SIETE LETRAS

Como quien no quiere la cosa, nos hemos adentrado en el Adviento, este tiempo de esperanza que nos anima a preparar la Navidad. Me atrevo, por tanto, a hacerles una sencilla propuesta. Vayan a un buscador de Internet y pongan la palabra “Navidad” y busquen imágenes. Se encontrarán con dibujos y fotografías de regalos, árboles engalanados, elfos, papá Noel, trineos, renos, luces, muñecos de nieve sonrientes, hogares adornados, calles luminosas, turrones, polvorones, roscones, cava, cestas de comida, diademas con cuernecitos de reno, nieve sintética, gorros, jerséis, estrellas luminosas, plantas y árboles caseros, bastoncitos de caramelo, guantes rojos y blancos, campanillas, bolas brillantes, piñas, muérdago, plantas con flor de Pascua, guirnaldas, billetes de lotería, anuncios de cenas de empresa… pero, sorprendentemente, habrá una ausencia. Hay que buscar muchas imágenes para encontrar al Niño Jesús. Hagan ustedes la prueba.

Están bien todas esas tradiciones… pero sin el pequeño Jesús, todo se nos antoja en pura VANIDAD sin NAVIDAD.

Los cristianos celebramos la irrupción de Dios en la historia, un Dios que se hace humano; por eso todo lo auténticamente humano es de Dios, porque Dios se ha hecho un recién nacido. Esa es la gran NOVEDAD. Para nosotros, todas esas fiestas sin Jesús, son vacías.

Eso tiene para nosotros una descomunal consecuencia: si Dios se hace humano…tenemos que descubrir a Dios en todo lo humano, y de manera particular, en todo lo frágil. Es decir, que en la solidaridad, el amor, el perdón, la fiesta y la ternura, independientemente de cuál sea el credo que lo firme, nos encontramos con el Misterio de un Dios que –para darse a entender- se ha hecho, ser humano.

El brillo de tanta luz y tanto festejo puede hacer que no veamos que cerca de nosotros hay seres humanos que, como el pequeño Jesús, se refugian en los márgenes de la sociedad buscando una vida digna. Son los pobres, los excluidos, los marginados. Así como el pequeño Jesús nació en un establo, sólo podemos descubrir el Misterio de Dios poniendo nuestros ojos en los que malviven a nuestro lado, privados de los lujos navideños. No por casualidad, también allí nos encontramos a hombres y mujeres que, lejos de la superficial VANIDAD, DAN VIDA desde la solidaridad a los que sufren.

Y es que, sólo dando vida nos encontraremos con el pálpito de un recién nacido en los márgenes de la Historia que viene a nuestro encuentro para darnos una luz profunda y auténtica.

Son sólo siete letras. Reordenémoslas para vivir con autenticidad y fiesta el nacimiento de Jesús, el gran ausente de la Navidad.

Ánimo, maldita VANIDAD

acompañemos a los que DAN VIDA.

FELIZ NOVEDAD.

FELIZ NAVIDAD.

Josan Montull

La cicatriz de Belén” de Banksy en Cisjordania: el pesebre navideño amurallado

VIVIR HUMANAMENTE

Estamos a pocos días de la Navidad. Como cada año, los cristianos celebraremos el estallido de la vida en la Historia con el nacimiento de Jesús. A este acontecimiento le llamamos muy solemnemente la Encarnación; es decir, Dios se hace carne… se hace un niño… una persona.

Descubrimos así que Dios tiene una gran fe en el ser humano. No ha querido ser una súper estrella, un supermán, un ser extraterrestre, un héroe con súper poderes… sino un bebé, una criatura.

Pero esta fe en los hombres y mujeres que se da en la Encarnación no acaba en Belén. A lo largo de su vida, Jesús apostó por las personas de una manera superlativa.

Estuvo por encima del racismo, se acercóa con cariño a los samaritanos y les trató con un respeto exquisito. Puso a un samaritano como ejemplo de solidaridad, por más que esto fuera ofensivo para los judíos.

