HUÉRFANOS
Los que nos dedicamos a la educación tenemos que lidiar con frecuencia con situaciones complejas y tratar con críos que presentan dificultades de conducta. Los hay rebeldes, indómitos, agresivos, negligentes…otros son inconstantes, caprichosos, acomodados…Forman parte de una generación en la que se les dan muchas cosas hechas para evitar las hagan y en la que se les premia incluso por lo que no se han ganado.
También los hay –los más- que son chavales responsables, amables y buenos, trabajadores y comprometidos.
Unos y otros conviven en sus entornos propios: la escuela, la calle, el deporte, el grupo de amigos, el Tiempo Libre.
Hay, eso sí, una característica común en algunos de ellos: cuando sus padres están separados –mal separados- y las desavenencias entre ellos son manifiestas, los chavales se resienten.
Hay separados modélicos, la vida no les ha puesto facilidades para convivir y la relación se ha roto pero guardan una unidad de criterios extraordinaria cuando se trata de educar a su hijos. Van a una, a pesar de sus diferencias; con sus hijos tienen los mismos criterios, las mismas exigencias y la misma preocupación.
Pero en otros casos, y todos conocemos, los hijos se convierten en un arma arrojadiza contra el cónyuge para echarle en cara sus presuntas culpabilidades. Las criaturas van de aquí para allá al socaire de las disposiciones legales y cuando están con papá, éste se dedica a despellejar verbalmente a su ex, insultándola y desacreditándola. Luego le regala a la criatura dinero o algún juguetito para comprarle un cariño interesado.
Lo mismo ocurre cuando va con mamá; ésta se dedica a repasar al padre mentándole al nene la parentela paterna, y a explicarle lo canalla que es la nueva novia de papi. Cuando el chavalín cambia de casa, mamá le premia con juguetitos y dulces que el padre no le permite comer en su casa.
Estos chavales sobreviven sin referencia moral. Tienen muy difícil crecer con valores asentados y suelen ser proclives a la agresividad y a la intolerancia. En el fondo no se sienten amados por sus padres y se saben a sí mismos manipulados por quienes deberían educarles. Son conscientes, en fin, de que para sus padres no son importantes…aunque tienen padres biológicos, viven una orfandad que les condena a una soledad terrible.
Creo que algo parecido está empezando a ocurrir con la clase política. Quienes, como los hijos, deberíamos ser los destinatarios de sus esfuerzos, nos convertimos en testigos de cómo nuestros ediles se descalifican, insultan y maldicen entre ellos.
Les hemos visto denigrarse y despreciarse a voz en grito tantas veces que tenemos la certeza de que lo que realmente les importa no somos nosotros, los destinatarios de sus programas, sino sus propios intereses, sus menudencias y sus chanchullos. El populismo y la corrupción conviven alejados como papá y mamá utilizando a sus hijos (nosotros) como meros instrumentos para echarse en cara todo género de descréditos en busca de sus propios intereses.
Crecemos así, sin modelos éticos No son para nosotros referencias morales; en el fondo no nos quieren, no les interesamos. Al final nos dan el regalito, tal en forma de fútbol o de programa del corazón, para enviarnos de nuevo a casa…con la soledad de quienes se saben abandonados de sus dirigentes, olvidados por aquellos que un día prometieron que nos iban a servir.
Claro que no son todos así, claro que hay personas que, como tantas parejas, se desviven en la función pública por los suyos…pero el espectáculo habitual es tan vergonzoso que, como tantas criaturas, nos empezamos a sentir totalmente huérfanos.
JOSAN MONTULL

Le ha tocado el turno ahora a Russell Crowe, protagonista de grandes películas, que debuta en la dirección con “El maestro del agua”, una narración épica y hermosa, realizada con una factura muy clásica.
Crowe afronta una historia que tiene una vocación épica importante. Tal vez un director más experimentado hubiera sacado más tajada de un film espectacular con momentos pensados para el lucimiento del actor-director. Pero lo cierto es que la película se ve con gusto a lo largo de sus dos horas de metraje y aborda temas que bien merecen ser destacados. El amor, la búsqueda de la paz, el sinsentido de la guerra, la amistad, el honor, la familia y –sobre todo- la posibilidad del perdón son temas que van apareciendo en el film casi de una forma didáctica y pedagógica. Hay miradas, abrazos, frases y guiños que subrayan valores humanos con los que Crowe va salpicando todo el metraje.
Pero el amor y la amistad –ý está es la gran lección de la película- hacen posible la búsqueda compartida. Desde allí es más fácil encontrar y encontrarse. El encuentro de dos hombres, Connor y Hassan, en apariencia condenados a odiarse, les va trasformando a ambos y juntos experimentan la fuerza redentora del perdón. En el fondo, ambos personajes buscan y, cuando se unen, pueden reconstruir sus emociones descubriendo lo mejor de sí mismos, como quien encuentra agua fresca en el desierto.
Me avergüenza que esta Europa nuestra cierre las fronteras a los pobres de la tierra con la excusa de que son extranjeros y de que aquí no cabemos todos.
Me entristece que las fronteras se abran al dinero de la corrupción, a multimillonarios que financian equipos y mueven millones, al turismo sexual y al tráfico de armas.
Director: Tate Taylor
Pero entre los contrastes entre blancas y negras, el más interesante sin duda, es el de su concepción de Dios. Las blancas utilizan a Dios para justificar su estilo de vida cómodo y, más aún, para justificar el racismo: “Dios no da caridad a los ineptos” dirá una ama blanca a su criada negra que necesita dinero para la educación de su hijo. Pero para las mujeres negras Dios es su compañero en la pena, el consuelo en el dolor (“Dios me ayudó a superar la pérdida de mi hijo”) y el acicate para la lucha por la dignidad. Será precisamente en la Iglesia cuando Aibileen supere el miedo y se decida a contar la verdad de sus sufrimientos para que sea desvelada en un libro. El pastor les dice “El valor no es sólo ser valientes, es hacer lo correcto a pesar de las dificultades. Dios nos dice, nos manda, nos insta a amar. Amad. Amad al estilo de Cristo. Está dispuesto siempre a comprometerte por tus amigos. Y ama a tus enemigos, porque si les amas, ya tienes la victoria”.