una situación vital muy intensa y que necesariamente tendrán que interiorizar. Habrá que ayudarles para que así sea. No se les puede dejar solos, ni ahora ni después. Habrá que acompañarles para que lo que están viviendo les ayude a madurar y crecer.

Y los adultos también aprenderemos de ellos. Serán la generación Covid 19, una generación con posibilidad de enseñar a sus mayores que las cosas más importantes son precisamente aquellas que nunca apuntamos en nuestras agendas.

JOSAN MONTULL

MANADAS

El auge de agresiones sexuales en grupo se está convirtiendo en una preocupante noticia cotidiana. A partir de los sucesos de Pamplona en los que la tristemente famosa “Manada” forzó a una joven vejándola y grabando su agresión, se ha producido un doble fenómeno.

Por una parte hay una toma de conciencia progresiva de la dignidad de las mujeres. El “No es no” es un grito que clama por defender la libertad de las chicas frente a cualquier tipo de abuso machista.

Por otra parte, y paradójicamente, hay un aumento de las agresiones sexuales en grupo que han disparado todas las alarmas sociales. Desde 2016 hasta hoy han sido más de 100 las agresiones sexuales en grupo de las que se tiene constancia en nuestro país. Por otra parte asusta pensar que muchas de estas agresiones han sido cometidas por menores varones contra chicas también menores de edad.

Ante este fenómeno, y sin pretender sentar ninguna cátedra, me vienen a la cabeza a botepronto una serie de reflexiones que pongo por escrito.

  • La dignidad de las mujeres es absolutamente sagrada. Cualquier agresión machista es denigrante y digna de una condena sin paliativos.
  • Hay actualmente una banalización de la relación sexual que es considerada exclusivamente como una fuente de entretenimiento sin más. La ética, la religión, la ciudadanía, la filosofía, el mundo de los valores ha sido permanentemente maltratado en el sistema educativo por unos y por otros. Se ha venido oyendo que todas estas cuestiones eran puramente personales y familiares, que los proyectos escolares no debían decir nada al repecto. Poco a poco se han ido relegando estos temas y se ha optado por asignaturas útiles y prácticas excluyendo las que implican una cierta reflexión interior.
  • Los medios de comunicación han ensalzado la vida de hombres y mujeres con una moral vergonzante y han hecho de la intimidad un puro espectáculo. Los programas llamados del corazón o los reality shows hacen de las relaciones íntimas entre las personas pura carnaza para ser vendida y consumida. La exhibición pública y detallada, bajo contrato, de infidelidades y desamores se ha convertido así en un nuevo modo de prostitución bajo la aureola de la libertad de expresión. No tiene que extrañarnos la sistemática grabación y difusión por las redes sociales de estos delitos por parte de quienes los cometen.
  • Culpabilizar genéricamente a menores inmigrantes o refugiados de estos hechos atribuyéndoles sin más estas agresiones es una auténtica vergüenza. Estos jóvenes son también víctimas, aunque en algunos casos hayan llegado también a ser agresores, y urgen de nuestra ayuda y nuestro compromiso, que no excluye las acciones legales, sea cual sea la procedencia de los agresores.
  • Una clase política que no ha conseguido llegar nunca a un pacto educativo desde el advenimiento de la democracia hasta hoy está siendo cómplice de desajustes y trastornos emocionales de muchos de nuestros jóvenes, que crecen sin ninguna referencia ética de quienes son sus representantes. No haber llegado a un consenso en algo tan primordial como la educación de nuestros jóvenes pone en evidencia el desamparo en que se encuentran estos.
  • La corrupción de personas poderosas para robar impunemente el dinero de todos con guante blanco y elegancia ha creado en nuestra juventud una auténtica crisis moral, llevándoles a creer en muchos casos que algo sólo se convierte en malo si le pillan a uno y se demuestra su participación.
  • Los menores agresores son el espejo más despiadado que nos muestra el reflejo de una sociedad que en muchos momentos ha perdido la decencia. Necesitan, también ellos, ser ayudados –con la penas que la Justicia les imponga- para que puedan restaurar su propia dignidad.
  • Urge el acuerdo de mínimos para que juntos -Escuela, Judicatura, Partidos Políticos, Confesiones Religiosas, Comunidades Educativas y demás colectivos ciudadanos- podamos aparcar diferencias, tantas veces ficticias, y trabajar unidos por la educación de nuestros adolescente y jóvenes.

Ni el medio ni la brevedad de este texto buscan tener muchas pretensiones. Queden estas líneas, eso sí, como la reflexión rápida de un educador que está convencido, por una parte, de las posibilidades de bondad que hay en cada joven –por más desajustado que esté- y, por otra, de la existencia de colectivos agresivos más sofisticados de los que no se habla tanto; no todos actúan en descampados, viejos almacenes o casas ocupadas…lo hacen es despachos, ambientes elegantes, sonrisas de diseño y lujo sofisticado.

Son, en definitiva, otras manadas que engendran estas camadas feroces.

JOSAN MONTULL