Respetó otras creencias religiosas y no rechazó a nadie por pensar distinto, habló con el centurión romano, propició la curación de su criado y puso al romano como modelo de fe.

Se sentó a comer con los pecadores, los publicanos y los excluidos por los más diversos motivos.

Bendijo a los niños, que eran insignificantes. En una sociedad machista, trató a las mujeres con toda la dignidad del mundo. Se saltó la Ley y las tradiciones religiosas para acercarse a los que sufrían. Acarició a los leprosos, abrazó a los enfermos, tocó los cadáveres, dio dignidad a los tratados por locos … bendijo, curó, amó…

El mismo que tuvo que refugiarse en el Egipto politeísta, el mismo que fue rechazado por los profesionales de la Religión y fue crucificado acusado de blasfemia… es el mismo cuyo nacimiento celebramos en Navidad.

Es, ni más ni menos, la Encarnación, la manifestación de la opción de Dios por el ser humano.

Por eso, no hay otro modo de celebrar la Navidad más que acercarse con un respeto reverencial a cada persona sabiendo que en el corazón de cada cual late el mismo Dios.

Urge amar, perdonar, saludar, reconciliarse, intentar descubrir lo bueno de cada uno –por más que no nos caiga bien-, urge seguir celebrando la Encarnación en cada momento de nuestra historia. Cada hombre, cada mujer, es imagen de Dios. Dios se ha hecho humano. Urge, pues, vivir humanamente.

Si no nos acercamos fraternalmente a las personas, nuestra Navidad será un puro espumillón tan brillante como vacío, tan sintético como carente de alma.

Atrevámonos a vivir como humanos.

Feliz humanidad.

Feliz Navidad.

JOSAN MONTULL

DIOS EN EL PSIQUIATRA

El color de la sala era de un naranja desvaído, como para no provocar sensación alguna, sino más bien relajar cualquier sentimiento. Un cuadro de colores y formas indefinidas colgaba de la pared rompiendo así la monotonía del naranja.

El joven siquiatra abrió la puerta, tembloroso. Nunca había tenido una visita tan importante.

– Pase, pase, Rey de los reyes, Santo de los Santos, omnisciente y omnipresente Señor… Bueno, la verdad es que no sé muy bien cómo llamarle.

– Llámame papá, por ejemplo, o mamá si te resulta más cómodo, dijo Dios mientras se acomodaba en el diván tras una señal amable del siquiatra.

– No sé si me atreveré, dijo el médico. Tener al Padre Eterno en mi diván es una responsabilidad enorme; la mayor de mi vida.

– Bueno, hombre, no tienes por qué ponerte nervioso. Te conozco desde siempre, ya sé cómo eres y sé que eres bueno, le respondió Dios con una mirada tierna.

– La verdad, prosiguió más tranquilo el siquiatra, es que me han pedido, precisamente a mí, que hable con usted, Majestad Todopoderosa, porque hay quienes están muy preocupados por…, cómo diría yo…, por vuestra salud mental. Conste, se apresuró a decir el siquiatra, que considero la salud mental igual que la salud física: se puede tratar y sus males se pueden curar; no hay por qué alarmarse.

-¿A quién le preocupa mi salud mental, si se puede saber? Preguntó Dios.

El siquiatra prosiguió:

– Políticos de todas las tendencias e ilustrados de todas las artes y ciencias, y hasta gente normal y corriente nos han hecho llegar su preocupación por usted. También gente religiosa, rabinos, curas, imanes, chamanes, obispos…incluso ateos, agnósticos, pacifistas, militares, ecologistas, arquitectos trabajadores de la comunicación…No sé. Mucha gente. Hasta se ha constituido una plataforma de artistas e intelectuales que exigen que…

– Dilo, hombre, dilo, le animó Dios.

– Que…, no se ofenda, que su Reverendísima Santidad vaya al siquiatra.

-¿Y no han dicho por qué?

