Belfast

La mirada limpia: BELFAST

Director: Kenneth Branagh (Reino Unido 2021)

Guión: Kenneth Branagh

Productor: Laura Berwick, Kenneth Branagh, Becca Kovacik, Tamar Thomas

Música: Van Morrison

Fotografía: Haris Zambarloukos

Montaje: Úna Ní Dhonghaíle

RepartoCaitriona Balfe, JamieDornan, Judi Dench, Ciarán Hinds, Jude Hill,Lewis McAskie, Colin Morgan

El prolífico actor y director Keneth Branagh dirige su película más personal e íntima en la que cuenta su propia infancia en la conflictiva Belfast de los años 60.

A mediados de Agosto de 1969 se desató una violenta batalla entre protestantes y católicos en Irlanda del Norte que ocasionó muertos, heridos y la marcha de muchas familias que no soportaban la presión social que se ejercía sobre ella.

En medio de este conflicto vive el pequeño Buddy, cuyo padre trabaja en Inglaterra mientras la madre educa a sus hijos a pesar de que la familia está asediada por las deudas. Mientras la presión política va asfixiando el barrio, Buddy sueña con un futuro sin problemas con toda la familia unida y sin moverse de Belfast.

El sinsentido de la agresividad es visto por los ojos abiertos de un niño (extraordinario Jude Hill) que se refugia fascinado en el cine, y en el idílico amor por una niña de su clase.

Estamos ante una película inocente, amable y hermosa, que destila bondad y un gran amor por la vida. La cámara se sitúa con frecuencia a la altura de los ojos del niño para aportar esa visión al espectador. La fotografía es magistral e impregna lirismo a todo el film. El blanco y negro es luminoso, contrastado por las poquísimas imágenes en color que corresponden a viejas películas o al mundo de la fantasía. Por si fuera poco, la banda sonora la pone el también irlandés Van Morrison.

Los diálogos del pequeño Buddy con el abuelo son extraordinarios. El abuelo es un auténtico filósofo de la vida que, desde la picaresca y la ironía, aporta una visión esperanzadora de las relaciones humanas.

Branagh homenajea a las víctimas del fanatismo, que nunca tiene sentido, y hace un hondo homenaje a la familia, como lugar referencial por excelencia, donde el amor, en medio de los conflictos, es capaz de vencer siempre, a pesar de que haya que emigrar y cambiar el paisaje cotidiano. La película es, además, un canto a la tolerancia religiosa y a la fraternidad. Ser vecinos es mucho más importante que la religión de cada cual. La relación de vecindad es muy humana, todos se conocen, se cuidan y se protegen entre sí, independientemente de su religión. Sólo el fanatismo quiere minar esas relaciones con argumentos vacío e inhumanos. Y, a pesar de ese fanatismo, el amor a la ciudad, al barrio y a sus vecinos se mantienen intactos.

Con unas interpretaciones excelentes, BELFAST es un conmovedor canto a la vida, la tolerancia, el amor y la familia.

Una maravilla.

JOSAN MONTULL

El padre

La extraordinaria dignidad del deterioro: EL PADRE

Dirección: Florian Zeller (Reino Unido 2020)

Reparto: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Imogen Poots, Rufus Sewell, Olivia Williams  

Guion: Florian Zeller, Christopher Hampton 

Fotografía: Ben Smithard

El alzheimer ha sido un tema repetidas veces llevado al cine. Con diversos puntos de vista y desde distintos estilos, (drama, comedia, animación…) esta enfermedad ha suscitado el interés de muchos cineastas, que han sucumbido ante la fascinación que ejerce una patología que lleva a la distorsión de la realidad y a la desorientación total de los que la padecen y de sus seres queridos, incapaces de expresar el amor y de ser correspondidos.

“El padre” cuenta la historia de Anthony, un hombre de 80 años -mordaz, inteligente y divertido- que va enfermando de alzhéimer. A pesar del avance de la enfermedad, está decidido a vivir solo y se enfrenta permanentemente a su hija Anne, que le cuida con amor, mientras ésta observa cómo su padre comienza a separarse de la realidad. Ambos van buscando su propia orientación vital; Anthony, por su propia dolencia, Anne, por la atadura que le supone cuidar a su padre y no poder vivir su propia vida.