– Pues porque le aprecian, Altísimo. Están muy preocupados. No les acaba de entrar en la cabeza que, siendo usted la Suma Perfección, haya hecho un mundo que no funciona nada bien, que, digámoslo claramente, no le ha salido perfecto, y no se me ofenda, Eterno Señor. Vea las guerras destruyen cada día a miles de inocentes: la guerra en Gaza nos deja unas imágenes terribles. Miles de niños asesinados; padres corriendo horrorizados con sus pequeños en brazos, mujeres gritando y llorando a sus muertos. Algo parecido ocurre en Ucrania, en Sudán, en Haití, en tantos países donde campa el horror.

Por otra parte, las enfermedades, entre los pobres, se convierten en pandemias tremendas; las drogas están acabando con mucha gente, y sobre todo jóvenes. Diariamente -proseguía el siquiatra, cada vez más seguro de sí mismo- hay miles de tus criaturas que mueren de hambre, o son vendidos; muchos niños no son queridos, ¿sabes Señor Inmutable?, algunos ni nacen, otros son abandonados y a unos pocos, por el contrario, les rodean de aparatos electrónicos y cosas para suplir las ternuras que sólo una cara y unas manos pueden dar. Millones de refugiados vagan por la tierra buscando un hogar que la pobreza o la guerra les ha robado; son incontables las personas que se lanzan a la aventura terrible de la emigración, jugándose la vida en pateras y viajes organizados por mafias que explotan a los débiles: muchos acaban en el mar, en el desierto, en los contenedores, en los bajos fondos de las ciudades, en trabajos de esclavos… ahogados en la más terrible soledad, mientras miran para otro lado los que manejan los hilos de nuestro mundo o discuten entre ellos sin aportar soluciones.

– Vaya por Dios, suspiró Dios con los ojos arrasados de lágrimas.

– Es como si el mundo os hubiera salido mal, Señor Creador. No sé, Supremo Hacedor, pero no me extraña la coincidencia de muchos en recomendarle un buen siquiatra; y más con esa idea nueva que se le acaba de ocurrir a usted; esto ha sido el detonante para la campaña de recogida de fondos con que pagar su tratamiento.

Estas últimas palabras quedaron flotando en el aire. Era como si el joven siquiatra no las hubiera querido decir.

-¿Qué idea?, preguntó Dios.

– La del NIÑO, balbució el médico, la del niño. Nadie puede entender que el Altísimo haya pensado en un recién nacido para solucionar todo lo que pasa. En su mente divina, y no se ofenda, debe haber alguna anomalía que conviene tratar. Sólo a una mente enferma se le puede ocurrir pensar en un niño, un recién nacido que, vete tú a saber lo que le tocará vivir… Además, nacido en un establo, acompañado por una pareja pobre, por unos pastores marginados, por unos magos extranjeros de no se sabe qué religión… Hombre, por Dios –perdone, se me ha escapado, es una expresión hecha-¿a quién se le ocurre pensar en eso: que un recién nacido nos va a salvar? Al Todopoderoso no se le ocurre otra cosa que buscar la solución en la debilidad de un todofrágil. No parece lógico, ni normal. Sin duda, a usted ya le están pesando los años y no es descabellado pensar que lo del Niño Salvador sea fruto de una… una divina debilidad senil o algo así…

El médico se echó a llorar con sollozos entrecortados, cubriéndose el rostro con las manos.

Conmovido por el llanto del siquiatra, Dios se incorporó del diván. Tomó en sus brazos, con ternura, a aquel hombre sabio que pretendía salvar a Dios y ahora, derrumbado, intentaba apoyarse en el diván que acababa de dejar el mismo Dios.

El Padre Eterno seguía abrazándole y, con un cariño tremendo, como una madre, le dijo:

– Venga, hombre, venga… no te preocupes. Déjame a mí ser buen Dios y tú preocúpate de ser buen médico; porque, si te he de ser sincero, cuento con mi Hijo, recién nacido, para que no pienses que estoy lejos de este mundo, cuento con mi Hijo, recién nacido, para que los seres humanos, sea cual sea su creencia o religión, no se endiosen, sino que descubran que son divinos…imagen mía, ni más ni menos; cuento con mi Hijo, recién nacido, para que empieces a darte cuenta de que también cuento contigo. No mires para otro lado, no mires superficialmente sino en profundidad.

Mientras una estrella brillaba con más fuerza en el Cielo y la luz se colaba por la ventana de la consulta, el siquiatra miró a Dios y volvió a llorar emocionado mientras, con una felicidad indescriptible, se abrazaba a su Paciente, que le decía: “Esta Navidad, tú tienes mucho que ver”..

Feliz Navidad

Josan Montull

https://www.eldiariodehuesca.com/sociedad/musica-humor-en-fiesta-caritas-diocesana-huesca-dios-en-psiquiatra_16158_102.html


LA NAVIDAD EUROPEA

Ha ocurrido recientemente, un documento interno de la Comunidad Europea recomendaba felicitar las fiestas, no la Navidad para «ilustrar la diversidad cultural de Europa y destacar la naturaleza inclusiva de la Comisión Europea con respecto a todos los modos de vida y creencias de los ciudadanos europeos”.

Al final, en un ataque de sentido común, retiraron tal propuesta diciendo que no estaba todavía madura.

Hay en muchos ambientes una desconfianza radical con todo lo que tenga un carácter cristiano. A algunos les da una especie de sarpullido de purismo legalista que les lleva a arrinconar el hecho cristiano a una experiencia puramente personal.

No sé si hay una inquina religiosa detrás de estos hechos, lo que sí hay es una incultura espectacular que pone en duda las raíces cristianas de Europa. Se les pone a algunos la piel muy fina para reconocer con sencillez y agradecimiento que en Europa nuestra cultura es mayoritariamente de origen cristiano. Es más, una de las teorías que explican el sentido del diseño de la bandera europea lao relacionan directamente con la Virgen María: las doce estrellas y el color azul siempre se han utilizado para representar a la madre de Jesús. Otros hablan de la perfección del número 12 y su significado bíblico de comunidad y elección.

Puestos a obviar lo cristiano, para no ofender a nadie, habría que cambiar la cronología, porque los años de nuestra cuenta son los que han pasado después del nacimiento de Cristo. Habría que prescindir de obras de arte de los grandes pintores y escultores, relegándolas a las sacristías. Así, los Cristos de Velázquez, de Dali, o del Greco deberían verse únicamente en las sacristías de las iglesias. Urgiría declarar políticamente incorrecto el Réquiem de Mozart, la misa de Beethoven o La pasión según san Mateo de Bach, por ejemplo. Habría que prohibir el cine de Bergman, de Dreyer, de Passolini y de todos los que se han interrogado artísticamente sobre la fe cristiana. Sería necesario cambiar el himno de Europa, la novena sinfonía de Beethoven porque –según el estudioso melómano Matías Rivas- tiene “…esencialmente una concepción de la música como «lenguaje metafísico» capaz de expresar lo inefable y lo Absoluto”.

Esa intención de la comunidad europea es sencillamente sonrojante. Deberíamos por ello preguntarnos cuánto cobra la persona que ideó la propuesta. Mientras en la frontera de Polonia miles de refugiados se agolpan para entrar en Europa, ideas como la de felicitar las fiestas en lugar de felicitar la Navidad son una auténtica vergüenza…una vergüenza que ofende a los pobres. Una vergüenza que ruboriza a Europa.

Por eso en estas fechas pongo mis ojos en la humildad de un establo de Belén… en el que una joven pareja tiene un hijo ante la indiferencia de los poderosos y la solidaridad sencilla de los pobres. Esa joven pareja y el bebé recién nacido no van a poder volver a casa, tendrán que huir y se convertirán en refugiados apátridas en un país rico, de otra cultura, religión y raza para escapar de la persecución gubernamental. Y, al poner mis ojos en ese estallido de misericordia que, al mirarlo, nos hace más humanos, permitan que, con la cabeza bien alta, les diga: FELIZ NAVIDAD.

JOSAN MONTULL