El dramaturgo Florian Zeller debuta en la dirección cinematográfica llevando a la pantalla su propia obra de teatro con el mismo título y lo hace de una manera admirable. Lo absolutamente genial de la propuesta es que sitúa la narración desde el punto de vista del enfermo. Así, el espectador se sumerge en la confusión y el infierno que va viviendo Anthony. Conforme avanza la película, el público se siente perdido en el laberíntico caos de este hombre e intenta recomponer el puzzle roto de realidades y alucinaciones para saber situarse. El visionado del film se convierte en una fascinante experiencia que angustia y hace partícipe al espectador del trastorno de Antony, que –sabemos- avanza inexorablemente y no tiene curación.

Con una planificación milimetrada y un guión sólido, “El padre” sigue con precisión los vericuetos laberínticos de la zozobra de Anthony y de la misma Anne descorazonada por no encontrar puntos de contacto con su padre y consigo misma. Las habitaciones, los muebles, la luz, la planificación, los personajes que van desfilando…todo contribuye a acercarse a la progresiva desorientación del anciano.

Y para todo esto, Zeller cuenta con la sublime interpretación de Antony Hopkins. Su personaje es un despliegue de sentimientos encontrados y afligidos interpretados magistralmente. Hopkins conmueve, emociona, irrita, desgarra; su actuación es absolutamente inolvidable. Acompaña a Hopkins, una estupenda Olivia Colman que encarna a la sufrida hija, con una mirada que refleja el amor, la inseguridad y el dolor ante su propio padre.

Los planos finales en los que Anthony se abraza a su enfermera, llorando, mientras le pregunta “Quién soy yo?” son de una dolorosa belleza que impacta, interroga y deja boquiabierto al espectador.

Estamos ante un film duro, desazonador y hermoso, un film que invita a reflexionar sobre la dignidad humana, el misterio de la persona, y el derecho a vivir con amor hasta el final, aunque uno no sea capaz de expresarlo ni de comprenderlo.

Una auténtica maravilla. Imprescindible.

Josan Montull

¿QUÉ PINTO YO AQUÍ?

¿Qué pinto yo aquí?

El cuadro estaba allí sobre el caballete, blanco, impoluto, inmaculado. Mi amigo, el viejo pintor, hombre experimentado en el arte de la pintura, estaba frente a él sentado, meditando, mirando el desafío que le suponía aquel lienzo blanco. Pasó alrededor de una hora observando aquella tela blanca apoyada en el caballete. Por un momento tuvo la impresión de que no era él el que miraba el lienzo, sino el lienzo el que le miraba, provocándole. Creyó que la tela le hablaba y le decía “Venga, levántate, toma el pincel, no me mires más, acaríciame…voy a ser lo que tú quieras que sea…mi futuro está en tus manos”.

Se levantó y, como si se tratara de un rito, se puso la bata blanca, tan manchada por tantos cuadros, tan llena de historias, de recuerdos y obras. Se la abrochó poco a poco. Aquella bata le había acompañado desde hacía mucho tiempo…había sido testigo de bodegones, láminas, paisajes, marinas, retratos y hasta de un par de frescos. También estaba presente aquella vez en que, harto de una obra con la que no podía, la ira hizo acto de presencia y tiñó de sombra el cuadro que acabó en el suelo destrozado.

Era aquel maldito cuadro inacabado el que le torturaba; era aquel paisaje lluvioso el que quería plasmar en el lienzo…era la obra de su vida, la que nunca había conseguido terminar…el reto inacabado que seguía provocando al viejo pintor.

El boceto estaba en la mesa, el mismo que desde hace tantos años perseguía; amarilleaba la página que varias noches había sido rescatada de la papelera en la que el fracaso era arrojado con desprecio. Lo miró lentamente…los árboles…el mar lejano…y la lluvia en el paisaje y en el alma. Era el cuadro de su vida…el que no había conseguido terminar nunca.

“Acaríciame” volvió a decirle la tela blanca. “Vamos, no me mires más”. Calla, viejo canalla, vas a ser el cuadro más hermoso que salga de mis manos”, respondía el artista.

Se levantó, agarró la paleta con una mano y el pincel con la otra…lo impregnó en varias manchas de pintura y lo acercó a la tela. Le palpitaba el corazón. Cuando el haz de pelo acarició la tela, sus ojos se llenaron de colores.

¿Quién ha dicho que la vida ya está hecha ?…¿quién cree que todo es cuestión suerte, de azar, de casualidad, de dejar hacer? La vida es una tela blanca que está ante cada cual. En nuestras manos tenemos los pinceles, la pintura y los medios para dibujar el cuadro de nuestra vida. No falta quien no lo cree así, hipoteca su identidad y deja que sean otros los que dibujen en su alma…Son gente impersonal, cobardes, indecisos, dispuestos a que la moda de turno les llene de borrones el cuadro de su historia.

También existen los que han empezado a dibujar bien su futuro y, con primor, van pintando algo hermoso, hasta que llega el miserable cercano y le dice que eche disolvente sobre la pintura hasta entonces hecha…el cuadro de esa vida queda ya destrozado y prácticamente irrecuperable.

No falta quien aparca la paleta y los pinceles negándose a seguir pintando, auto convenciéndose de su propia inutilidad, sintiendo lástima por él mismo, desconfiando del artista que lleva dentro.

El cuadro de mi vida está ahí, delante de mí mismo, animándome a tomar cuidadosamente los pinceles y a ser artista…mi propio artista. Cada uno hará con su vida el cuadro que quiera con tantos colores como encuentre al alcance en el blanco lienzo de su historia…un lienzo que sólo cada cual puede dibujar.

¿Qué pinto yo aquí?, me pregunto…yo pinto lo que quiera, me respondo, y nadie me dirá qué colores tengo que usar.

JOSAN MONTULL

Mula

Más vale tarde: MULA

Dirección: Clint Eastwood

Guión: Nick Schenk (Artículo: Sam Dolnick)

Música: Arturo Sandoval

Fotografía: Yves Bélanger

Reparto: Clint Eastwood, Bradley Cooper, Dianne Wiest, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne,  Alison Eastwood, Andy García.

Casi parece imposible, una vez más Clint Eastwood nos regala una película hermosa, sencilla y muy personal, con una dosis de humanismo nada desdeñable. No sólo eso, Eastwood, con 88 años, protagoniza el film y da vida, casi sin esfuerzo, a Earl Stone un anciano cultivador de flores que dedica su vida a su negocio, sus concursos y sus amigos…pero que poco a poco ha ido perdiendo a su familia. Sólo una nieta, a la que tan apenas ve, mantiene una cierta fe en su abuelo y en su capacidad de ser bueno. Sus otras mujeres (la esposa y la hija) hace tiempo que no creen en él.

Arruinado en su negocio y desahuciado de su casa, Earl recibe una curiosa propuesta, convertirse en mula de un grupo mafioso perteneciente a cartel de Sinaloa y trasladar droga por la geografía americana. Nadie sospechará de un aciano con una vieja camioneta, piensan los mafiosos. Y así ocurre, el viejo Earl comienza a ganar dinero con el tráfico de drogas. La brutalidad de la mafia y la enfermedad de su esposa harán que Earl se busque a sí mismo e intente reconciliarse con su historia.

La película es muy de Eastwood. En sus últimos films ha interpretado a tipos serios, profundos, que se replantean la vida y evolucionan a pesar de sus años (el ex boxeador Frankie Runn que entrena a una chica y descubre la paternidad en “Million dolar baby” o el racista y amargado Walter Kowalski, que descubre la amistad con un adolescente en “Gran Torino”. Esta vez Earl redescubre el valor de su familia y la necesidad de pedir perdón al final de sus días.

La película, inspirada en un hecho real, se convierte en una reflexión sobre el bien y el mal, sobre la dificultad de optar por una conducta ética y no sucumbir al engaño del dinero fácil.

La conversión, el perdón, la familia, la honestidad y otros temas de hondo calado humano van desfilando por la pantalla en una narración correcta y académica que funciona desde el primer momento.

La actuación de Eastwood es contenida y sobria. Su mirada bondadosa sugiere una historia personal en la que hay muchos errores. Junto al veterano cineasta, aparecen en el film actores de la talla de Andy García, Bradley Cooper y Laurence Fishburne, todos ellos, espléndidos. Incluso el viejo Clint incluye a su propia hija, Alison Eastwood, interpretando a la hija de Earl.

En medio de la corrupción, el delito, la violencia y un mundo inhumano, hay salida, puede recuperarse la dignidad y la fidelidad. La violencia y la ambición no tienen la última palabra. Existe en el corazón de la persona resortes impensables que provocan destellos de bondad y de luz en un mundo perverso y tenebroso.

De nuevo una lección del viejo cineasta, una lección de humanidad y de buen cine.

Josan Montull